Una vida de búsquedas y esperas.
Cuando Sergio Fernández Cabrera fue el telonero de Egberto Gismonti, este le dijo: “Tienes que tocar tu música, ellos la están esperando, tienes un ángel”
-El contacto humano, el ida y vuelta con el público, el relacionamiento con otros actores de un acto artístico como por ejemplo técnicos y personal de un teatro ¿qué factor juega para un artista?
-Si, un artista se fertiliza mucho con la devolución de las otras personas que están en el arte, en un país donde no es tan común esa devolución, quizás miedo a la ternura, a la espontaneidad, a jugarse un abrazo o un reconocimiento o una crítica.
-¿Qué músicas escuchabas en tus primeros años, en tu niñez, en tu adolescencia?
-Era como un colagge de músicas. Por ejemplo tango, folklore sobre todo el de Argentina, la primera etapa de los Olimareños, Osiris Rodríguez Castillo. Murga, era muy fanático de la murga. Recuerdo específicamente un disco de Asaltantes con Patente del 68. Música brasilera, Sergio Méndez, eran los discos que estaban en casa.
Algo de música culta europea, algún disco de Andrés Segovia. Algo de Beatles, pero fundamentalmente tango y folklore, eso era lo que movía. Y bailaba, me encantaba bailar a los 8, 9 y 10 años.
En mi caso por suerte no tenía una concentración en ninguna de esas músicas y se formó como una memoria afectiva de un abanico de muchas cosas, que se fueron haciendo como un músculo formado con todo eso, que creo que me definen como músico.
Después sí me especifique en la música académica, pero nunca abandonando la música popular. Y en cualquiera de las dos trate de acercarme con un conocimiento de causa, no solo intelectual sino también emocional.
-¿En qué lugar como músico te sentís en plenitud, intérprete, compositor, director o arreglador?
-Como compositor.
-Recuerdo un ciclo que hiciste con Jorge Camiruaga ¿Cómo fue tu experiencia en estas presentaciones?
-Jorge es un gran músico. Somos dos personas bastante diferentes, yo aprendí mucho en ese momento, hice mis primeros apuntes para vibráfono, ideas para vibráfono con guitarra. Después Jorge intervino en mi disco “Ástara” que se editó en 1997.
-Te sentís cómodo como improvisador…
-Sí. Yo he estado años tocando repertorio de la guitarra académica, entonces tocas autores de todas las épocas y eso requiere un tipo de concentración, aunque con lo de la concentración hay como un tabú. Requiere un tipo aproximación, de lectura de uno mismo, lo corporal, lo emocional, lo intelectual. Y lo otro es otra cosa, también muy diferente.
Las dos cosas necesitan de una gran confianza, porque al improvisar no importa si vas a tocar mil notas o tres notas. Pero el sentido es que tenga fluidez, de poder decir algo, que tenga algún asidero. Claro que para improvisar me tengo que reprogramar, pero me siento muy cómodo en ese rol. Con Martin Muguerza, Roberto De Bellis, alguna vez que tocamos con Luis Ferreira, Popo Romano, ahí si utilice mucho la improvisación, claro, no eran estándares de jazz, pero si había un planteo armónico de improvisación.
-¿Reconoces en tu “tocar” o en tus composiciones vestigios del jazz, del blues o del propio rock?
-Si, a veces es casi subliminal, a veces no es tan subliminal. Yo no fui un escucha constante de esas músicas, pero si intenso. Quizás del jazz sí, pero considerándolo como un abanico muy extenso, hay mucho de afro. Lo que es Herbie Hancock, un mundo, hubo un disco de él que me marco en mi adolescencia, algo de ese disco, una célula quizás, no recuerdo el nombre pero había varios temas en ese disco donde cantaba una africana que hacia cosas como muy austeras con la voz. Me dio vuelta la cabeza esa mujer y de alguna manera me marco para varias obras que yo después escribí, no de jazz, para obras para grupos vocales y orquestales.
También discos como, Return To Forever, impresionante, eso sí me marco, no tanto estilísticamente, pero si emocionalmente. También del rock más bien del rock clásico.
