
Diciembre 2022
Es el año 2012 y Cristian Álvarez está sentado frente a Jorge Lanata. Tiene todo el peso del cuerpo sobre su lado derecho. “Lo estoy buscando hace mucho tiempo a Dios. Pero no lo puedo encontrar”, dice.
En la misma entrevista manifiesta que no ha logrado entender al ser humano. “Tal vez tendría que haber tomado el mando otra especie. Las abejas yo que sé, alguien que se lo merezca”. En otra oportunidad, pero sobre la misma idea, diría: Que el ser humano se extinga me parecería algo re evolucionado.
Hay un cierto distanciamiento de la condición de ser humano, una suerte de reproche desde una postura de espectador. Cristian, más conocido como Pity, cree (o creía) en los extraterrestres y en una vida después de la muerte.
Para esta conversación, este hombre que habla con lucidez pero con una notoria secuela en el habla por el uso de las drogas, ya fundó Viejas Locas e Intoxicados y ya es un ídolo del rock argentino.
No le teme a la muerte.
No quiere vivir 20 años más.
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Pity Álvarez no se parece en nada a una estrella de rock. Quiero decir, el simbolismo que acompaña al rocanrol y que encuentra su caracterización más álgida en la frase “sexo, drogas y rocanrol” forma parte del imaginario que rodea su personaje. Pero es cuestión de acercarse solo un poco a la persona para descubrir la sencillez y la humildad de barrio –si estamos de acuerdo en que existe tal cosa–. Alguien que no se mueve con ínfulas de. En todo caso lo suyo es el rock, sin la estrella.
Se toma el tren o el colectivo. Anda en bicicleta. No por balnearios pintorescos, no por esos caminos donde la bicicleta es casi parte estética del paisaje. Anda en bicicleta y recorre dos kilómetros por una recta que lo lleva a la villa donde compra eso que lo hace vivir y lo está matando.
Pity Álvarez no se parece en nada a un rockstar. Aunque use anteojos y no haya sol (como muchos rockstar). Aunque su vestimenta en ocasiones sea un tanto extravagante. Aunque se pinte las uñas a veces de negro y otras de rojo. O mejor dicho, aunque lleve las uñas despintadas. Aunque se haya tomado en un solo día 40 pastillas de rivotril.
No le gusta que lo admiren ni que le digan genio.
-Dame un poco de salame y de queso – pide en el almacén de su barrio, mientras una cámara de televisión registra cada unos de sus movimientos.
Les pregunta a sus vecinos qué han hecho hoy. Los escucha atento. No anda apurado como la gente importante cuyo tiempo vale oro.
Nadie que vea esa imagen y desconozca a ese hombre, podría intuir que ha cantando para 20.000 personas que no dejaban de corear sus letras y su nombre.
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La luz se cuela intensa por las grandes ventanas. El pasillo que lleva al dormitorio está casi cubierto de ropa que hay que ir esquivando para no pisar. El colchón en el piso ocupa gran parte de la habitación. Sin embargo para Pity no es suficiente, le gustaría tener toda una casa cubierta de colchón. En el placard hay una abolladura producto de golpes con un hacha. Fue por las veces que la mente le jugó una mala pasada y Pity creyó que alguien se escondía detrás de la ropa.
Los perros, que son tres, comparten el espacio como uno más. Hay siempre una guitarra a mano y la sensación de que allí no hay vida privada.
-No te vas a comer eso – dice el periodista.
-¡Quién puede pensar que esto es feo boludo! – contesta él.
Y saca un musgo de la sopa que revuelve. Y sí, se va a comer eso.
La escena es del programa de televisión Blog del 2006, conducido por Daniel Tognetti. La descripción es de la casa de Álvarez que en ese momento sigue siendo en Piedrabuena, Villa Lugano, el barrio al que llegó cuando todavía era un niño.
Tiano, como le dicen sus allegados, nació el 28 de junio de 1972 en Buenos Aires. Es hijo de Cristina Congiú, empleada doméstica y de Gabriel Álvarez, empleado de una empresa de pilotaje. Por intersección de personas de la iglesia a la que asistía su madre pudieron acceder a una casa en ese complejo habitacional de Lugano. Mientras sus padres trabajaban, lo cuidaba su abuela paterna, con quien tuvo una relación muy estrecha y quien murió súbitamente cuando Pity tenía 15 años. La muerte de su padre fue 10 años después.
En esa casa y en ese año donde la televisión argentina hacía una especie de reality show de media hora con Pity, vivió con Marcela Crespo, su novia durante once años. Marcela, quien también era su mánager, contó que vivían pegados. A él le preguntaban por ella y a ella por él. Para la “Pitina”, como le decían a Marcela – apodo derivado de otro: Pity y que viene a demostrar la simbiosis – fue compuesta la canción que recita: Nunca quise tanto a nadie como a vos/ por eso es que empiezo a dudar/ si seremos hermanos que nos separaron/ y nosotros sin saberlo nos volvimos a juntar.
