Capítulo 27 de Los naipes están echados, el mundo que viene
La dualidad, planteada como contradicción insalvable, entre revolución o reforma, –había que elegir entre una u otra manera de iniciar el proceso de superación de la sociedad dividida en clases- en la izquierda de fines del Siglo XIX y principios del XX, entraña una dramática vulgarización del marxismo que generó las condiciones para la emergencia del estalinismo.
Y aunque analizarlo más de cien años después difícilmente permita ponerse en el pellejo de quienes lo protagonizaron, pues ellos lo vivieron con una enorme tensión espiritual e intelectual porque sentían que se trataba de una elección entre civilización (el socialismo) o barbarie, (el capitalismo imperialista desbocado), la observación atenta y serena de cómo ocurrió esa vulgarización resulta determinante, absolutamente determinante, no ya para la izquierda universal, sino para la sociedad humana.
Para la izquierda, mejor, para que la izquierda, como racionalidad universalista democrático – igualitaria recupere el protagonismo transformador, (en un sentido espiritual, la autoestima y en un sentido político, la creatividad revolucionaria) resulta del todo imprescindible desentrañar las causas por las cuales esa vulgarización tuvo lugar.
Pues su consecuencia sustancial, la que permitió que el estalinismo emergiese como práctica burocrático estatal autoritaria, fue el surgimiento de una ideología militar voluntarista que anuló la significación de la política, es decir, anuló la significación cultural de lo que distingue a la condición humana.
¡Nada menos!
El militar voluntarismo como ideología explica el bloqueo de la imaginación política, la militarización de las formas organizativas para intervenir en un sentido civilizatorio en la dialéctica sutil entre democracia e inicio del proceso de superación de la sociedad dividida en clases.
Explica la grotesca tendencia autodestructiva que condujo a la aniquilación de miles de revolucionarios por parte de esa ideología convertida en dogmatismo religioso –lo uno o lo otro como fe indiscutible- que es inexorable a toda disciplina militar autoritaria extendida en el tiempo, en particular cuando dispone de instrumentos burocrático estatales en condición monopólica.
La sofisticación filosófico – política del marxismo no obstante, es tan densa, tan hondamente revolucionaria y democrática, tan humanista en el más profundo sentido civilizatorio del proyecto de la modernidad – volver inviable institucional y estructuralmente toda forma de autoritarismo- que el denominado durante el siglo XX “socialismo real”, que surge de esa ideología militar voluntarista, no fue derrotado por las elites de la alta burguesía, sino por marxistas en un proceso que comenzó con Jruschov, siguió con Deng Xiaoping y con Gorbachov, Eduard Shevardnadze y Alexandre Iakovlev y aunque todavía el proceso de “desestalinización” no concluyó integralmente, continuará siendo desarrollado por millones de intelectuales marxistas en el mundo todo.
«Todo está podrido. Hay que cambiar todo”, le comentó el ministro de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze a Mijail Gorbachov, poco después de que ambos fueran electos por el Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética para liderar el proceso de “desestalinización” definitivo.
Y aunque las elites occidentales político – culturalmente más regresivas de las potencias tecnológicamente desarrolladas celebraron la “victoria” sobre lo que ya estaba muerto
–el estalinismo, la ideología militar voluntarista- como un triunfo del capitalismo sobre el socialismo, esto es, sobre el proceso histórico político que procura iniciar la superación de la sociedad dividida en clases, y apretaron el acelerador del expansionismo del capital y declararon “el fin de la historia”, y arremetieron contra el Estado de Bienestar, la contradicción estructural entre las lógicas del capital y la política, como representación y praxis de los intereses de toda la sociedad, volvía a emerger, apenas transcurridas unas décadas, en todo su dramatismo.
La ideología militar voluntarista que hizo del marxismo una caricatura surgió en un momento histórico caracterizado por la radicalización de la lucha de clases en la Europa continental, por la acción de millones de individuos para desterrar el autoritarismo de las monarquías feudales todavía existentes y por la acción del proletariado europeo organizado para derrotar al expansionismo imperialista en la Europa de principios del Siglo XX.
Es ese estado de cosas el que propicia su emergencia, pero, ¿a raíz de qué contenido teórico elaborado como ideología?
A dar respuesta, o procurar dar respuesta a esa inquietud, dedicaremos varios de los próximos capítulos.