Me gustaba Quenn. Me gustaba y me gusta Led Zeppelin. Hoy en mi repertorio hago versiones de Los Beatles como LetI t Be, Day Tripper y Eleanor Rigby, quizás los toqué ahora en la gira por Rusia.
Cuando vino Jethro Tull me contrataron como director preparador, o maestro preparador de la orquesta que iba a tocar con ellos. Un honor haber conocido tremendos músicos.
-A los 18 años comenzaste tu actividad artística ¿Cómo fue el proceso de encontrar un punto de encuentro entre el lenguaje académico y el de la música popular como el candombe, el tango y la milonga?
-Si, esa es la crisis más rica que yo mismo alimenté. Tenía una profunda necesidad de encontrarme con esos dos lenguajes, esas promesas que uno se hace cuando es niño, las personas se hacen promesas, como artista uno se hace promesas de alguna forma. El arte es como la vida, el arte de ser artista es ir resignificando los conceptos que son tabú en la sociedad y en la sociedad cultural por supuesto también, éxito, lindo, feo, fácil, difícil, rápido, lento. Yo fui mi primer laboratorio, también lo aplico aquí en la Escuela Universitaria con mis alumnos. Tuve un sentido de espera para que se juntaran esas distintas músicas, dentro mío se dio para que se mixturaran de forma real.
No tenía apuro, apenas 18 años, de alguna manera yo estaba queriendo escuchar un futuro mío. De alguna manera el arte es eso, la búsqueda y la espera. Obviamente a esa edad no me creía un artista, pero sentía que ese camino era inexorable.
La primera vez que fui a ver un concierto a la Biblioteca Nacional, en ese momento tocar ahí era lo máximo, estaba estudiando todavía. Recuerdo que le dije a un amigo mío con el que fui al concierto, aquí voy a tocar dentro de dos años, no tenía apuro y finalmente fue así.
En el año 1985 tuve una crisis, a pesar de ya haber dado conciertos y haber compuesto varias obras, sentí que tenía que hacer una pausa. No tenía apuro. Casi completamente no di más clases, ni di conciertos. Me dediquéa vender comida. Fue algo que generé yo. Tenía que concentrarme en mi música, tenía que buscar, hacer mi camino. Me concentré a estudiar, ver como amigar la fluidez de la improvisación con la técnica académica. Entonces empecé a hacer mi propio laboratorio. Como trabajar una rítmica más afrouruguaya en determinado aspecto de purismo, cada lenguaje requiere su técnica. Tampoco creo que toda la música tenga que ser purista. Me encanta la aspereza del polaco Goyeneche cantando, como tocan algunos guitarristas de tango o de blues.
Este fue un momento crítico pero riquísimo. No lo tomé con angustia pero sí me preocupé y ocupé.
-¿Cuáles estilos y músicos en particular han tenido mayor influencia en tu música?
-La respuesta puede parecer un poco soberbia, no tengo un músico que pueda decir: éste me marcó para siempre. Hay músicos que yo conocí mucho después de que hice músicas y que después gente me dijo, mira tal tema tiene algo de tal músico. Y ahí tengo que reconocer, que sí, son tendencias.
Hay un músico sí que me influyó y es rarísimo, algo escuché en algún momento de mi vida, en mi adolescencia, creo que en radio Sarandí donde él tocaba que sí me influyó, y es Jaurés Lamarque Pons, aunque no tenía conciencia de la magnitud. Después tuve un vínculo con la música de él y con su forma de vivir. Podría decir que como Argentina tiene a un apóstol como Piazzolla, en Brasil podría ser Villa-Lobos. El mío seria Lamarque Pons. Creo que él escribió música con esa proyección desde lo popular, pero con conocimiento de causa, no como de algo que miro de afuera.
Trabajo en lo que se llama “la articulación” Convengamos que articulación es diferente a hablar. Cada música tiene su propia articulación, como así cada idioma.
Leí mucho un libro de Bauman y su teoría de la modernidad liquida “Arte, ¿Líquido? ‘se llamaba. “El arte nace y perdura desde la conciencia que sólo los humanos tenemos. El impulso creativo de los artistas nace en su afán por inmortalizarse a sí mismos y lograr una existencia eterna, es decir dejar huella dentro de la sociedad en la que vivieron y que ésta propague sus trabajos.
