Mi nombre es Cintya Posse, tengo 25 años y no tengo familiares desaparecidos, asesinados o torturados en la Dictadura cívico-militar que sufrió nuestro país entre los años 1973 y 1985. Aun así, hace ya varios años cada 20 de Mayo digo presente junto a miles de personas reclamando verdad y justicia.
El 20 de Mayo de 1976 fueron encontrados en Buenos Aires los cuerpos sin vida de los ex diputados Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz junto a los ex militantes guerrilleros Rosario del Carmen Barredo y William Whitelaw. Recién 30 años después, fueron presos de manera preventiva el ex dictador Juan María Bordaberry y el ex canciller de la República Juan Carlos Blanco por ser considerados los autores intelectuales de los crímenes.
La mañana del 20 de Mayo de 2015, 39 años después, el Centro de Montevideo amaneció con imágenes de los cuerpos fusilados de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Barredo y Whitelaw. Las imágenes -intervenidas con colores contrastantes- fueron una intervención urbana a cargo de la artista visual Anaclara Talento como parte del proyecto Ensayo de Historia Patria: Parte I, exhibido por primera vez en 2012 en el Centro Cultural de España. Este proyecto intenta hacernos cuestionar qué tan conscientes de nuestra historia somos. Así mismo, fue una crítica al Estado el cual, según la artista, “comienza a desproblematizar, naturalizar y sacar el problema de su lugar original”. Durante el día, en las distintas redes sociales, se pudieron leer todo tipo de especulaciones sobre quiénes podrían ser -en donde se reiteró el nombre de Pablo Escobar- con comentarios de que parecían indigentes muertos; así como muchos indignados por considerarlo morboso, e incluso gente a favor apoyando la visión de la artista, que discutieron la obra con la cual, según Anaclara, logró su cometido que era llegarle a la población y “cuestionar la banalización de los temas políticos que nos atañen”.
Talento afirma que entiende que “son imágenes que se pueden vivir de una manera violenta, pero en realidad si te ponés a pensar, la verdad es belleza, y esas imágenes son la verdad, son verdad. No existe nada más bello que la verdad, nada más sanador. Lo violento es el ocultamiento, los desaparecidos, el estado haciendo destrozos, las familias rotas y desgarradas por esto, la impunidad. (…) Eso pasó y pasó acá y nos lo hicimos nosotros a nosotros mismos, y eso es verdad. Y la verdad sana, y es belleza. Podemos tomar esta obra de arte como una acción violenta o podemos tomarlo como una invitación a que todos compartamos nuestros pedacitos de verdades, a dejar de ocultarnos cosas y a dejar de hacer silencio”.
Por primera vez en mis años de marcha, llegué a Rivera y Jackson cuando recién comenzaba y antes que los carteles interceptaran 18 de Julio, me topé con un niño preguntándole al padre mientras miraba los carteles desde su metro de estatura “¿y todos esos lo hicieron los mismos?”. El padre no pudo más que responderle que sí, que todos esos carteles con fotos de padres, hermanos, hijos y amigos faltantes, son responsabilidad de los mismos. Fueron los mismos los que le robaron el hijo a Luisa Cuesta, los que dejaron sin padres a Macarena Gelman, los que persiguieron a Aurelio González y secuestraron, torturaron y asesinaron a todo aquel que pensara diferente y saliera a expresarlo.
La vigésima marcha del silencio se realizó bajo la consigna “¡Basta de impunidad. Verdad y justicia!”. Cerca de diez cuadras de gente de todas las edades marcharon en silencio absoluto durante casi una hora y media hasta llegar a la intersección de la Avenida 18 de Julio y Ejido, donde se rompió el silencio cuando por los parlantes comenzaron a recitar el nombre de los que aún se encuentran desaparecidos, seguidos del público afirmando cada vez más fuerte que se encuentran presentes.
La marcha culminó frente a la Suprema Corte de Justicia. Allí se entonó el himno nacional en el cual se hizo énfasis con puños en alto el «tiranos temblad«. Una vez finalizado el himno y durante varios minutos, la principal avenida de nuestra capital fue inundada de aplausos y gritos de justicia, porque en definitiva para eso marchamos. Marchamos por que es nuestra historia y como Sociedad merecemos poder cerrar ese capítulo sin hacer de cuenta que nada pasó, y para ello, es necesario que se sepa la verdad.
Por momentos me avergüenza vivir en un país que pasó por tanto y hace la vista gorda, pero más me avergüenza aún que la gente que lo vivió en carne propia, quiera dejarlo atrás. Porque soy joven, y en mis 25 años tengo la suerte de no haber vivido nada parecido a la Dictadura, pero también soy testigo de gente que sí lo hizo y asegura que «ya pasó» y que «hay que seguir«. Me parece injusto que quieran seguir cuando hubo tanta gente que no pudo hacerlo y que no sabemos, 30 años después, dónde están y qué fue/es de la vida de ellos.