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Desde hace aproximadamente una década, el Uruguay ha tenido el privilegio de poder contar con visitas en mayor asiduidad de la aplanadora del rock: Divididos. Así, contemplando la necesidad del público oriental de poder disfrutar de esta gran banda de rock, las incursiones de la misma en Uruguay, dejaron por suerte de ser esporádicas, para ser más constantes en el tiempo.
El público le ha dado la razón, y así le ha demostrado el cariño en cada show (habían tocado por última vez en el Antel Arena en 2023, festejando sus 35 años).
En esta ocasión volvieron a Canelones, departamento en el que ya se habían presentado en un invierno de hace algunos años en aquella carpa ubicada en las inmediaciones del Parque Roosevelt llamada LANDIA, pero esta vez el entorno era absolutamente diferente; un gran escenario al aire libre, en la efervescencia del verano a metros del mar, precisamente en la Manzana Cero de Atlántida.
Pero la alegría del público en esta ocasión, estaba particularmente multiplicada por la cantidad de personas que hicieron suya la anteúltima noche del mes de enero, a puro volumen y rock. En esa alegría que transmiten los eventos masivos de calidad que se trasladan hacia diversos lugares, habitaba ya una predisposición total para que sea todo disfrute y así efectivamente fue.
Las calles, que desembocan desde el norte de la ciudad-balneario (si hay un lugar del Uruguay que representa esa condición es precisamente Atlántida) hasta la manzana cero, estaban copadas por puestos de alimentos y bebidas; panchos, hamburguesas, latitas de cerveza, caipirinhas y fernet, servían de aperitivo para los caminantes que se dirigían hacia el evento, también las infaltables ventas de remeras y pegotines, elemento indispensable para los militantes del rock, esa especie que agradece y disfruta cuando tiene la oportunidad de ver a una fantástica banda como Divididos, y más en forma gratuita.
Luego de ingresar al predio, armado en dimensiones considerables en tamaño y organización, el mismo estaba repleto de variedad de gente que esperaba ansiosa la presentación del trío bonaerense. Y allí había lugar para todos: los más fanáticos de la banda, extasiados por poder ver a su banda insignia, los “militantes del rock” que en la trinchera del volumen y la noche, toman como una “obligación” disfrutar de las noches de buen rock and roll, pero también incluso personas que sin ser allegados al palo, fueron espectadores que disfrutaron a pleno: en familia, con sus sillas playeras, mas lejanos y mezclados con los más entusiastas.
Trepados a un árbol situado detrás de la torre de sonido, algunos niños (y ya no tanto) vigilaban atentos a una noche espectacular de música. Es que a nadie defraudó la banda, que comenzó con una grandiosa canción de su anteúltimo disco de estudio llamada “Cajita Musical” que ensambla de pique, las virtudes de los 3 músicos y lo hace a pleno volumen y potencia. Como el clásico “Ala delta” del recordado disco del año 1991 “Acariciando lo áspero”, la furiosa “Casi Estatua” y la revisitada “Haciendo cosas raras”.
La nostalgia también se inserta en las letras de Divididos y comparte con el recuerdo a quienes estos grandes músicos admiran; “Alma de budín” suena perfecta en su ejecución (aunque extrañemos esos segundos de armónica que le aportan dulzura) trayendo reminiscencias barriales y recuerdos en la retina bonaerense. Los homenajes suenan en nombre de versiones; “Tengo” de Sandro es coreada por la multitud, y Mollo cita a Javier Martínez fallecido el año pasado para presentar a la rabiosa (en letra y música) “Salgan al sol”, la cual en el mensaje de su letra para el goce de los atlantidenses parece ser un mensaje hacia otros, por suerte, otros serán los que tendrán que reventar, porque en Atlántida no hay otra alternativa que salir al sol.
Por supuesto que antes de llegar a la mitad del concierto, hay espacio para la canción más popular de su historia «¿Qué ves?” que como siempre acontece y acontecerá es cantada por la multitud en conjunto hasta el infinito. Mollo, va intercalando entre sus guitarras Gibson SG y Fender Strato, buscando con precisión, el sonido ideal que requiere cada canción, así se va hacia detrás del escenario un momento, que Arnedo cubrirá para el regocijo de todos, haciendo la introducción de “Another One Bites The Dust” que le dará paso a “Sábado”, en un enganche tan memorable como los del propio Diego Armando Maradona.
En la gama de colores, hubo espacio para una versión más libre de “Que tal” y para traer al primer clásico de Sumo, “La rubia tarada”, en el convivirán los dos países, ya que Mollo tomará su guitarra y le cederá al público la parte mas acida de la letra, para que algunos presentes griten “Esto es Argentina” y otros “Esto es Uruguay”.
Luego de esa euforia, por supuesto que como es costumbre, hay espacio para un delicioso set acústico, con la emoción a flor de piel y en solitario Mollo (y su público) cantaran “Spaghetti del Rock” y luego con banda “Par mil”, intercaladas con dos guiños al país visitado: el comentario a una canción ya uruguayizada, “Como un cuento” por la versión realizada por No te va Gustar recientemente, y “Huelga de Amores” de inspiración letristica en Eduardo Galeano y de cuño musical basado en ritmos del norte argentino heredados del padre de Arnedo, precisamente será el bajista el encargado como lo es siempre de tocar la guitarra, que generara la risa y complicidad de Mollo al ver como su compañero domaba un acople de su Gibson SG.
Pero no solo el virtuosismo estaba reservado para los músicos fundadores, sino que también tuvo su turno (y en qué forma!) el baterista Catriel. Quedando solo en escena hizo las delicias del público cosechando ovaciones, mientras domaba su batería color roja, paseando por distintos ritmos hasta golpearla fuerte, muy fuerte! Las cámaras que transmitían en la pantalla gigante tomaban una exactitud y potencia en sus manos coordinadas con sus pies, en un momento aparece su pie derecho con una botita All Star roja, pero cuando se abre el plano, se capta el pie izquierdo marcando el ritmo: descalzo! Eso llevó a una instantánea ovación gigante.
El último golpe seco de su batería fue el pasaje perfecto para lo que a mi juicio sería la mejor interpretación de la noche, la versión de “El arriero”. Con la mirada profunda de Don Atahualpa Yupanqui apareciendo en la pantalla gigante y mirando a la multitud se ventilaban verdades más incontrastables y más vigentes que nunca: “las vaquitas son ajenas”, vaya paradoja del destino, describiendo cuestiones de público conocimiento, pero no solo esto, sino que “en las arenas bailan…” los Divididos: porque ello hizo la aplanadora esa noche, sentirse dueña de la arena y del contexto, con un Mollo desplegando sus cuerdas vocales a más no poder.
Mollo y su banda estaban contentos y disfrutando, se sentían cercanos, tan cercanos como para cambiarle la letra a “Paraguay”, por “Olvidemos todo esto de una vez/Vámonos a navegar al Uruguay”
Llegando a la medianoche el rock continuaba también con mas recuerdos para Sumo, porque llegaría esa gran canción escrita por Luca Prodan que emula una especie de marcha militar escocesa en la introducción y que narra las peripecias de la Guerra, llamada “Crua chan”, también el recuerdo a “Pappo” con “Sucio y desprolijo”, el esperadísimo clásico “El 38”, el paisaje cambiante de tranquilidad al agite de “Cielito Lindo” para cerrar con un “sumazo” irresistible: “El ojo blindado” y “Next week”.
Imagen portada: Divididos en Canelones Suena Bien – enero 2025 – Foto Jonathan La Paz
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