Luego de su ruptura, Marcela Crespo continuó siendo mánager del cantante durante muchos años. Sin embargo, en el 2016 ella lo denunció, junto a otra mujer, por violencia de género. Lo acusaron de haberlas encerrado por seis horas y haberlas golpeado, después de que quisieron cobrar la producción de un show.
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Eran las vísperas de los años 90. Álvarez tenía 17 años y todavía era un estudiante, ahora en el colegio reconquista de Boedo ya que por mal comportamiento lo habían expulsado del colegio industrial donde asistía. Llegó al límite de las 25 amonestaciones cuando decidió romper y jugar con un rosario. En esa época, precisamente en 1989, conoce a tres adolescentes que necesitaban un baterista para su incipiente banda de rocanrol que ya tenía nombre: Viejas locas. Apodo de Mauro Bonome, el cantante en ese momento.
Hacía seis meses que Pity estaba aprendiendo a tocar la guitarra en el Centro Cultural Juan Carlos Castagnino, referencia de Villa Lugano, donde se dictaban distintos talleres de forma gratuita. Venía buscando un espacio donde tocar así que se unió al proyecto como guitarrista y llevó a un amigo para la batería. Debutaron en setiembre de ese mismo año en el bar Acatraz ante 60 personas con dos temas propios, el resto covers de los Rolling Stones y de Pink Floyd.
Mientras tanto, Menem se había convertido en el presidente del país y lo sería durante 10 años. Reformas liberales se sucedieron: reducción del gasto social, libertad de precios, privatización de empresas estatales. El desempleo alcanzó niveles históricos y la situación no hizo más que agravarse en los años que siguieron. Se abría una grieta imposible de cerrarse. Menem viajaba en avión y prometía un sistema de vuelos espaciales: naves que se instalarían en Córdoba y que saldrían de la atmósfera, se remontarían a la estratosfera y desde ahí volarían a cualquier continente.
En ese contexto surgió y creció Viejas Locas. Su público encontró en sus canciones una suerte de regazo contra la marginalidad. Quizás una respuesta ante la falta de respuestas del Estado. Porque Pity sí los veía: Las canciones son cosas que nos pueden pasar a nosotros, a nuestros amigos o cosas que podés ver desde un colectivo. Nosotros somos pibes que vivimos en un barrio y bajás y ves muchas cosas que pasan…pobreza…todo eso, mal que mal, te inspira a hacer letras, dijo en el programa La Viola.
Aquélla primera formación se disolvió y el único que quiso continuar con el proyecto fue Álvarez. Invitó a amigos a unirse: Sergio Toloza en guitarra, Fachi Crea en el bajo y Abel Meyer en batería. Como no les convencía ningún cantante Pity decidió ocupar ese lugar (aunque tampoco le gustaba su voz) pero era quien escribía las canciones y le insistieron en ser el vocalista. Más tarde se unieron Ezequiel Rodríguez en armónica, Juancho Carbone en saxo y Adrían Pérez en teclados. Esa fue la formación estelar de Viejas Locas. La que se convertiría en una de las bandas denominadas “rock chabón” más importantes de la escena nacional argentina.
Su popularidad se tejió con estrategias de bajo presupuesto: el boca a boca, las pintadas en las paredes, los afiches en las paradas de los colectivos y las actuaciones gratis los domingos en el Parque Centenario. También gratis fue el demo que repartieron en 1994 por lugares como Museo Rock y New Order, en shows de otros. De esa manera llegaron a telonear a los Ratones Paranoicos donde los vió un representante del sello discográfico PolyGram y les ofreció grabar su primer disco.
Fue lanzado en 1995 bajo el nombre homónimo de la banda. Después llegó Hermanos de Sangre (1997) y los seguidores siguieron acrecentándose.
Apenas tres años después de grabar su primer disco fueron teloneros de los Rolling Stone en el Estadio de River. Tras esta oportunidad, dejaron en claro una postura ofreciendo un show gratis en Quilmes para todas las personas que no habían podido pagar su entrada a los Stones. Meses después se presentaron en el Estadio Obras sellando así su consagración.
Su tercer álbum no se hizo esperar y en 1999 Especial fue lanzado al mercado con varios hits: Me gustas mucho, Todo sigue igual, Homero, ¿Qué vas a hacer tan sola hoy?, Legalícenla, y podría seguir. Con él llegaron los shows fuera de Argentina. Todo crecía y nada hacía suponer que la banda iba a separarse. Pero llegó el año 2000 y en su mayor auge, la banda se separó.