El arte sólo perdurará si no está al servicio de alguna función práctica y mundana, si no se convierte en una herramienta o en recurso para la supervivencia hasta consumirse cumpliendo su función. El arte no debe de ser en ningún momento útil o funcional, porque perdería totalmente el sentido de su existencia”
-¿Te consideras un creador de atmósferas?
-Sí, me interesa mucho la creación de esos estados. Busco por todos lados, de todas formas, leyendo, mirando, hablando. Todo eso después se concentra en lo que sería “mi dominio” Y esa atmosfera hay que generarla en el escenario. Un artista tiene que generar algo, tienen que ocurrir cosas. Eso no lo da el estudio, lo da una especie de salvajismo y de especulación que tiene que ser atrevido.
-Fuiste nombrado director del proyecto “Orquesta de Cámara Infantil” para Aldeas Infantiles, seguramente fue un gran desafío ¿Cuál fue la meta que te propusiste y cuál fue el aporte de este emprendimiento a tu experiencia musical y humana?
-Eso fue un proyecto que duro un año y medio, un gran desafío y una experiencia muy importante para mí. Fue un proyecto que apadrino Federico García Vigil, con quien tengo una relación muy linda. Yo me formé como director de orquesta con él. La embajada China donó 30 instrumentos de cuerda. Yo creí en ese momento que debíamos hacer talleres de sensibilización, haciendo un enriquecimiento de los niños de una forma más saludable, y no exponerlos. Había algunas personas de Aldeas que pensaban que eso ya tenía que funcionar dando conciertos y mostrándolos. Yo pensaba que había que cumplir un proceso primero. Desde el lado humano fue una experiencia que me movilizó.
-Clases particulares, talleres para músicos en Argentina, Brasil, Israel y Colombia, y de un buen tiempo a esta parte Profesor adjunto de Música de Cámara de la Escuela Universitaria…
-Si, desde el 2011 “Práctica de Conjuntos” que es una visión de lo que se llama Música de Cámara. Una mirada más específica en técnicas de tocar en conjunto.
-¿Cuánto tiempo ocupa tu actividad como docente?
-Bastante, porque el tiempo no es soóo lo que se llama “tiempo cátedra”. Hay que preparar y es una materia que se divide en 7 semestres. Existe el problema que a veces se agrupan estudiantes con instrumentos para los cuales no hay mucho repertorio de repente para ese nivel. Cuarteto de cuerdas hay millones, dúos de guitarra hay bastantes, violín y piano ni que hablar, canto y piano también. Pero cuando ya se empieza a complejizar y justo viene tres estudiantes que tienen que hacer práctica y por ejemplo uno toca la viola, otro el chelo y otro el contrabajo, si quieres hacer cosas acordes en contenido, bueno, hay que hacer adaptaciones e incluso escribir, períodos de escritura dedico mucho tiempo. Para los períodos 1 y 2 hago lo que se llama “estudios”. Una vez se dio un grupo de práctica que eran 8 guitarras, dos pianistas, una flautista, un contrabajista y una cantante. Ahí hice un “estudio” que le puse “Estudio de Resonancias”. Tomé una poesía de Robero Juarroz que yo adoro, y lo contextualicé en un discurso musical donde la cantante lo hablaba con un ritmo escrito. En este semestre adapté, les versioné, a 3 alumnos, un trío de Chelos, una obra de Lamarque Pons que se llama ´´7 Milongas Rioplatenses y 7 Tangos para piano´´ Y es una verdadera música clásica uruguaya esto.
-¿Sentís que te falta tiempo para tener un encuentro más íntimo con la guitarra, es decir de esos momentos que uno se libera de las actividades diarias o rutinarias para poder estudiar, experimentar, componer?
-No separo el dar clases, del leer y escribir. Porque yo me forme así, es una retroalimentación. No siento que me falte tiempo, me considero polígamo en ese sentido. Hay muchos momentos íntimos con mucha cantidad de cosas. Revisando una obra, leyendo una obra que me interese, escribiendo un apunte y hasta escribiendo textos paralelos a las obras.
