El calor comienza a hacerse notar. Las máximas están cada día uno o dos grados por encima del día anterior. La brisa mueve el aire sin refrescarlo.
La dinámica de la música improvisada tiene un componente de magia que como el amor, está o no está. A veces un conjunto de músicos virtuosos no logran encontrarse. Será que falta un liderazgo, será que la melodía elegida no consigue llamar a todos. Entonces se oyen varias músicas que conviven sin hablar. Un poco como los matrimonios cuando la rutina los reseca.
Uno escucha que el saxo tenor suena perfecto, que la química entre batería y bajo es envidiable, pero no conversa con la voz o el piano. Hacer música tiene ese componente. Ese algo indecible que se nota cuando no llega a la cita. Porque cuando todo rueda bien, tendemos a asumir que eso va de suyo.
Lo lindo de ver en las jams es eso, la búsqueda de los músicos por encontrar sus tiempos, sus melodías, el fraseo que empalme con el de otros. Uno asiste en primera fila, cómodamente sentado en la jazzera a una investigación que tendrá sus resultados. Al final, dedos sobre los teclados o soplido en el hueco del saxo, están siempre buscando un pulso que vibre con otros. Y eso es una maravilla.
El asunto se juega de una manera completamente diferente en el escenario principal de la Manzana 20.
Frederico Heliodoro y los músicos que conforman su trío traen encima horas de música compartida y ensayada. Un teclado a cargo de Agenor de Lorenzi, una batería en las sabias manos de Gabriel Bruce y el bajo de cuatro cuerdas y cien pedales de Heliodoro producen un sonido potente, ajustadísimo y, sobre todo, electrificante. Contagioso. No en vano son los primeros artistas que este año se vieron forzados a realizar dos bises.
El fraseo y el rango vocal de Heliodoro se parece mucho al de Caetano Veloso. El teclado, cuando cobra protagonismo tiene una resonancia que va desde el Herbie Hancock de Watermelon a los momentos más prog de Serú Girán. La batería tiene un toque funk en cada golpe, en cada silencio. Sea jugando con los platos y el hi-hat, o marcando en cada golpe del redoblante, es una permanente invitación a mover el cuerpo.
El bajo de Heliodoro tiene cuatro cuerdas, que el músico que viene de tocar con Milton Nascimento utiliza con maestría. Pero mucho del sonido está en los pies. En las pedaleras que transforman su instrumento en un bajo groovero o la más distorsionada de las guitarras para producir una música potente, cargadísima en los riffs, delicada en los arpegios, contundente cuando el punteo vibra lleno de efectos. Por momentos pareciera que Yes tomó el escenario para hacer un set de MPB.
El público lo sintió desde el inicio, con un entusiasmo que reclamó bises y aplaudió de pie a rabiar.
Encarar el escenario luego de tamaño espectáculo no resultó una tarea fácil. El conjunto Mixturas, ganadores del concurso JALC – UTEC, con invitados especiales como Sofía Maddalena, la coloniense vocalista del grupo Zenit, que cantó dos temas, Adrián Plachta, que acompañó con su guitarra -esta vez desprovista de efectos- en otras dos, cumplió con lo suyo.
Su música es mucho más académica, con toques de free jazz, alguna pincelada que la arrima al prog rock, y una sonoridad -sobre todo en los primeros temas- que deja un cierto sabor a los primeros dos discos de Chicago. En lo personal me resultó una música que apunta más a la cabeza que al cuerpo. Demasiado cerebral para mi gusto -y nada más personal que los gustos de cada uno-, sobre todo después de la fiesta que había dejado instalado el trío brasileño.
A veces la música te pega en el cuerpo, te toma y te lleva derechito a la pista (Como pasó con los Oído Obsoleto). Otras veces te envuelve, y te permite el disfrute desde cierta contemplación (tal el caso de Grossman-Gaggero, o de Demian Ornstein e Hikaru Iwakawa). A veces te deja con un sentido de extrañeza, de ajenidad. Como cuando la invitación no te llega.
Quizá después del derroche de swing que habíamos visto, el cambio en la propuesta resultó un poco fuerte. Ajustado, ordenado, sin lugar a dudas muy bien ejecutado, pero en un registro que es de otra exigencia.
Fue, en definitiva, una noche que nos dejó conversando sobre lo visto y oído por más de dos horas, copa de vino en mano. Y eso, en una noche cálida, acompañados por los grillos -a los que solo nos falta bautizar- es siempre motivo de celebración-
Para hoy nos esperan, en dúo Fabio Cadore y Hernàn Jacinto, además de la Orquesta de la UTEC