Junio 2021
A esta altura el nombre de Hoski es una música habitual dentro del panorama literario emergente. Desde sus performances poéticas hasta sus publicaciones e incluso el trabajo realizado con los proyectos “Orientación Poesía” o “En el camino de los perros” lo reconocemos como escritor, poeta, crítico, docente y gestor cultural. Así, la presencia de sus improntas siempre está presente a la hora de hablar de letras.
Podemos decir que su último proyecto había sido la publicación de la antología de poesía ultrajoven “En el camino de los perros” (Estuario, 2018) donde aparecen poemas de escritores y escritoras “sub 20”, acompañados por ensayos críticos de escritores y escritoras ya metidos en el mundo de, al menos, las publicaciones y la crítica literaria.
Hace algunas semanas, a través de la editorial Pez en el Hielo, apareció la nueva criatura de Hoski; “Goes to Goes”, un poema en prosa, una novela en verso, un animal de tinta que, en su decurso, mezcla temas como la ruptura amorosa, la nostalgia, la actividad docente/literaria, el patetismo montevideano y el proceso creativo de alguien que escribe o que anda detrás de su tiempo para poder crear algo.
Si bien el autor ya cuenta con dos libros de poesía propia editados, “Poemas de Amor” (2010) y “Poemas de la pija” (2015), bajo el heterónimo de Martín Uruguay Martínez, “Goes to Goes” rompe con su estética trabajada hasta el momento, experimenta con otros lenguajes e incluso con los aspectos formales del texto.
Al respecto de su nuevo libro, hablamos con Hoski.
Hay un corte bastante notorio en estética, tema, lenguaje, con la producción anterior ¿la historia requería eso, te lo fue pidiendo, o vos como escritor necesitabas ir por otros lados?
Creo que pasaron ambas cosas. Por un lado, no escribía poesía desde 2015, así que emprender GoestoGoes fue de alguna forma un nuevo acercamiento al género, desde otros lugares y necesidades. En este sentido, el rol de editor de poesía adolescente y joven que desempeño en “En el camino de los perros” también desde 2015, probablemente haya constituido una bisagra en mi forma de vivir la poesía, ya que me puso en contacto con una diversidad de estéticas emergentes muy interesantes, primero, y con parte de la tradición poética nacional que los precedía, luego, a partir de los talleres formativos realizados con el colectivo en el último par de años. En esa atmósfera de novedades y fermentos, de socialización de las búsquedas literarias, fue que emprendí GoestoGoes, consciente de que las posibilidades se me multiplicaban. Por otro lado, el concepto del libro me demandó profundizar en temas y formas poéticas que no había desarrollado hasta entonces, e incluso la construcción de voces poéticas un poco diferentes a las que aparecen en mis poemarios anteriores. Si bien ya había trabajado en libros conceptuales, polifónicos, fragmentarios e híbridos (poéticos, narrativos, experimentales), en esta ocasión traté de que los recursos fueran funcionales y acotados a las necesidades del propio libro. También en la misma línea, como el libro surgió como una serie de asociaciones e intertextualidades, no del todo amalgamadas (ArcadeFire, Muholland Drive, Orfeu Negro, la vida en Goes, una pérdida amorosa, el espiritismo, la estética retrofuturista, entre otras), su proceso de escritura implicó también un trabajo de investigación en temas diversos, que me descentró un poco de las emociones y los lugares conocidos, invitándome a jugar a inventar en terrenos como la ciencia ficción, lo fantástico, lo cotidiano o lo pop, a los que hasta entonces no me había animado más allá de la parodia. En cualquier caso, me gusta pensar que esta ruptura es relativa; es una discontinuidad en el trayecto de un autor que ha hecho de todo, en formatos y artes diferentes, en estéticas diferentes, a veces de manera simultánea. El problema sigue siendo el mismo que hace diez años: ¿qué excusa me invento y me creo para sentarme a escribir?
El texto tiene una estructura que tradicionalmente se le atribuye a la poesía, y a la vez hay un hilo que lleva la acción y va uniendo las escenas ¿hay una intención de novela en verso o la forma es secundaria respecto a lo que cuenta “GoestoGoes”?
Fui construyendo el libro teniendo en cuenta que lo que narraba eran fragmentos de un relato mayor, que en definitiva tiene bastante parentesco con la novela. Si bien está escrito en versos (a veces más líricos, otras más prosaicos) y compuesto con elementos poéticos (imágenes, emociones, efectos sonoros, etcétera), la idea es que estos funcionen como momentos de una historia que no termina de completarse. En principio trabajé conceptualmente en esa narrativa pensándola como el montaje de escenas o de experiencias multisensoriales; cada uno de los poemas incluía una parte, un aspecto o una dimensión de un relato elíptico y a menudo críptico, pero también una forma de la voz poética, un estado que se iría alternando con otros para conformar una totalidad intuible. El libro nació y fue escrito desde la hibridación de géneros. Me gusta pensarme como un poeta narrativo.
