Viernes 9 de diciembre de 2022
En Perú las cosas se resuelven sin demora. Apenas sacudido Castillo de sus sueños de dictador, el Congreso no dejó que reinase el caos más profundo y de inmediato hizo jurar a quien fuera la vicepresidenta, Dina Boluarte, como Presidenta. A presidente destituido, presidenta puesta. Todo rapidito con el apoyo no solo de las Fuerzas Armadas y la clase política prácticamente sin excepción, sino también de la propia ciudadanía cansada de las exacerbadas ideologías izquierdistas de Castillo y de sus incontables denuncias de corrupción. Dina Boluarte es el sexto presidente que se instala en Palacio Pizarro desde 2018, lo que demuestra la frágil sobrevivencia de los presidentes peruanos en ese bello lugar.
A la luz de la historia reciente de Perú, quien asume la presidencia lo hace a sabiendas que su destino es incierto. Y lo más suave que puede sucederle es que la destituyan. Ya sabemos que varios presidentes terminaron en la cárcel, otros se encuentran fugitivos y uno prefirió suicidarse. Dina Boluarte lo sabe. Más aún que ella asumió como vicepresidenta por el mismo partido político de extrema izquierda del destituido Pedro Castillo, “Perú Libre”, aunque renunció a él luego de públicas discrepancias con el fundador y secretarios general, Vladimir Cerrón. Tal vez por ello no dudó un segundo en condenar a Castillo: “Rechazo la decisión de Pedro Castillo de perpetrar el quiebre del orden constitucional con el cierre del Congreso. Se trata de un golpe de Estado que agrava la crisis política e institucional que la sociedad peruana tendrá que superar con estricto apego a la ley”, escribió en Twitter.
Juró “por Dios, la patria y la Constitución” y de inmediato aclaró que “de acuerdo con la Constitución Política del Perú, desde este momento y hasta el 28 de julio de 2026”. Con todo, ayer jueves declaró que no se niega a adelantar las elecciones y reconoció la inestabilidad que vive el país. Habrá que esperar la marcha de los acontecimientos. La Presidenta está muy consciente de las dificultades que deberá enfrentar como primera autoridad de Perú, con un Congreso siempre alerta y dividido y una ciudadanía agotada de la mediocridad de sus gobernantes. Por lo menos las Fuerzas Armadas se han mantenido dentro de la ley.
“La inestabilidad del Perú no es de ahorita”, dijo. Pero consciente de ser la primera mujer en asumir como Presidente de Perú, luego del juramento y palabras de rigor, aludió a su ser mujer: “Tengo el alto honor de estar en este pleno para saludar a todas y todos los peruanos que no sin legítima razón vienen observando esta difícil coyuntura que nos pone a prueba a todos. Antes que política soy una ciudadana y madre peruana que tiene pleno conocimiento de la alta responsabilidad que la historia pone en mis hombros. Atendiendo a esta responsabilidad va mi respeto con los millones de madres peruanas, que son la base del coraje y la peruanidad”. Palabras propias de una política-mujer que de entrada quiere ganarse el apoyo femenino.
No, la inestabilidad política de Perú no es de ahora. Sabemos que no lo es. Pareciera formar parte del ADN de la clase política peruana. Con todo, lo importante para Perú en estos momentos, ya fuera el centro catalizador de la crisis, es tranquilizar al país. El Congreso la apoya, si hasta Keiko Fujimori la felicitó, pero Dina deberá darle nuevo horizonte a su discurso. Olvidarse de un proceso constituyente que los peruanos rechazaron, aminorar el lenguaje agresivo, radical, propio de su sector político, “Perú Libre”. Dina está consciente, además, de que la mitad de Perú no votó por ellos en las presidenciales, y la polarización social no debe exacerbarse más todavía de lo que ya está.
Dina Ercilia Boluarte Zegarra, la abogada de 60 años cumplidos en mayo pasado, tiene en sus manos el inicio de la recuperación de la estabilidad política y social de Perú, un país que debe de una vez modificar su ADN de disrupción ejecutiva. Entre sus primeras medidas, se cuentan solicitar una tregua al Parlamento “para instalar un gobierno de unidad nacional”, señala el diario limeño El Comercio de ayer jueves. Solicitó, asimismo, siguiendo con el periódico citado, “apoyo de la Fiscalía de la Nación y la Procuraduría Pública “para ingresar sin medias tintas a las estructuras corrompidas por las mafias al interior del Estado”. Tuvo palabras también para las Fuerzas Armadas y lo que ella llamó “los nadie”, los más desposeídos “para que tengan la oportunidad que históricamente se les ha negado”.
En qué va a terminar toda esta crisis peruana. Solo el tiempo nos lo dirá. Pero por el bien de Perú y de la buena convivencia en la Región, esperemos que sí comience a modificarse ese ADN disruptivo que como un estigma carga la clase política del Perú.