¿Cuándo podemos decir que algo nuevo comienza a transformarse en un clásico? Quizá sea algo de difícil definición, o quizá no.
Lo que comenzó hace años en unos códigos QR, pintados en las calles de Montevideo -a iniciativa de dos amigos-, que luego se convirtió en un sitio web, donde se referencian canciones, historias y calles –montevideosonoro.uy-, que luego se aglutinó, junto a mucha investigación, diseño y cariño en un libro, cuadradito, muy lindo, rojizo de fondo en sus tapas, con un logo circular en la portada que identifica al proyecto.
En su sitio web y en YouTube se pueden encontrar varios videos realizados por algunos de los artistas, en algunos de los lugares donde las canciones hacen referencia.
También, al tiempo -en una especie de spinoff- otras personas tomaron la idea y con permiso de uno de los creadores del proyecto, e hicieron un programa de radio, basado en la idea primigenia de Montevideo Sonoro, recorriendo con historias y canciones las calles de la capital del Uruguay.
En 2024 una idea que lleva a Montevideo Sonoro a territorio vio la luz. La convocatoria fue a personas que estuviesen interesadas en recorrer una ruta diseñada por quienes conforman, en parte, a esta nueva versión del proyecto que no para de crecer y mutar.
Daniel Machín, uno de los creadores y curadores del proyecto, se suma con Carlos Dopico y Sebastián Casafúa. Este power trío de la cultura se amalgama de forma tal, que el producto resultante es para enmarcar.
Los auriculares de alta gama que brinda Domo Silent, la musicalización de Casafúa y el relato de Dopico hace que la experiencia sea única. Cada uno de los recorridos, por más que sea en la misma zona, es único, de eso no hay duda.
Por estas cosas y unas tantas más, podríamos decir que Montevideo Sonoro comienza a establecerse como un clásico en Montevideo.
El nuevo viaje
El punto de encuentro en este caso era el castillo del Parque Rodó. Uno de los últimos domingos de diciembre.
El público, que en breve se convertiría en cardumen humano, llegaba y comentaba sobre experiencias del estilo y el comentario general era que “no hay otra cosa igual”.
Algunas de las personas, al llegar, comenzaban a hablar de los recorridos pasados -el de Ciudad Vieja y el de Barrio Sur-, trataban de adivinar futuros recorridos, algunos, sin saberlo, lo estaban haciendo.
El público se seguía sumando. Entre la gente pasó otro grupo, rápidos como mecánicos de Fórmula 1, llegaron y armaron el lugar donde cada uno, o cada grupo, debía intercambiar su documento por uno, o varios, de los auriculares de Domo Silent, parte fundamental de la experiencia.
A medida que el público se iba poniendo en modo Montevideo Sonoro, ya sonaba música funcional para la ocasión. Una de las tantas canciones que llevan por nombre “Montevideo”, que no son pocas, pero para que tengan una pista, fue lanzada en 2024.
Un vals abrió la puerta, un vals que invita a escuchar por primera vez la voz de Dopico comenzando las historias. Se empezó a saber de porque el Parque Rodó se llama así, como se fue creando.
Mientras el vals seguía sonando, algunas cabezas se movían. Luego los pies y los cuerpos fueron ganados por las vibraciones de la música.
El grupo comenzó a escuchar las historias sobre el Parque Urbano, el Hotel, La Ramírez, sobre el Castillo que se levanta a las espaldas del narrador.
Por primera vez, este “Cardumen de luces rojas”, -en palabras de Dopico, por las cabezas con auriculares iluminados con luces rojas- se moviliza hacia otro lugar.
Vale destacar que los caminantes de este cardumen, se cruzan con otros caminantes, paseantes de feria, compradores casi de último momento de regalos que, suponemos, quedarán bajo un árbol en una nochebuena cercana.
La diferencia entre estos caminantes que se encuentran en esta encrucijada, es que, unos observan extrañados y los otros escuchan a Dopico hablando, entre otras cosas, de El Santino, famoso habitante de la zona.
Según en palabras de su “dueño” recogidas de radiopedal.uy “Es mucho más célebre y conocido que yo y que la mayoría de los músicos que conozco. No es el perro del Tussi; yo soy el dueño del Santino”.
Entre las historias de los lugareños, la música que suena, va este cardumen, flotando, en una corriente que lo deposita al lado del lago. El famoso Lago del Parque Rodó, lugar referente, como el Castillo donde inició el recorrido.
Al lado del lago, en las alturas, las notas que acompañan el relato de una historia casi cinematográfica, que podría haber sido narrada por Jim Jarmusch.
En los ojos de todos, comienza a llegar las primeras sombras de la noche. Dentro del parque se hace sentir.
