
Apuntes para una teoría de la democracia avanzada.
Capítulo IV
El Manifiesto Comunista es un panfleto. El más sofisticado panfleto de la historia de la literatura política universal. Se trata de un programa general orientado a exponer las causas por las cuales resulta necesario y posible a la sociedad participar de procesos de democratización de las relaciones sociales con el objeto de ubicar en el centro del desarrollo a los seres humanos.
Como se viene un tiempo en el que la sociedad mundial tendrá que estimular, incentivar, desde la política, la generación de las condiciones para sustituir sociedades fragmentadas y polarizadas, sociedades demandantes y burocráticas, por sociedades de productores en condiciones de autonomía respecto de las formas monopolistas de concentración de la riqueza, su lógica tiene todavía actualidad.
Tomando en consideración que la mayoría de los trabajos asalariados y burocrático institucionales clásicos serán realizados en el curso de las próximas dos décadas por robots y sistemas cibernéticos basados en inteligencia artificial generativa que imita el sistema neuronal del cerebro humano y que tuvieron lugar muchos procesos revolucionarios que cambiaron al mundo desde su publicación, los contenidos histórico-políticos no tienen implicancias prácticas.
Habían transcurrido unos pocos años desde la publicación del Manifiesto Comunista y uno de sus autores, Federico Engels, ya aseguraba que varias de sus caracterizaciones políticas debían ser actualizadas.
El documento contiene sin embargo algunas intuiciones geniales sobre el proceso de la civilización y una exhortación a la clase de los trabajadores asalariados para que asuman científicamente la dirección productiva y política en la conducción de la sociedad pues representan por su condición en las formas de organización del trabajo social en el capitalismo el interés general de la especie humana como especie humana.
Se trata de liberarse de la dialéctica capital – trabajo asalariado, que, por un lado produce dinamismo productivo y por otro, cada vez más graves procesos de deshumanización de las relaciones sociales.
Cuando redactaron el Manifiesto, todavía no habían desarrollado, los fundadores del socialismo científico, ni los contenidos todos de la teoría de la evolución productivo cultural de la humanidad que finalmente quedó expuesta en sus aspectos conceptuales esenciales en los tres tomos de El Capital y en los manuscritos preparatorios para la elaboración de esa obra ni todos los componentes teórico-prácticos del método dialéctico de interpretación / involucramiento transformador en y del devenir de la naturaleza y la sociedad.
No obstante, la osadía crítica de todo lo existente, de los prejuicios ideológicos de las estructuras jerárquicas históricas y de las inconsistencias teóricas de todos los utopismos y voluntarismos políticos, así como el esbozo general del estudio sobre las potencialidades de la especie humana para expandir la libertad en la experiencia real de la vida social e individual, impregna cada frase.
La valoración que pone de manifiesto que los seres humanos llevamos grabada en nuestra memoria genética la angustia de las privaciones que ponen en riesgo la propia vida, la intuición sobre la significación de esa singularidad en la actitud de las clases que al ocupar espacios jerárquicos en la organización de la reproducción de las comunidades humanas fueron adquiriendo posesiones y seguridades que no estaban luego dispuestas a perder, (el origen de la lucha de clases) así como la identificación de la esencia de lo humano en la aptitud productiva del ser social ya están, aunque todavía no científicamente expuestas, barbullando en el texto.
En la segunda apreciación aparece una afirmación en cuya importancia no reparé sino hasta en la novena o décima lectura, hace pocos años.
No era sencillo calibrar su importancia porque hasta el período histórico que se abre con la derrota del nazismo en la segunda guerra mundial parecía obvia, evidente, la significación tanto de la burguesía (el productor directo con disponibilidad de capital, estructurado en cada nación como clase por la necesidad de defender intereses comunes) como del proletariado, el portador de la fuerza de trabajo capaz de producir a cambio de un salario que comercializa “libremente” en el mercado de trabajo los más diversos bienes, obras y servicios.
El Manifiesto Comunista comienza así: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.
“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …
“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …
“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …
Después de concluir los estudios críticos sobre la economía política es probable hubiesen sustituido el término exterminio por el concepto de descomposición y disolución, o que hubiesen añadido (no necesariamente sustituido) esa perspectiva menos contundente, más dialéctica.
En cualquier caso, puede afirmarse, algo provocativamente, que en los últimos cuarenta / cincuenta años al mundo no lo ha dirigido ni la burguesía ni el proletariado.
Y que, además, cada vez son más acentuadas las contradicciones conflictivas al interior de todas las clases sociales y estamentos tecnoburocráticos estatal nacionales y privados.
La pérdida de relevancia del movimiento obrero en occidente obedece esencialmente a que renunció a participar del esfuerzo por dirigir al proceso de la civilización, que es a lo que lo convocaba el Manifiesto Comunista y se limitó a pactar, mientras estaba a su alcance acceder a ellos, con sus burguesías nacionales o gobernantes institucionales, condiciones generales de trabajo y acceso a sistemas de salud y educativos.