Pero antes tenemos que formularnos la siguiente pregunta: ¿Qué fue lo que cayó estrepitosamente y por su propio peso cuando se derrumbó el denominado socialismo real o estalinista?
Un sistema “que tenía como pilares la propiedad estatal absoluta, el Estado fundido con el Partido único, el poder económico y político en manos de una nueva clase, la burocracia, la negación de toda forma de democracia, el expansionismo soviético y las relaciones de dominación y vasallaje con los llamados países hermanos socialistas”.
Pero ¿cómo es que la Revolución Rusa que condujo con temple y brillantez táctica Vladimir Ilich Lenin derivó hacia el autoritarismo?
Luego de señalar que la democracia es un proceso que jamás concluye, puesto que cuanto más democrática es la participación política de los individuos en la elaboración de los instrumentos, normas e instituciones para perfeccionar sus condiciones de existencia más política – es decir, más culturalmente plural- es la democracia misma, uno de los muy pocos filósofos marxistas originales de América Latina, el hispanomexicano Adolfo Sánchez Vázquez, sostuvo hace ya más de veinte años:
“No se trata de negar la llamada democracia formal – (el estado de derecho con su sistema de garantías para el ejercicio de la voluntad general y el control del poder en medio del sistema capitalista de producción o de cualquier otro) en nombre de la real, o de la representativa en nombre de la directa, pues como hemos visto la negación y no la superación de ella, como demuestra la experiencia histórica del “socialismo real”, conduce a la negación de toda democracia. Es lo que vaticinó (que ocurriría) y se cumplió, Rosa Luxemburgo, al disolver los “bolcheviques” la Asamblea Constituyente y entregar “todo el poder a los soviets”, lo que al final se tradujo en la desaparición misma de los soviets como forma de democracia. (Y) no podemos dejar de reconocer también, en este punto, que la cultura política de la izquierda, incluida la latinoamericana, ha tenido una veta autoritaria antidemocrática, no sólo al negar el valor mismo de la democracia, sino incluso, al negarla internamente en sus propias organizaciones”.
Esto es, nos dice Sánchez Vázquez, la caracterización y por lo tanto el diseño institucional de la democracia, constituyó el problema principal de la revolución, y el debate sobre las vías para iniciar el proceso de superación de la sociedad dividida en clases anuló la reflexión serena sobre ese problema fundamental de la civilización.
Pues como puede observarse con persistente evidencia empírica al estudiar el proceso histórico entero de la civilización, la democracia no es ni burguesa, ni proletaria, sino que es la forma en que se expresa y procura institucionalizarse en las relaciones sociales la racionalidad política inmanente al fenómeno humano.
Otra cosa es cómo se contiene la resistencia salvaje por parte de los grupos de privilegio a todo proceso de transformación igualitaria de la sociedad, otra cosa todavía más compleja es cómo se resuelve –universalmente, como enfatiza Marx – la dialéctica entre las lógicas del capital y la política y todavía otra cosa , tanto o más compleja que la anterior, es la forma en que en el momento en que se inicie realmente el proceso de superación de la sociedad dividida en clases se instrumentaliza, casi inmediatamente a que el proceso comience, PUEDA COMENZAR, el lento “adormecimiento”, según la expresión de Engels, del Estado mismo.
En un momento del Siglo XX, la vulgarización del marxismo adquirió un carácter grotesco, dogmático religioso, militar voluntarista, escolástico, todo a la vez.
En los próximos capítulos procuraremos comprender por qué eso ocurrió, pero para concluir este capítulo bien vale la pena recurrir a un poeta con sentido del humor, esa rara especie, frecuentemente dotada de sublime intuición.
El texto pertenece a Roque Dalton, del libro «Poesía», publicado en la República Socialista de Cuba:
Por las dudas
Carlos Marx / maravillado ante una mariposa.
¿Es que eso / tiene algo de confesión?
El Secretario General del Comité Central / se mete el dedo gordo en la nariz. / Por el contrario, / eso, / ¿bulle de humana hermosura?
El bello niño / recién expulsado de nuestras filas, (pero aún bello)
recibe un tiro en el ojo / y todos los buitres del mundo
piden permiso para entrar en la ciudad.
Oh, mariposas para enmudecer!
Ah, oficinas de la Revolución!
Lo que soy yo me compro una pistola.
(Roque Dalton fue asesinado por ese tipo de marxistas que creían poseer la verdad como un don revelado).