-Cómo se dio tu trabajo junto a la siquiatra Margarita Miquelarena y la posterior publicación «Más allá del estrés»…
-Un día cuando hacia un ciclo en Casa Del Teatro, Luis Cerminara me dijo que me habían llamado, y me dio un número de teléfono, era por una entrevista en la que me habían escuchado. Después hable con ella y me contó que le había gustado mi posicionamiento como músico con respecto al pensar sobre determinadas cosas y me invito a hacer un taller. Yo ya hacia talleres de percepción. Después se editó un libro con un cassette con música.
–Ante la Asociación Uruguaya de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares presentaste tu proyecto ‘Construcción Del Tercer Espacio»
-Hace unos cuatro cinco años a trevés de una psicóloga especialista en psicología vincular, recibí la invitación para dar una charla en un ciclo que la Asociación hizo y que se llamaba: “¿Lo intersubjetivo?” También fue invitada gente de teatro, gente vinculada al psicoanálisis por supuesto. Siempre me gusto escribir sobre los “procesos” y ordené unos escritos que tenía a los que le llamé “La Construcción del Tercer Espacio” que significa, eso que ocurre entre dos o más personas, cuando ocurre algo. Dos artistas, dos actores, dos iluminadores, cuando hay algo que no ocurre, cuando ocurren “nudos”. En definitiva seria el readaptarse y sacar adelante un proyecto. Fue una bendición para mí la devolución que tuve de esa charla, ya que ellos lo veían con ciertos paralelismos a lo que es la clínica psicoanalítica. Desde ese momento hemos tenido con Ana Mokszansky un gran relación hasta el punto que la he invitado en la Escuela De Música Universitaria a un curso de educación permanente que le pusimos “Lo Vincular y La Música”.
-¿Qué le podrías decir, algunas palabras para la los músicos que recién están empezando?
-Es muy importante lo que dice Bauman sobre “arte sin estética y estética sin arte”. A mí lo que me parece fundamental y que esa es la gran pulseada que hay que sostener es: hasta qué punto yo hago lo que quiero y hasta qué punto hago lo que me conviene hacer, para tener cierto retorno, no sólo de dinero hablo, también de aprobación. Hay que “pensar” como uno quiere componerse a uno mismo, pensar en las decisiones que se tienen que tomar y que en muchos casos pueden llegar a ser heroicas. Cuando escucho productores y hablan de cómo producen y como “colocan” a un músico o a un grupo, la verdad me siento que soy de otra cultura, de otro planeta.
-Te vas para Rusia, antes das un concierto…
-Si, salimos de gira y antes hacemos una presentación aquí en la Escuela Universitaria el 20 de mayo con el ´Astara Cuarteto´, un nuevo disco y un grupo con el cual ya hace más de un año y medio que tocamos: Ignacio Correa, Oscar Redón y Guillermo Echevarría. Este nuevo disco se terminó de grabar y lo va a editar Perro Andaluz.
Es de destacar la increíble predisposición de Angel Atienza. Un disco que tiene momentos especiales, hay algunas palabras preciosas que escribió Juan Falú, también palabras de Federico García Vigil. El arte de tapa de Clever Lara quien lo creo especialmente para este disco.
En la gira vamos al Festival Internacional de Guitarra en Kaluga, donde tenemos dos conciertos, después nos vamos a Moscú, donde tocaremos en el Centro Cervantes, de ahí a San Petersburgo, un concierto en el Centro de Lenguas, donde quizá también de una charla.
Quiero destacar que el Ministerio De Cultura nos facilitó los pasajes, gestionados por Luis Mardones, que es el asesor de la Ministra de Cultura. Porque es necesario y muy importante criticar cuando las cosas se hacen mal, también es obligación decir cuando las cosas se hacen bien. De lo contrario el sistema sería más perverso de lo que es.
El repertorio que llevamos son cuartetos escritos originalmente para guitarra, hay varios que tienen mucho de un trabajo de lo afrouruguayo y nos llevamos una versión de “La Mama Vieja” de Eduardo Mateo.
Imagen portada: Sergio-Fernández – Foto gentileza del entrevistado