
Miércoles 14 de mayo de 2025
Ha muerto un gran hombre. Un gran líder. Auténtico en su ser y proceder en los distintos momentos de su vida. Pepe Mujica fue un político relevante para su país, para América Latina y para el mundo, por su humildad y sinceridad. Pero, sobre todo, fue una persona consecuente en sus virtudes y en sus errores. Un tremendo ser humano. En esta columna quiero recordarlo a través de sus frases que lo reflejan como político y como persona, sin tapujos. Sin rodeos. Así era Pepe Mujica.
Cuando algunos en América Latina aplaudían la “democracia” venezolana, dando tristes espectáculos, el expresidente uruguayo dejaba caer sobre el régimen de Nicolás Maduro, todo el peso de su experiencia y sabiduría: “En Venezuela hay un gobierno autoritario y se lo puede llamar dictador o llámenlo como quieran”. Así, sin pelos en la lengua, un hombre de izquierda, describiendo una realidad que la izquierda radical y dependiente se niega a reconocer, como los comunistas chilenos, por ejemplo.
Pero también sabía del lenguaje folclórico, ese que caracteriza al pueblo latinoamericano. Y como buen uruguayo que era, se ponía su bandera y sálvese quien pueda. Recuerdo cómo me reí cuando leí su declaración sobre el castigo que la FIFA dio a Luis Suárez, tal vez la figura más emblemática del fútbol charrúa: “Una manga de viejos hijos de puta”. Y las madres de esos “viejos” convertidas en “putas” por la ira un hincha rabioso, dieron la vuelta al mundo en tan incómodo papel. Pero el fútbol tiene estas cosillas y los hinchas estamos para recordarlas.
Si de risas se trata. Pepe Mujica era un maestro del humor al que nada se le escapaba, aunque a veces no tuviera la intención de que se divulgase lo que pensaba de algunas personas, sobre todo de políticos. Mejor aún si eran argentinos. Cristina Fernández lo supo y no le hizo ninguna gracia, no sé si porque Pepe comentó que era “peor que el tuerto”, aludiendo a su marido Néstor Kirchner, o porque le dijo que era “vieja”: “Esa vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, ésta es más terca”. Gracias, micrófono abierto, porque pudimos escuchar una simple, pero certera, genial e hilarante descripción de los Kirchner.
Pero a mí siempre me impactaron sus declaraciones sobre sí mismo, sobre su vida, pues me parecieron una lección incomparable de un hombre que luchó por sus principios, sufrió por ellos y tuvo el coraje del perdón. Porque los grandes hombres no saben odiar, porque la búsqueda de su destino les cincela el alma con los valores de la humildad, del amor y de la libertad. Amaba la libertad con vehemencia: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”.
Como a mí, no le gustaban los pájaros enjaulados. Tampoco los zoológicos ni los acuarios. “Tengo la enfermedad de la libertad crónica”, decía. Enfermedad que debiera propalarse por todos los confines de la Tierra. Sin libertad el hombre es despojado de su condición humana, y se desliza por los senderos de la muerte y del odio. “No acompaño el camino del odio, ni aún hacia aquellos que tuvieron bajezas con nosotros; el odio no construye”. Y no es demagogia, enfatizaba, Mujica. O de “andar eludiendo el bulto” o de “poner cara bonita”.
Era una cuestión de principios, como lo fue todo en la vida de este gran hombre: “Estas son cosas de principio, cosas que no se pueden hipotecar”. Principios que guiaron su vida de revolucionario auténtico, de político y de persona. Son muchas sus reflexiones sobre la política, los políticos y la democracia. Nosotros las revisaremos en otra columna. Pero esta quiero terminarla citando una reflexión sobre sí mismo. Una lección de sinceridad en la que en unas cuantas frases revisa su vida y le da el sentido que él le dio a lo largo de ella:
“Tuve algunos inconvenientes, varias heridas, unos cuantos años de cárcel. En fin, cosas de rutina en quien se mete a transformar el mundo. Sigo vivo por milagro y por encima de todas las cosas amo la vida. Quisiera llegar al último viaje como quien llega a un mostrador y le pide al dueño del bar sirva otra vuelta”.
Pepe Mujica: desde la humildad de este recuerdo, espero que, estés donde estés, el dueño del bar te sirva esa “otra vuelta”.