Anora es una de esas películas que estaba en duda acerca de si verla o no, hasta que salió en plataformas digitales y finalmente la vi. Me dejó pensando sobre muchas cosas, y es por eso que esta review ha demorado un poco más de lo que pensaba. (Preferí hacerla sin spoilers para quienes aún no la vieron, pero también escribí mi opinión un poco más personal con spoilers aquí si desean leerla.)
Ni bien empieza y vemos los títulos, ya sabemos que al menos en el aspecto visual no nos va a defraudar. El título con su tipografía nos recuerda a Blue Velvet, y el travelling en el strip club parece salido de un capítulo de alguna serie como Copenhagen Cowboy. Hemos visto miles de escenas similares obviamente, pero en Anora sentimos esa cercanía y realismo que no siempre sucede. Inmediatamente pasamos a ver a Ani, una stripper (y ocasionalmente escort) interactuando con sus clientes y compañeras en el local, y por momentos sentimos que estamos realmente ahí, que hay una cámara oculta y estamos viendo las cosas en tiempo real. Me recuerda a ciertas escenas de William Friedkin, donde predomina el realismo y no sentimos que estamos viendo personas actuando. Mikey Madison aquí lo da todo: todo el rango de emociones que interpreta se siente genuino, lo cual ayuda muchísimo para sentir toda la historia más de cerca.
Hay que reconocer que trata el trabajo sexual con bastante respeto, más teniendo en cuenta cómo suelen abordar este tema en el cine. Se nota que estuvieron haciendo un poco de investigación (y les hicieron caso, no como en Hustlers), que prestaron atención a algunos detalles, y se nota en los diálogos cuando por ejemplo un cliente pregunta “¿Tu familia sabe que estás aquí?” y Ani rápidamente responde “¿Y la tuya?” Porque el estigma está siempre de un solo lado, y cuando de hecho muchas trabajadoras son honestas con su profesión, cosa que sabemos que no sucede con los hombres que frecuentan estos lugares.
El estigma hacia el trabajo sexual y todas sus formas está muy presente en la historia, sobre todo el estigma internalizado de las otras trabajadoras, más sabiendo que en la cultura stripper americana la “putofobia” está muy a flor de piel. Más allá de ser ilegal, el trabajo sexual full service (como se le llama a cuando se tiene sexo con clientes) tiene un estigma más grande que otros tipos de TS, sobre todo en los strip clubs. Y eso obviamente genera un clima hostil cuando una de ellas sale “por fuera” con algún cliente. Como es en el caso de Ani cuando conoce a Ivan, un joven ruso de una familia acaudalada, y éste la invita a su casa.
Posteriormente Ivan impulsivamente le propone matrimonio a Ani, y aquí comienza una historia que claramente nos recuerda a Pretty Woman: se conocen, se casan y viven un final feliz. Pero no estamos en 1990 y a diferencia de Richard Gere nuestro “galán” es demasiado joven e inmaduro, y obviamente sospechamos que esto probablemente no termine demasiado bien. Se nos va dando pistas de esto, pero a su vez nos lleva de la mano a disfrutar el viaje a la par de Ani, quien en el fondo también sospecha lo mismo pero se centra en vivir el “ahora”.
Obviamente sabemos que hay un “pero” en esta oferta tan tentadora; no necesitamos ser detectives para saber que probablemente el negocio de la familia de Ivan no es algo muy legal que digamos, y que no va a ser tan fácil que una desconocida entre a la familia.
Toda esta situación avanza a un ritmo vertiginoso cuando los padres de Ivan deciden viajar a Estados Unidos para anular el matrimonio, y todo pasa de ser Pretty Woman a Uncut Gems por el estrés que nos genera como espectador. No solamente nos estresa el ritmo de los acontecimientos, sino porque somos testigos del trato horrible que le dan a Ani: aquí vemos que constantemente la deshumanizan, reflejando una fracción de lo que experimenta una trabajadora sexual a lo largo de su vida. Por lo general el estigma y la discriminación viene no solamente de prejuicios sociales, sino del hecho de que pone sobre la mesa cosas que habitualmente no se hablan. Por ejemplo, en el entorno en el que se encuentra Ivan todos se mueven por el interés económico, ya sea por trabajo o por “lealtad”. Pero cuando viene alguien a decirte en la cara una cifra exacta del precio por esa lealtad, la cosa cambia porque la dinámica queda expuesta. El mismo matrimonio ha sido desde siempre, en muchos casos, una forma de trabajo sexual: muchas mujeres se casaban y se siguen casando con alguien que no aman sólo para tener asegurado un futuro económicamente estable. Pero obviamente, de eso no se habla. El sexo y el dinero siempre fueron y serán temas tabú, sobre todo si van juntos.
Muchas personas siempre son reducidas solamente a su trabajo, pero ¿qué pasa cuando ese trabajo no es considerado como tal? ¿Cuando se piensa como lo peor que puede hacer una mujer? Cuando se le asigna a alguien un rol de víctima y cuando la persona lo rechaza, automáticamente se convierte en el enemigo, ¿qué pasa? En Anora se plantean varias de estas interrogantes y, si bien no es perfecta, creo que da un paso hacia comprender más este mundo y ver a las trabajadoras sexuales como lo que son: seres humanos con problemas, ilusiones e inquietudes como cualquiera, y no un mero adorno que aparece de fondo como los personajes carentes de profundidad que acostumbramos ver en el cine.
También sé que muchas cosas (sobre todo el final) pueden ser malinterpretadas como tantas otras cosas, por lo que son de esas películas que piden ser vistas más de una vez, o al menos detenerse un rato a reflexionar y charlar sobre ella.
Sea lo que sea que piensen acerca del trabajo sexual, al igual que cualquier trabajo donde se trabaja con clientes es una perfo, una actuación. Estamos usando nuestra faceta más amable e interpretando en cierta forma un “personaje”, el cual normalmente dejamos de lado cuando llegamos a casa y nos encontramos con nuestros seres queridos. El estigma de este trabajo a veces hace que sea difícil (y a veces imposible) permitirse esa vulnerabilidad tan necesaria. Por eso también es necesaria la introspección, y preguntarnos si nosotros también contribuimos, con nuestros prejuicios, a este estigma.