P. Erskine dice que es importante no olvidarse de respirar mientras se está tocando. Hoy, durante el tremendo show que tuvimos la suerte de presenciar, me autorecordaba las palabras de Erskine: “Respirá, Patricia”. Y le agregaba de mi cosecha: “Dejá que la música te atraviese; sentí la felicidad que tienen todas tus células”. Y le agradecí, en silencio, a Dave Weckl por haber venido, a Mike Stern por haberlo convocado, al bajista por ser de otro planeta y al saxofonista por darme la oportunidad de sentir eso tan especial que sentí con su música.
También, durante el show, por un segundo pensé: “Hoy María Noel me dijo que quizás podía escribir una crónica… sería un tremendo atrevimiento hablar de esto. Esto se vive, esto se siente, pero de esto no se habla, porque se corre el riesgo de estropearlo”.
Y acá estoy escribiendo, porque, en primer lugar, como buen ser humano soy contradictoria; en segundo lugar, quiero poder volver acá dentro de 5 o 10 años y recordar mejor las sensaciones que viví hoy; y en tercer lugar, necesitaba bajar todavía un poquito más a tierra, ya que si bien me volví caminando y atomizando verbalmente a mi acompañante, todavía no puedo irme a dormir con esta locura galopante que tengo en este momento. Todas mis células vibran como si estuviese enchufada a 220.
Un poco embromando y otro poco en serio, antes de entrar, comentamos con un amigo: “Que Mike Stern haga una base, para que Weckl se luzca”. Es que si bien Mike Stern a mí siempre me encantó, ver a Dave Weckl por primera vez me generó tanta expectativa que durante los últimos 4 días anduve nerviosa pensando en hoy. Al ir hoy hacia La Trastienda, me sentía tan excitada y me vibraba todo el cuerpo como si fuera a una cita a ciegas, o a algún evento super importante. “No es para tanto, mujer, achicá”, me decía en el ómnibus mientras iba, pero no había manera de bajar. Ya estaba flotando antes de llegar.
Comenzaron a sonar unos compases tranquilos y poquitito después Weckl hizo un fill con un poco más de presencia y la conmoción generalizada se sintió claramente. La presencia de esos sonidos fueron de una contundencia tal que yo entré a pirar ahí mismo. No quería sacarme de mi centro, para justamente poder vivirlo todo y luego poder recordarlo (si uno se raya mucho, después no se acuerda de nada), y todo eso fluyó a base de respiración y dejarme atravesar por la música y la belleza.
Mike Stern sigue siendo el guitarrista más simpático de todos los que he visto viniendo de afuera. Yo sé que en todos lados dirá lo mismo, pero da la impresión de que realmente disfruta venir a tocar acá. Sus melodías son entrañables. Tienen esa mezcla de dulzura completa y alegría, una mezcla no tan común y muy agradecible. Hubo un par de temas más tristes, pero que a mí me hicieron bien para bajar un poco la pelota y no terminar explotando en millones de partículas y dejar toda La Trastienda enchastrada de células y gotas de sangre. [Imagen horrible, ¿eh? Pero fue lo que se evitó, así que no está tan mal].
No puedo ni quiero hablar de cada tema, pero he aquí lo que quiero recordar:
Apenas arrancaron cada uno tuvo su momento de solo y fue cuando mi mandíbula se abrió y nunca más se cerró con el bajista. Santo Dios, ese hombre, Tom Kennedy, es de otra galaxia. Lo que toca y cómo lo toca es de un virtuosismo y una belleza apabullantes. Guau.
En algún momento posterior, Tom Kennedy y Dave Weckl hicieron algo absolutamente hermoso juntos. No era ni el solo de uno ni el solo del otro, era algo compuesto entre bajo y batería. Compuesto o improvisado, pero una creación de los dos. A cual de los dos era más libre y se divertía más y juntos crearon algo que quizás sea lo que más me gustó de todo el show. Me dieron ganas de bailar, de gritar, de ir a abrazarlos… fue algo muy grosso. Yo siempre puse especial atención a qué hace la batería durante un solo de bajo. Hay varias escuelas: que la bata no tiene que molestar, que la bata tiene que conversar con el bajista, que la bata tiene solo que hacer una base para que el bajo juegue tranquilo, que la bata tiene que bajar el volumen para que se oiga más el bajo o que no tiene que hacerlo, pues el bajo puede subir el volumen… en fin, teorías. Lo de hoy fue una clase magistral de cómo bajo y batería juntos pueden hacer un despelote musical incomparable. FAAAAAA. Lo que fue eso. Quiero tenerlo filmado, quiero poder verlo mil veces más y emocionarme de la misma manera muchas otras veces. Es algo para ponerse los lunes de mañana y comerse al mundo. La velocidad de los dedos de Kennedy es de no creerse, pero no velocidad por velocidad y por demostrar nada, era velocidad al servicio de la música y qué sé yo… a mí se me paraba el corazón cada cinco segundos.
