
Murga La Mojigata decidió reeditar la experiencia de invitar a gente a que les acompañe en su ómnibus por los tablados, para luego escribir una crónica; como hicieron los años 2019 y 2020, cuyo registro está publicado en murgalamojigata.
Así que allá fuimos el domingo 2 de febrero, fecha especial ya que debido a la celebración de Yemanyá, no se realiza actuación oficial en el Teatro de Verano, sólo hay actividades en los diversos escenarios de la ciudad. Esto significa que se minimiza la posibilidad de actuar, son más conjuntos para pocos tablados.
La Mojigata tiene la suerte de poder hacer dos esta preciosa noche de verano, ambos escenarios populares: Punta de Rieles y Flor de Maroñas.
Llegamos al Club Capurro media hora antes de salir, ya estaban todos maquillados y en diversas etapas de vestuario. Muchos dejando para lo último el calzado que este año son unas preciosas botas altas que lucen bien en escena pero con estas temperaturas, pierden ante la comodidad de las simples chancletas.
Nos recibe Mateo muy amablemente, nos aclara la única consigna: “al llegar, la murga baja antes” y esperamos la hora de partir, mientras el resto de los componentes nos saludan tímida pero cordialmente.
El ómnibus es un gran vehículo, con aire acondicionado, cómodas butacas y Carlitos, el chofer, que espera sentado en posición de loto a que todos nos acomodemos.
Los utileros Fabi y Luisito revisan que no falte nada, antes de dar luz verde a la partida, que se inicia usando de precario parlante el altavoz que la murga usa para comunicarse en el bondi. Suenan los Beatles antes de los avisos sobre la actuación de esta noche, y varios canturrean.
Nos dan la bienvenida como acompañantes, así como a otros que se suman hoy por primera vez al recorrido, junto a la pandilla de niños y niñas, familiares de los componentes, todos con su correspondiente camiseta y algunos de caras pintadas.
Los avisos son “ajustes” que definieron a último momento, y según dice radiopasillo entre risas, seguirán habiendo hasta el 25 de febrero.
Una vez informados los cambios, se detallan los cuplés que se harán en la noche: los blancos, paw patrol y el censo, mas dos canciones finales y la bajada.
Luego se canta la canción “de la coalición” que aunque no se actuará hoy, sirve para practicar y calentar las voces porque “es más coral”. Esta suena sobre música de No te va a gustar, y dan ganas de aplaudir al final.
Llegamos al primer tablado: el teatrito de verano de Punta de Rieles y nos encontramos con una multitud en calle y vereda. Tanto así que no podemos estacionar, debemos dar una vuelta y quedar casi a una cuadra de distancia, al lado de la estación de servicio.
Cada componente debe llevar su vestuario ya que los dos utileros no pueden hacer ese trabajo solos, como es habitual cuando el bondi queda al lado del tablado. Todos ponen el hombro y caminamos entre un montón de gente en las veredas, mayormente familias con niños y barritas de jóvenes, que se ven sorprendidos por el colorido y brillante vestuario. A nosotros nos sorprende que haya tanta gente en la calle, pese al calor, ya que son casi las 10 de la noche de un domingo. Luego nos enteramos que se había realizado un evento para hacer finanzas para la comparsa del barrio: El vacilón de Rieles, de cara a las próximas Llamadas de Carnaval y eso generó tanta convocatoria popular.
El tablado está lleno de bote a bote, incluso hay gente que se llevó su propia silla playera y se acomoda junto a los bancos de cemento. Muchos niños jugando y corriendo, e incluso un perro que en el medio de la actuación logra colarse en el escenario.
La murga es recibida con una extensa y detallada presentación sobre su historia carnavalera, antes de subir a escena. Ahí podemos identificar a cada uno de los componentes que en el ómnibus se sentaban cerca nuestro, ahora con todo el vestuario y los gorros.
La actuación se desarrolla arrasadora, sin pausa uno tras otros los cuplés, siendo el de Paw Patrol el que más risas genera en el público.
La retirada con los trajes y gorros en brillante blanco y negro despierta comentarios elogiosos en la tribuna, la murga se despide entre gente y aplausos.