A su vez, las partes están divididas en escenas, eso da un carácter visual que el texto, en su construcción, tiene, ¿puede haber cierta influencia cinematográfica?
El cine estuvo en el comienzo del libro. Por un lado había llegado a Orfeu Negro a través de las canciones de ArcadeFire que tratan el mito de Orfeo y Eurídice, y me había conmovido especialmente con el modo en que la película resolvía la bajada a los infiernos de Orfeo en clave tropicalista: los personajes, la escenografía, los diferentes momentos del rito umbandista con el que Eurídice volvía a hacerse presente, la humanidad de Orfeo, al fin y al cabo, la manera en que la literatura clásica podía vivificarse mediante la intertextualidad. Por otro lado, explorando la filmografía de David Lynch me impactó especialmente la historia de Betty y Rita en Mulholland Drive. El montaje integral de la película, lo metacinematográfico, lo fantástico ligado a lo amoroso-cotidiano, pero sin la tranquilidad de la metáfora. El modo de crear estados. Me propuse entonces darle algo de Eurídice y de Betty and Rita a la mujer de mi libro. Que la forma en que se representara su ausencia fuese fantástica y cargada de elementos visuales y sonoros que de algún modo recrearan el ambiente de catábasis de Orfeu Negro y el desarrollo ominoso de la narración lyncheana. Me gusta pensar en los poemas como escenas, pues apuestan no solo a narrar un episodio de la historia, sino que además lo hacen apelando a referencias y juegos, visuales y sonoros, como un artificio de multisensorialidad.
Hay un juego en la palabra “Goes”, el barrio, el significado en inglés, ¿es una sátira aunque también una deconstrucción de lo cotidiano?
Bueno, lo cotidiano es abordado en el libro desde diferentes lugares. Por un lado, el cruce de referencias obliga a yuxtaponer la experiencia diaria del personaje con otros mundos (el pop, el espiritismo, el mito de Orfeo y Eurídice, etcétera). Es decir, que lo cercano es acercado a lo lejano, lo conocido a lo extraño, al texto a lo cinematográfico, y así.
Por otro, los estados emocionales del yo no son únicamente metaforizados; también configuran apariciones fantasmagóricas, fenómenos ópticos o acústicos, dobles y agujeros de gusano. O sea que el mundo de lo cotidiano se expande, se enrarece más allá de las convenciones realistas o expresivas de tratamiento del tema. A su vez, también hay un abordaje autosarcástico en la construcción del personaje: el posadolescente, el nuevo uruguayo, el docente, el amante emputecido, el niño obsesivo, el fumeta que cruza al súper a bajonear: todo convive con cierta crueldad, con cierta autoconsciencia de idealismo progre e hipocresía, con cierta piedad por lo que se es casi generacionalmente.
Algo así como “no sé si somos tan capos, esperemos a ver cómo nos ven nuestros hijos en veinte años y conversamos”. Esa cotidianeidad, que bascula en el discurso contemporáneo entre el nihilismo absoluto de los vínculos y la rutina diaria, y la postulación del descubrimiento de la pólvora, me parece, así, paradójicamente más humana y realista. ¿Quiénes somos? ¿Cómo vivimos? ¿Cuáles son nuestros miedos y anhelos? ¿Cómo simbolizamos la realidad más cercana? ¿Cómo la transformamos en poesía? Las preguntas parecen tener más validez que nunca.
Una cosa que aparece mucho, igual que en trabajos anteriores, son las referencias populares de la “cultura” uruguaya ¿existe una necesidad de fundar una época / otra alrededor del concepto canónico del Uruguay? ¿Una épica enana?
