La noche del jueves “El vaporcito del Puerto” cambió su travesía. Dejó atrás el olor a salitre típico de la costa gaditana y lo cambió por el de la madera ardiendo en un asado, transformó el acento de su carnaval convirtiendo las chirigotas en murgas y se empapó de ritmo de candombe, todo esto al llegar a la costa uruguaya. A su paso por aduana, tuvo algún que otro problemita, un ataque pirata que dejó unos cuantos discos confiscados. Pero nada que el capitán del barco, el cantautor gaditano Javier Ruibal, no pudiera compensar con su simpatía.
Fue la sala Camacuá la ubicación elegida para el desembarco, situada en rambla sur y con una estética anclada en el tiempo que hace de ella un lugar único para disfrutar de la oferta cultural que ofrece Montevideo. El sonido de una guitarra clásica ambientaba la espera y el humo de colores anunciaba lo que estaba por venir, las canciones con aire rioplatense de Pablo Fagúndez que abrieron una noche llena de música y sentimiento. Como también anunciaba lo que estaba por venir el flamenco vestido de lunares blancos de una brillante Betina Chaves al violín.
“Un honor tocar con uno de los mejores cantautores hispanos”, dice Pablo Fagúndez entre tangos y milongas antes de presentarlo. Javier Ruibal, mago gaditano de la palabra y la melodía, pregonero del carnaval de Cádiz que tanto nos acerca a aquella orilla, mezcla en sus canciones ritmos flamencos, carnavaleros y sefardíes.
“Siempre que vengo a Uruguay tengo ganas de volver a la semana siguiente”, afirma Ruibal arrancando los primeros aplausos y envolviendo al público con el sonido de su guitarra doblemente enchufada, un delirio de cuerdas. Como delirio es también la situación que vivió en la aduana de Argentina cuando no le permitieron entrar al paisito con los discos que traía para vender, “tráfico ilegal de emociones”, lo llamó él.
No falta un guiño a la política española, una divertida canción que habla sobre una línea aérea “lowcost” llena de amor y gaditanismo y la idea de hacer un puente entre Montevideo y Cádiz para poder disfrutar de los dos carnavales en febrero. “Un año voy a venir al carnaval”, anuncia mientras afina las cuerdas de su guitarra, que esta noche está rebelde.
“Ah, la flor de Estambul”, susurra alguien entre el público cuando suenan los primeros acordes de una de las composiciones más famosas del maestro Ruibal. “Las canciones dicen lo que dicen, lo que pasa es que uno tiene que presentarlas y decir algo sobre ellas”, reconoce el cantautor mientras empieza a entonar “Tu nombre”, otro de sus grandes éxitos.
Y es que la distancia entre las dos orillas es sólo una cuestión de kilómetros y no emocional, como deja claro el cantautor del Puerto de Santa María cantando y contando la historia de la playa de la Mulata con la colaboración del músico uruguayo Daniel Drexler.
“¿En la aduana se puede comprar el disco confiscado?” pregunta un espectador. Y es que surcar las olas con esta tripulación ha sido una experiencia mágica. El barco zarpa, esperemos que pronto vuelva a avistarse a lo lejos desde el puerto, con su vaivén gaditano y cargado de melodías.