Siguiendo con la tendencia de visitas legendarias, Divididos festejó por lo alto en una noche de llena de energía, sudor y poder.
Arrancaron teloneando Nico Ibarburu y JuanPi Di Leone, en un dúo de viola y flauta, acomodando las almas y los oídos a la espera del trío. Generosos en melodías, musicalidad y virtuosismo. Se llevaron los aplausos, el cariño y respeto de los presentes, de los que iban llegando o se acomodaban.
Luego, dos horas y media a todo volumen y emoción. El público cantó hasta la ronquera, disfrutó y en el campo el pogo, pasada la mitad del show, fue imparable. La banda Argentina tiene miles de seguidores en este lado del río, eso hace que la máquina ingobernable de voluntades y sonido llegue a niveles que no siempre se dan en estos pagos. La gente sabe todas las canciones, acompaña con palmas, baila y sacude las remeras cuando el fuego invade superando el nivel del piso, cuando la intensidad del amplio repertorio que tienen los Divididos va aumentando y cumpliendo las expectativas de todos.
Paisano de Hurlingham, Sábado, Cuadros colgados, Tanto anteojo, El 38, Haciendo cosas Raras y alguna más llevando el arranque por las nubes, para que el motor quede encendido y no pare hasta el final, aunque haya momentos donde, de la mano de un set «pseudo acústico» (Par mil, Spaghetti del Rock… – con gargantas al rojo vivo) se intente poner paños fríos y bajar los decibeles, pero la potencia de esas canciones impiden todo tipo de aterrizaje.
Huelga de Amores con el “Cóndor” Arnedo tocando la guitarra, trajo la parte telúrica inseparable del gen la banda, hasta que El Arriero sacudió la fibra revolucionaria a todo blues, vigilados por los ojos de Don Atahualpa desde la pantalla gigante atrás del incansable Catriel a puro palo y más palo (¡ que solo se mandó, mamita ¡ ). La base Catriel-Arnedo es de lujo y es en la que Mollo se apoya para desplegar toda la artillería de sus guitarras incendiarias. Realmente indestructibles, pura fuerza, puro poder. Guiños a Led desde los dedos de Mollo, a Queen (Another one…) con el bajo, a los Beatles con Hey Jude como siempre.
Los invitados a la fiesta fueron otro punto alto. Nicolás Ibarburu llevándose los aplausos de todo el Arena en cada punteo durante la versión maravillosa de Sisters, donde Ricardo mostrando su generosidad y admiración por el violero uruguayo lo dejo viajar en la música afirmando con una sonrisa cada nota-gol de Nico. Lujo total. Lobo Núñez y su cuerda de tambores acompañó en Que Tal y la Rubia Tarada en unos cruces infartantes de chico-repique-piano-batería-bajo… las manos quedaron rojas haciendo la clave. Más sonrisas cómplices y goce candombero. Otra ovación para el Lobo. La magia de la música que sana y une. Salve. No menos disfrutable fue el tema San Saltarín con el acompañamiento de flauta y acordeón de JuanPi Di Leone y Silvina Gómez. Todo hermoso, justito.
Y los mazazos no dejaban de caer sobre las cabezas en movimiento, Salir a Comprar, Crua-Chan , Amapola del 66, Paraguay, Sucio y Desprolijo del inolvidable Pappo (pogo desenfrenado), Rasputín, Ala Delta, El Ojo blindado, NexWeek y a todo esto Mollo se había bajado del escenario saludando a todos los que estaban aferrados a la baranda mientras la bola de sonido-fuego-rock generada por bajista y batero llevaban los cuerpos enardecidos al colapso. Agradecimientos cruzados, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. La emoción hasta las lágrimas de una niña a la que Ricardo le regaló parte de la lista de temas y Catriel un palo de batería. Más regalos al público, banderas volando, remeras, abrazos y la promesa de un pronto retorno.
Divididos festejó sus 35 años en Uruguay, fuimos testigos. Por suerte.
Gracias Divididos por la música. Gracias Ricardo por el Ojo Blindado, esa me la llevo acá, del lado izquierdo.
Salú.
fino.
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