No creo que exista una necesidad como tal, para empezar porque ni siquiera creo que exista tal posibilidad. El mundo en el que cuajaban generaciones enteras de intelectuales, en el que estas formaban parte activa de la vida nacional, de la instituciones culturales, en las que estas escribían su propia lectura de la historia literaria de manera sistemática y se lograba venderle libros hasta a Irak, como dijo alguien por ahí, esa época está muerta. No es necesario repetir el devenir histórico del Uruguay en los últimos cincuenta años, el lugar que se le ha dado a la cultura, y la situación específica de la poesía en todo ese derrumbe. Alcanza con entender que quienes han estado escribiendo, publicando, haciendo crítica, desarrollando nuevos contenidos de estudio sobre el género, o festivales o rondas de poesía en las últimas décadas lo han estado haciendo, con mayor o menor éxito y continuidad, desde lugares menos estables, más fragmentarios, a menudo de resistencia o de impulso particular. No hay relatos unificadores, no hay más que cuatro o cinco obras o autores indiscutibles más allá del propio ámbito literario (no hay Juanas, ni Marios, ni Ideas), y el hecho no está tanto en relación con los autores o las obras; habla más bien de las posibilidades de un discurso épico o generacional que dé sentido, que entrone y marque la cancha. Y habla, como ya dije, del lugar que le da nuestra sociedad, el mercado y el sistema político a la cultura, de las condiciones materiales de edición y circulación del discurso, de la condición de la crítica en prensa (y de la misma prensa cultural, en sí). Ahora bien, ya sin parricidios ni gestos heroicos posibles, creo sí que la poesía y la crítica deben apuntar por un lado a la representación del mundo contemporáneo, lo que implica no solo una relectura de la tradición poética que nos precede, sino también un diálogo fecundo con los temas y las formas de la cultura que nos rodea; y por otro, creo que sí existe una necesidad imperiosa de defender la cultura como objeto vivo. En ese sentido, más que construir una épica enana, se trata de mapear, tutorear, dar sentido, a lo emergente, a lo contemporáneo, y ponerlo en diálogo con una relectura creativa del pasado.
Salvaguardar el patrimonio y entender el presente. Mi desprecio por las posturas neoclásica o canonicistas de la literatura no apuntan a una disputa de los contenidos legitimados, sino más bien a la forma miope (casi de noble sin tierras) con las que piensan la producción literaria. La democratización y la marginalización del arte son hechos consumados. Yo creo que es más fértil pensar y trabajar sus consecuencias.
Además del uso lingüístico, hay una utilización de la forma visual del texto que, recuerdo, aparecía también en “Poemas de amor”, tu primer libro, ¿es necesaria, para vos como poeta, la visión del texto además de su contenido?
Es una dimensión más del texto impreso. Como las demás, se la puede afectar con más o menos destreza. No creo que sea necesaria esa afectación, y de hecho, un poeta podría ni pensar este aspecto, y al momento de editar trabajarlo con el maquetador. Pero GoestoGoes requería, en algunos momentos, que el plano visual fuera parte de la experiencia de estímulos que presentaban las escenas. No soy un cultor del género, es decir de la poesía visual, y de hecho fue el aspecto que más trabajé a partir de las devoluciones que me dieron quienes leyeron el libro antes de que se editara. Pero pienso que es un recurso de la poesía experimental que, como otros, puedo utilizar para potenciar conceptualmente al texto.
Personalmente, siempre encuentro en tus textos dos cosas; mucha información acerca de la literatura “clásica”, mucho uso de la técnica pura y dura de un escritor que conoce el oficio, ¿aquellas primeras performances intensas, disruptivas, de Hoski, se convirtieron en cierto prejuicio? ¿hay un público –para bien o para mal- que no logra ver más allá de eso?
Los escritores suelen repetir aquello de Onetti de que no se escribe para nadie, pero la verdad es que si se publica se establece una relación, bastante compleja por cierto, con la recepción. La esgrima de ese diálogo a distancia también es parte de lo que hace a un autor; lo que devuelven los lectores, la crítica, el mundo literario en general y hasta los que no leen; la forma en que este procesa los nuevos sentidos, en que va tomando consciencia de los efectos reales que puede producir con sus textos, en que se va construyendo públicamente. En fin. Parte de mi obra creo que generó el efecto de recepción que mencionás, pero me hago cargo, porque yo decidí dialogar con ese público en cierta etapa, sobreexponiendo algunos de mis proyectos más transgresores (por decirlo así, aunque la palabra está bien gastada), y destilando con maldad escatológica mis gestos en escena, durante las performances. Mi lugar como autor en ese entonces era otro, yo era un advenedizo al que le había ido bien en la primera juventud (un libro, un par de concursos), y que en cierto momento decidió quemar todo. Me podría quejar de que haya un público de boomers de alma y todo eso que ya sabemos sobre el provincianismo berreta oriental, pero yo les di pasto, y de muchas formas intenté tocarles el culo. En cualquier caso, y a riesgo de que sea un lugar común decirlo, me gusta hacer cosas fuera de la caja, a mi manera, híbridas, y mostrar en mis textos representaciones psicológicas o del mundo que pueden llegar a ser incorrectas solo por ser mostradas. Si mi oficio de escritor en ello se vio empañado por cierta fama descontextualizada es porque yo me presté para que ocurriera; si se gestó un prejuicio sobre mi trabajo centrado en la incorrección y no en los mundos que quería mostrar, es porque me presté para esa dialéctica del choque. Y no me arrepiento. Pero a la distancia, en otro contexto histórico, desde otros caminos recorridos, creo que hoy me interesa generar otros efectos y centrar ese diálogo con el público en la erótica de escritura-lectura que ofrece el propio texto. A la chusma ni cabida, podría decirse. Hay muchas cosas por crear. Muchos libros por leer. La vida es finita.