Volvemos al bondi, tenemos más de una hora para llegar al otro tablado, que es muy cerca. Algunos se quedan conversando y tomando aire al costado, otros suben a refrescarse y preguntarse entre risas mientras se secan la transpiración: “¿por qué era que nos gustaba esto?” Pero al instante declaran que esta fue la mejor actuación de la murga hasta ahora, que qué linda la reacción del público… Un ruido seco en la ventana nos interrumpe. Suben todos rápidamente, por algún motivo desconocido nos tiraron una pedrada. Notamos que el ambiente se había enrarecido en la esquina, y que hay presencia policial también, que antes no estaba. Nos vamos con la sensación de que nos robaron un buen momento colectivo, de la murga con el barrio.
Nos desplazamos al siguiente y último tablado, que casualmente fue en el que debutó la murga en 2001. Los componentes se hidratan, repasan pequeños errores cometidos, cuentan historias de otros años, como por ejemplo un año que “el mensaje no llegó, y tenían razón, cuando pasábamos entre la gente, nos tiraban yerba arriba de los trajes”. En el fondo se arma toque de candombe, todo sirve para hacer percusión.
Llegamos al Flor de Maroñas con bastante tiempo. Bajamos a la placita que está detrás del tablado, la murga aprovecha para estirarse sobre el pasto, comer, conversar, devolver una pelota “al pie” a los niños que están jugando. Conversamos con Bruno, que nos cuenta que es murguista hace 15 días. Vino especialmente desde Buenos Aires para participar de esta experiencia, pese al sacrificio que le conlleva separarse tanto tiempo de su familia. Este grupo es muy heterogéneo, con componentes que vienen de aquel primitivo grupo que emergió del Tump, varios que tienen años saliendo y otros nuevos, como el argentino. Quien nos informa de estos datos es Alejandro, que cámara en mano lo mismo registra la actuación, vende pegotines o coordina la prueba de sonido en el Teatro de Verano.
Nos arrimamos al tablado para ir al baño (estaba impecablemente limpio) y comer algo. En el escenario actúa Géminis, un grupo fuera de concurso, que se destaca por cantar al final una serie de canciones populares que hacen bailar al público. No está tan lleno (es casi medianoche), pero la gente tiene ganas de divertirse. Sin previo aviso, varias componentes de la murga se arriman a bailar y terminan liderando un trencito por la platea, ante la alegría de la gente y de Géminis mismo, que festejan la ocurrencia. Finaliza la actuación casi toda la murga cantando con ellos en el escenario, y la batería tocando Lola la Coquetera a marcha camión. Realmente una muestra de lo que es nuestro carnaval, donde el pueblo generalmente tímido, se permite desacartonarse un poco, relajarse y disfrutar, como fue el origen de esta fiesta a fines del siglo diecinueve.
Temí que ante tanta energía en el ambiente, la actuación, un poco más calma y que toca temas más “serios”, cayera mal en el público, pero no fue así, al contrario: La Mojigata se compró a la gente, el espectáculo fluyó y las risas y aplausos acompañaron y mucho. Lo que más me llamó la atención fue que antes de la despedida, al leer la lista de espónsores que trae el grupo (la mayoría sindicatos de la educación), el público aplaude y vitorea. Sobre todo ante la recomendación: “afiliate a tu sindicato, que esta lucha también es amor”, se ve que es un consejo que las personas sienten propio. Nos dicen que esto les pasa en todos los tablados.
Nos retiramos de Flor de Maroñas con una sonrisa en la cara, y la sensación de que fue una buena noche, que ninguna pedrada nos puede quitar. Las toallitas demaquillantes corren tanto como las botellas de agua, por el pasillo del bondi. Algunos niños resisten, otros sucumbieron al sueño. Llegamos al Capurro que nos espera con la cantina abierta. Es hora de quitarse los trajes, refrescarse, nosotras nos animamos a pedir alguna foto, ahora que entramos un poquito más en confianza.
Agradecidas de esta preciosa experiencia, no sólo conocer la realidad de una murga por dentro, sino de visitar lugares de la ciudad que de otro modo no iríamos, y a donde el carnaval afortunadamente llega.
Nos despedimos y nos dicen que somos bienvenidas nuevamente. La sonrisa de mis jóvenes acompañantes, que se van canturreando la retirada, me hacen sospechar que quizás reincidamos…
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