A continuación un tango, de un contemporáneo y de los músicos más relevantes del Uruguay, Hugo Fatorusso. Al momento de estar sonando su canción en medio del parque, él estaba girando por Japón con el espectáculo Dos Orientales.
En el parque, dos bailarines imaginarios se cuelan entre la gente y mientras le sacan viruta al piso, Dopico, con una linterna en el pecho, ilumina la tablilla que sostiene al guion, continúa narrando lo que corresponde a esa parte del trayecto.
Mientras, a su lado, Casafúa hace las veces de operador musical asistente. Cambia canciones y balancea volúmenes, sube la música y Dopico se llama a silencio.
Un poco más allá, en una colinita, de las tantas que hay en el parque, Machín controla tiempos y cada tanto indica si hay que moverse de ese lugar para cumplir con lo planificado. También saca fotos, registros, documentos de un evento que ya pasó a la historia de esta capital.
Se sigue atravesando el parque, tanto que se pasa por la zona de las mesas de ajedrez y un par de parejas se ven inundados, pero no ahogados, por esta marea humana que los rodea.
El atardecer, casi como medido en tiempos, rompe ante los ojos desorbitados de la mayoría del grupo.
La música de fondo, la sugerencia de Dopico de parar y disfrutar, se podría describir que, como dijo Galeano sobre Diego, aquel niño que conoció pro primera vez el mar, el público “quedó mudo de hermosura”.
El cardumen atraviesa la feria, que se arma como en todo diciembre de un tiempo a esta parte. Cruza la calle, en un semáforo, vigilado por el grupo de personas que hacen la seguridad. Un plus al paseo.
Un clásico del humor, traído en tono de folclore, pasea al grupo por los juegos electrónicos del parque, un atractivo más de la zona.
La historia de los juegos y de las canciones que están atadas a alguno de ellos siguen enriqueciendo el transitar. Unos pasos más abajo, en la parte infantil del parque grande, un clásico que perdura.
Que ha visto pasar a “El Ocho”, calesitas varias, ruedas gigantes, cruzando la calle, a la “Alfombra mágica” y a la Montaña Rusa, que en su permanente giro, hacia adelante, o para atrás, cada tanto miraba al Tren Fantasma que tampoco está más.
Un tema que supo acompañar a “Lluvia de amor”, “Nancy & Sid” y a “Sangre y Rosas”, como otras canciones, en aquel “En vivo en el auditorio” de 2001.
Se sigue rumbo a “Los Boliches” lugar de reunión de jóvenes y no tanto. Esta zona gastronómica/musical ha albergado muchos shows y llega la música electrónica.
Una vez en la rambla, en otro estilo, tan diametral como opuesto, se presenta la deidad de la religión afroumbandista que representa a la madre de todos los seres vivos, la reina del amor y la dueña de los siete mares, Iemanjá.
La (playa) Ramírez se abre amplia para el grupo, así como lo hace con las personas que cada segundo día de febrero se acercan a la orilla para ofrecer y dejar sus flores en mar.
Luego de contemplar el horizonte de una Montevideo que, en este caso, no se encuentra de espaldas al mar, el río ancho como mar, el grupo sigue un poco más al este, casi hasta llegar a Las Canteras.
En Las Canteras se encuentra El Templo Mayor del Carnaval, el Teatro de Verano Ramón Collazo. La historia podría haber ido por ahí, por el carnaval, miles de conjuntos han pasado por ahí, por lo que encontrar una canción habría sido sencillo.
Pero al contrario de lo que se piensa, cuando hay mucha oferta, a veces la decisión se hace compleja. Quizá por esto y para no caer en obviedades, quien decidió qué canción sonaría se fue del rubro carnaval.
El tema, el artista y la historia, como casi todo lo que usted ha leído, quedará en el anonimato, la idea es que cada uno viva su recorrido, como cada una de las personas que han realizado los circuitos junto a “Montevideo Sonoro”. Que vuelve en 2025.
Vuelve con nuevas propuestas, y las que ya están. La recomendación es que sigan las redes del proyecto en IG @montevideosonoro y en la web montevideosonoro.uy.
Llega el grupo al final de recorrido, el tercero del año. Dopico se despide, agradeciendo a cada parte de este gran proyecto, a quienes han sido parte de este grupo humano, al “cardumen de luces rojas” que sin esa parte, nada de lo hecho tomaría el valor que tiene.
El aplauso irrumpe en la noche y cada uno de los participantes celebra haber sido parte de esta historia, que es otra historia de las que abundan en esta Montevideo de 300 años. Que se celebra a sí misma en cada atardecer.
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