Lo de Dave Weck con Mike Stern, ellos dos solos, fue algo mágico también. A ver qué quiero recordar de lo que hizo este maestro. Quiero recordar la presencia contundente conviviendo simultáneamente con la delicadeza y dulzura de su toque. Quiero recordar sus melodías en los toms, y lo divino que sonaba su chancha. Quiero recordar la belleza de sonido de su crash, al que tocaba muy seguido cuando Mike tocaba las notas más agudas. Quiero recordar cómo casi cada vez que tocaba un crash o un splash lo acompañaba de un golpe suave pero firme en el bombo. También la belleza de sonido que hizo con los palos en el aro del tambor y los matices de volumen con los que acompañaba cada nota de MIke. Cómo apretaba con el palo izquierdo uno de los toms chicos para que sonara diferente (más agudo, creo). Y por favor, Patricia, no te olvides nunca más de ese otro tema, que tocaron más sobre el final, en el que eran solo bata y guitarra, y Dave tocó con los dedos. ¡El sonido que tenía con sus dedos! ¡Los matices de volumen que lograba con los dedos! Las combinaciones de sonidos, el ritmo apabullante, el acompañamiento de las melodías, la diversión de ese hombre mientras creaba. ¿Y las escobillas? ¡Hizo algo similar a un tren… o algo así, no lo sé, pero que sonaba absolutamente deleitante y que fluía y fluía y una se iba y se iba cada vez más alto.
Bob Franceschini me encantó también. Su sonido es hermosísimo, dulce, limpio, frontal, y combina de maravillas con la música de Mike Stern. Me emocionó su sonido. Los saxos me vienen hipnotizando mucho últimamente. Y este hombre no solo toca divino sino que sabe cuándo no tocar. Me encantó cómo hacía silencios prolongados que generaban un mayor deleite cuando retomaba su música. El valor de los silencios en la música: algo también a recordar.
Cuando terminó el show a mí me pareció que había durado media hora. Se me hizo cortísimo. Pero no, duró lo normal… se nota que la percepción del tiempo se me alteró. Gracias al cielo hicieron tres bises y en verdad nadie habría querido dejarlos ir.
Hace no demasiado leí que no conviene aplaudir al final de un toque que te guste mucho pues en ese aplauso dejás ir la energía acumulada y la perdés. Hoy aplaudí bastante fuerte a conciencia, pues necesitaba justamente sacar algo de esa energía porque me resultaba difícil de resistir tanta acumulación.
Ojalá que vengan otra vez y especialmente Weckl. Realmente fue un lujo poder vivir eso hoy. Me quedo contentísima de haber ido.
Anoche yo escribía:
Una se va a dormir, ¿no?, como al final de un día cualquiera. Y mañana comienza otro día, ¿no?, como si fuera un día cualquiera. Pero sucede que mañana distará mucho de ser un día cualquiera. Mañana el Master Dave Weckl va a tocar la batería en un lugar cerrado en el que voy a estar yo también. O sea, mis oídos recibirán el sonido producido por los golpes de sus palos en los parches y ese sonido llegará hasta mi ser a través del aire. Dave Weckl y yo respiraremos el mismo aire mañana de noche, por lo cual yo tendré algo de su esencia y él tendrá algo de la mía. No, no será un día cualquiera.
Y si habrá sido un día diferente. Este concierto se quedará en ese rinconcito del corazón donde tengo guardados unos pocos conciertos muy, muy especiales.
Imagen portada: Mike Stern Band en La Trastienda. 21 de Marzo 2015. Fotografías: © Karen Bernardi
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