¿Pero en el curso del tiempo, por qué esa lógica siguió prevaleciendo, incluso cuando se observaban sus limitaciones?
¿Es que burgueses y trabajadores asalariados se han disuelto como sujetos sociales relevantes en el proceso de descomposición del Estado nacional jerárquico clásico que la conformación definitiva del mercado mundial pone, en esa forma clásica, en riesgo de supervivencia?
¿Es que ya definitivamente fueron desplazadas en su capacidad de incidencia real las burguesías nacionales por gerentes del capital corporativo monopolista global?
¿Se diluyeron en su significación en la trama jurídica y financiera monopolista que fue dando forma a la economía mundial del capitalismo avanzado, en la consolidación de enormes conglomerados corporativos, al estilo de los Fondos de Inversión como Black Rock, raramente dirigidos por productores directos, hacedores de industrias o productores rurales? ¿En la trama de poder de Estados Imperio esencialmente controlados por la articulación de la industria militar y esos mismos conglomerados globales que necesitan de un Estado neoimperialista para asegurar su prevalencia, su expansionismo sistémicamente necesario?
¿Han visto reducida su capacidad de influir decisivamente en los procesos de toma de decisiones por la necesidad instrumental de contar para gestionar la complejidad de la sociedad moderna con un ejército de tecnócratas?
¿Una aristocracia tecnoburocrática global ora actuando en la esfera pública internacional ora actuando como gestora de las corporaciones monopolistas privadas? Es decir, ¿fusionando los intereses del capital privado monopolista con los del Estado, porque únicamente un desarrollo capitalista dinámico inserto en la economía mundial aseguraba la posibilidad de reproducción, literalmente, de existencia, de la comunidad productiva singular en la que ello ocurría?
Sin una caracterización seria, no maniquea, del desenvolvimiento de las relaciones de producción y de poder en el estado actual del mundo difícilmente se pueda intervenir en una dirección orientada a democratizar las relaciones sociales y a fortalecer la capacidad de la política de procesar el desarrollo según el interés general de la sociedad.
Generalizaciones como las que enuncian el gobierno de oligarquías tecnológicas, estructuras plutocráticas despersonalizadas, desentendidas de todo lo que no sea asegurar la reproducción del proceso de capitalización / acumulación del capital, magnates confabulados del mundo de las finanzas o poseedores a partir de estamentos burocrático-militares de capacidad de disposición de recursos naturales indispensables para el futuro u otras figuras a las que demonizar pueden advertir sobre alguna tendencia, pero no dicen nada de nada sobre la causas de fondo de la crisis mundial.
La ultraderecha mundial ha usado a su favor esta crisis de significación de las clases sociales clásicas del capitalismo original durante los primeros trecientos años de su desarrollo y que fueron sustituidas en los procesos de dirección de las políticas de gobernanza por estructuras burocrático-estatales y privadas globales proponiendo su erradicación para abonar el retorno del productor heroico…
Se aludió antes en este escrito a las inquietudes que han formulado Pepe Mujica y Esteban Valenti sobre la calidad del proyecto transformador del futuro; preocupación que emerge del hecho de que fueron dirigentes revolucionarios que a la caída del Muro de Berlín quedaron huérfanos de formulaciones teóricas densas, padecieron la crisis del movimiento obrero, su pérdida en occidente de capacidad de influencia en los procesos de toma de decisiones globales y sólo lograron evitar que esa crisis los ubicara en posiciones apenas testimoniales de un pasado revolucionario por su tesón militante y porque en el Uruguay un grupo de dirigentes políticos geniales había dado forma al Frente Amplio.
El Frente Amplio de Uruguay fue una de las pocas fuerzas políticas de izquierda en el mundo que no se fusionó ni con las lógicas acríticas de gestión de la economía ni con los intereses de la aristocracia tecnoburocrática global ni con prácticas populistas, ni con prácticas posmodernas, (aunque fue permeado durante un período por algunas de estas expresiones propias de la impotencia de los estados nacionales para producir modelos de desarrollo en los estrechos límites de ese Estado nacional).
¿Por qué logró el Frente Amplio ese milagro? Se aludirá a ello en próximos capítulos, pero ahora prestemos atención a qué cosa es la aristocracia tecnoburocrática global y cómo se convirtió desde los países desarrollados en una estructural estamental paradójicamente necesaria pero parasitaria y con idéntica influencia en la descomposición de la democracia real a la que tuvo la burocracia autoritaria estalinista en la descomposición de la experimentación de formas de democratización radical de las relaciones sociales iniciada con la revolución bolchevique.
Es interesante hacer notar una evolución también semejante del vértice jerárquico de ambas: los más influyentes de los tecnoburócratas pasaron a ser propietarios o inversores en la economía real y en el mercado financiero. Y en ambos casos apañados consciente o inconscientemente por las clases medias con capacidad de ahorro que para consolidar el valor de esos recursos se convirtieron en especuladores o inversores amateurs o minoristas. Todo ello posibilitado por el desarrollo del sector servicios y la economía digital. Este fenómeno modificó sustancialmente la subjetividad de cientos de millones de personas en el mundo que creyeron que dejarían de ser trabajadores asalariados clásicos aun cuando en sus sociedades no se produjesen procesos de democratización orgánica de las relaciones sociales.
