Desde que apareció la fotografía en 1826, su rol ha ido evolucionando y adaptándose a distintas necesidades. Al inicio se usaba como sustituto de los retratos sociales que colgaban de las paredes de los hogares. Luego se usaron para captar y atrapar imágenes de la naturaleza llevándolas a los ambientes cerrados.
Su uso más común a partir de mediados del SXX cuando se desarrolló el turismo, fue el de retener momentos vividos en lugares dignos de recordar.
Pero siempre ha cumplido una función más vital que social bajo ese afán constante de retener el tiempo, de aprehender. Una necesidad que está asociada al temor del paso del tiempo así como a la necesidad de plasmar momentos ocurridos que documentamos para testimoniar circunstancias vividas. También la fotografía se usa como un recurso frente al caso de la pérdida de memoria.
No confiamos plenamente en nuestras discos duros los cuales ayudamos con estas imágenes que almacenamos en dispositivos externos.
Pero desde hace no mucho tiempo en que hemos entrado a vivir en ámbitos virtuales, primero tomamos la foto y luego procesamos dicha instancia.
Nuestras vidas se han convertido en una vidriera constante frente a los demás. Vivimos en función de los “me gusta” recibidos y la fotografía ha tendido un crecimiento exponencial.
En el caso de Elián Stolarsky (Montevideo, 1990), su obra recorre un camino singular siguiendo los principios de la fotografía fuera del propio soporte.
Partiendo de imágenes antiguas de familiares suyos, Elián las procesa, las mastica, las traga y luego las regurgita plasmándolas sobre textiles que va uniendo.
Haciendo uso de retazos de telas, recrea los retratos fotográficos que va creando mediante puntadas visibles de hilos de colores contrastantes, remarcando el recuerdo en un ejercicio mental exacerbado para que no deba ni pueda ser olvidado.
No es casual que una de sus abuelas se haya ganado la vida como costurera cuando llegó al Uruguay.
Stolarsky trabaja con fotografías de los inmigrantes que debieron abandonar sus países de origen evadiendo situaciones bélicas y corriendo de las persecuciones nazis.
Obras de carácter austeras que trata con colores dentro de las gamas de ocres acompañando el espíritu de solemnidad, respeto y homenaje a dichas personas.
Elian es una artista joven pero de larga trayectoria que se ha posicionado en nuestro escenario artístico local y con proyección internacional. Actualmente reside en Madrid donde está realizando un doctorado.
En su debut galerístico, LÍQUIDIDO, dirigida por Valentín Benoit la ha escogido para presentar su obra “Inventario 17: fotografías que ya son de cualquiera”, en un marco ideal y tan receptivo al arte como es el caso de Posada Ayana dirigido por una familia austríaca que ha apostado a desarrollar su emprendimiento hotelero en José Ignacio.
Un gran acierto para Stolarsky, LÍQUIDO y Ayana donde vienen recibiendo a sus invitados a la caída del sol en un lugar maravilloso digno de fotografiar.
Exposición 8, 9 y 10 de enero de 2021 de 17 a 21 hs.