Pensando en estas formas de la escritura donde hay algo que se arriesga, ¿qué lecturas te interesan en este momento? ¿hay una literatura “cómoda” que puede llegar a gustarte o no?
Siempre fui bastante anárquico en las lecturas, un poco inserto en la lógica académica y docente, y otro poco en la libertad y el deseo más salvajes. Voy leyendo por curiosidad, por recomendación, por necesidad intelectual, por casualidad, por intertextualidades. No sigo muchos patrones ni suelo leer las obras completas de un autor. Voy saltando entre narrativa nacional y latinoamericana, clásicos europeos o norteamericanos, poesía uruguaya contemporánea, ensayo y crítica variadas. En este momento estoy ejecutando una beca FEFCA junto a “En el camino de los perros” que implica la realización de talleres virtuales de lectura y creación poética con alumnos de liceo, de Montevideo y Canelones. Así que estoy metido en la lectura de los autores que seleccionamos, poetas uruguayos clásicos y contemporáneos que no suelen aparecer en los programas de Secundaria (Alfredo Mario Ferreiro, Amanda Berenguer, Circe Maia, Marosa di Giorgio, Julio Inverso, Saúl Pérez Gadea, Lautréamont, Paula Simonetti, Gerardo Ferreira, entre otros). Los talleres se centran en los mecanismos creativos de estos autores, así que las lecturas se hacen desde el lugar docente, pero también desde el creador. De todos modos quizá este sea mi lugar más seguro de lectura: la poesía uruguaya. Pero lo de seguro es relativo hablando de poesía: siempre hay momentos para el descubrimiento, literario e histórico, para la asociación y la proyección al presente de lo leído.
¿Cuál sería hoy “la energía oscura de los fonemas”?
Las formas de la sensibilidad que se gestaron a partir de la pandemia. Hay algo en esa experiencia que impulsa compulsivamente a intentar decirla, reforzando los propios mecanismos de comunicación y de producción de conocimiento y cultura que ella ha terminado de consolidar. Ahí hay un desafío de representación. Una necesidad de orfebre. ¿Cómo no condenarnos a la literalidad autocomplaciente? ¿Cómo adecuar las formas al mundo que nos rodea? El pensamiento crítico, humanista, ha entrado en un delirio compulsivo cuando más se lo necesitaba. ¿Cómo representar una subjetividad atravesada por algoritmos, construida y vendida por grandes corporaciones? ¿Cómo representar lo social y colectivo en un contexto de polarizaciones, fragmentaciones y distanciamientos? La poesía es una hormiga de las sombras, que trabaja en la noche cerrada ordenando el mundo, sacrificándolo al hongo-dios del goce y el sentido. La energía oscura de los fonemas, imagino, es ese río de ruido que corre en la cotidianeidad de encierro, en las distancias, en la disolución del tiempo y la masificación, ya anticipada, de la pobreza. Muchas cosas. Pero así ha sido siempre para la palabra poética.
ESCENA 1 – NOVIOS PERROS
—Somos como dos perros —dijiste,
como dos perros exiliados,
entrelazados, anónimos;
una mancha de infrarrojos
en la metrópoli de la noche.
Más acá, la cama improvisada
que te había armado tu hermano
—dos planchas de una plaza pegadas,
los respaldos torcidos,
la grieta entre los colchones
como placas tectónicas
desplazándose imperceptiblemente—
y el cuarto:
La Figurita satura el ambiente,
hace sudar de frío los ladrillos
y transforma nuestras pieles
en pellejo grasoso y efervescente.
Las bibliotecas,
tus dibujos y tus instrumentos:
nos sumimos en un estatismo
que aceptamos sin resistencia.
«Diez cuadras de distancia
entre mi casa y la tuya:
el amor al alcance de los pies,
la órbita cuántica perfecta.»
—Somos como dos perritos,
dos novios perros —insististe,
y nos apretamos más,
hasta sentir el olor de las hormonas
y el rumor extinto
de los últimos pensamientos.
Imagen portada: Fotorreportaje: Hoski presenta «Goes to Goes», su nuevo libro – Entrevista a Hoski (José Luis Gadea) sobre su nuevo libro: «Goes to Goes» editado por Pez en el Hielo. Entrevista: José Arenas / Fotografías: Paola Scagliotti – www.cooltivarte.com