Generó la ilusión, a cientos de millones de profesionales en particular, de que podían al mismo tiempo ser asalariados privilegiados y protagonistas de los procesos de obtención de utilidades, accionistas, tenedores de bonos, etc.
Como se expondrán a continuación algunas generalizaciones que no pueden ser aquí desmenuzadas conviene subrayar que la humanidad no encontrará el modo de salir de la profunda crisis en la que está sumida mediante generalizaciones ambiguas o que sublimen tal o cual componente del movimiento objetivo de la sociedad y reduzca por lo tanto la significación de tal o cual otro componente. Sólo será posible lograr una interpretación de la totalidad concreta de los fenómenos en curso mediante la concatenación de todos ellos analizados científicamente, en sus relaciones y efectos orgánicos.
La clave de todo proceso de democratización de las relaciones sociales, tanto si comienza a desenvolverse a partir de un proceso revolucionario impulsado por una necesidad estructural de la sociedad, producir más y mejor para satisfacer más necesidades sociales (necesidades para el desenvolvimiento del mundo de la vida en una dirección que perfeccione las condiciones de existencia del ser social) como si se instrumenta gradualmente mediante practicas político estatales, es que intervenga en las formas de organización del trabajo social y en la formación científico técnica e intelectual del mayor número posible de los integrantes de la comunidad productiva, que eso son en su origen las naciones y muy especialmente debieron serlo en tiempos de competencia intensa.
La democratización de las relaciones sociales puede hacerse o bien socializando la producción en favor de comunidades de productores no monopolistas pero innovadores en busca de la excelencia, mediante estructuras productivas de gestión institucional pública o generando las condiciones para que cada vez más individuos cuenten con las posibilidades objetivas reales de involucrarse libremente en los procesos productivos no como trabajadores asalariados sino como productores.
Esto es lo que no hace ni la aristocracia tecnoburocrática global ni hizo la estructura burocrática estalinista, en tanto estamentos alienado el uno a la mera dinámica del proceso de valorización del capital y el otro a la gestión de sus propios privilegios como los calificó Lenin, parasitarios, constituyendo así orgánicamente una estructura a la que con desprecio Marx y Engels denominaban como “socialismo de cuartel”.
Como la afirmación precedente no es sencilla de comprender dediquemos unas líneas a exponer mejor la dialéctica del proceso.
La intervención de los tecnoburócratas estatal nacionales en el capitalismo original era necesaria para que los conglomerados de productores no se mataran entre sí, según una simpática valoración de Hannah Arendt, la intervención de los tecnoburócratas privados era necesaria para intervenir en el mar de regulaciones y disposiciones para acceder al crédito, disputar licitaciones, prevenir pérdidas, comprar funcionarios y entre otras muchas cosas, en los momentos de crisis, evadir impuestos…
También participaban ambas estructuras burocráticas en procesos orientados a organizar la propia existencia del Estado y el funcionamiento estable de la sociedad: promoción del comercio exterior, control de la calidad de los alimentos y fármacos, elaboración de políticas de incentivos o bloqueo al desarrollo de tal o cual emprendimiento u obra de infraestructura necesaria, producción de regulaciones para administrar conflictos entre intereses diferentes, y un extenso, muy extenso etcétera.
Esa la causa fundamental que explicaba su reproducción necesaria. Desempeñaban una función social o parecía que desempeñaban una función social
Cuando no se desarrollan procesos democratizadores, las estructuras de dirección se convierten sin embargo meramente en administradores de lo que existe, tanto si eso que existe es eficiente en el perfeccionamiento de las condiciones de existencia de la comunidad singular, los estados nacionales, como si no lo es.
Y en el momento actual las estructuras de dirección burocrático funcionales tanto de las instituciones públicas como de las instituciones internacionales e incluso de las empresas… no están siendo eficientes en la gestión del desarrollo…
La historia de la aristocracia tecnoburocrática primero estatal nacional, luego también corporativa privada y finalmente, la mayoría de sus componentes, miles y miles, también participando del capital especulativo y entrelazadas globalmente, no es difícil de exponer. Lenin, Weber, Kelsen, Miliband, Poulantzas y luego un tumulto de académicos se ocuparon de ella. Pero la significación política y su involucramiento directo en la gestión del capital ya no como gestora, sino como inversionista, no ha sido suficientemente estudiada todavía, aun cuando explica la aterradora, interesada, lógica guerrerista de casi la totalidad de las elites actuales de los países más desarrollados de occidente.
Herbert Marcuse (en un texto de recomendable lectura en estos días: «La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado”, de 1934”, anticipó el contenido de fondo que explica la emergencia de las prácticas antidemocráticas de algunas estructuras entrelazadas monopolistas y estatales que caracterizaron al fascismo y que vuelven a emerger, aunque en un escenario de relaciones de fuerza y tecnológico muy diferente al de entonces.
(Continuará)