Alrededor de acontecimientos públicos siempre se tejen hipótesis. Una de las versiones que intenta explicar el porqué de separar algo que funciona y funciona muy bien, coloca el foco en la personalidad de Pity y su inclinación por frenar lo que crece. Cuando sus bandas han tenido su mayor apogeo Pity les da un parate. Quiere bajar los escalones que subió. Quiere que baje la fama.
A su trabajo no quiere considerarlo trabajo. Ya fue obrero de una fábrica y ese destino no lo quiso para él. Yo era como Homero, dice en una entrevista, aunque esa canción esté compuesta para su padre. Cuando Pity egresó del colegio secundario con el título de técnico electromecánico fue jefe de seguridad e higiene en una fábrica. El lugar se incendió y él se quemó el 80 % de su cuerpo con quemaduras de 2°grado. Ese episodio le dejó secuelas psicológicas y uno de los temas más famosos de Intoxicados: Fuego. Allí relata claramente su experiencia y posterior paranoia cuando dice que se prenden fuego su pelo, su piano, sus discos, la ropa y el perro y que puede ser que otra vez no sea cierto pero siente cómo el fuego lo quema por dentro.
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Los años 90 derivan en la crisis política, económica, social e institucional de 2001. En ese contexto nació Intoxicados. Y Cristian Álvarez continuó siendo, sin buscarlo, una especie de abanderado de toda esa gente que se quedó en los márgenes, castigada por una crisis que dejó en Argentina heridas abiertas hasta hoy. Le canta a los pobres, a los barrios, comenta una seguidora en una de las tantas vías de comunicación por las que escriben sobre su ídolo.
Esa identificación que se produjo tiene que ver con la congruencia que manejaba Pity entre lo que decía y hacía. Si algo tiene lo genuino es que se nota. Y que las masas siempre lo agradecen. Lo más importante es que el mensaje pegue con el pibe que está cantando. Que vos veas a la banda tocando y digas ‘sí, estos pibes hacen lo que están diciendo’, dijo Pity para una nota televisiva.
Intoxicados siguió teniendo integrantes de Viejas Locas, pero con algunos cambios. Abel Meyer continuó en la batería, Ezequiel Rodríguez en armónica y Adrían Pérez en teclados. En guitarra se sumó Felipe Barrozo, Jorge Rossi en bajo, Favio Cuevas en percusión y Víctor Djamkotchian en saxo. Su primer disco, ¡Buen día! (2001), refleja un día en la vida de cualquiera -según palabras del propio autor-. Tiene temas como El Rey que parece rozar la biografía: algunas cosas me salieron al revés / y nadie me pudo ayudar / y me boxeo con la vida otra vez, y que dará puntapié a su apodo. También están Mi inteligencia intrapersonal, Se fue al cielo, Quieren rock y Religión.
El segundo álbum de la banda, No es solo rock and roll (2003), está incluido en la Lista de los 100 mejores álbumes del rock argentino según la revista Rolling Stone. Significó una apertura musical respecto a lo que venían haciendo y este sería su sello característico. Como lo dice su nombre, acá hay hip hop, reggae, funk, blues y no solo rock and roll.
En el 2005 lanzan su tercer álbum: Otro día en el planeta tierra. Es la continuación del anterior, un radio teatro. Hay una escena en Duérmete niño, una de sus canciones, que es bien gráfica. Participa un coro de niños y niñas y en el final Pity les pregunta: ¿Les gustó esta canción? A lo que ellos responden: ¡No!
Esa grabación quedó incluida con un mensaje que puede leerse así: me encanta que no guste, no necesito aprobación.
El álbum vendió más de 100.000 copias. Las canciones más difundidas fueron Fuiste lo mejor, Fuego, Señor quiosquero, Reggae para Mirta, Las cosas que no se tocan y Nunca quise.
Pocas bandas han logrado tantos hits de un solo álbum. Y a Pity le ocurrió con todos.
El cuarto y último álbum de Intoxicados fue El exilio de las especies (2008), el que completa la trilogía. Casi sin pensar es uno de los temas que lo integran y donde Pity dice que siente en el corazón a Dios y en los pulmones al Diablo.
Hacía unos años que algo había cambiado en Cristian. Sus seguidores parecen coincidir en esto y remarcar la ayuda que no llegó a tiempo. Pity comenzó a consumir marihuana a los 14 años y siguió con una lista larga de drogas, en la cual se incluyen la morfina y la pasta base, esta última su único problema según él.
Aunque no se puede precisar un antes y un después, comenzaron a sucederse los problemas con la ley y a pasar factura más de una década de consumo. Robo de cámaras a un canal de televisión, amenaza con un revólver a la madre de una fan, accidentes de tránsito, son ejemplos de eso. Algunos fueron desmentidos, otros no. Pity dijo en una entrevista al respecto: A los medios le tiran la información los que ganan. O los que tienen el power. Pero hay otra historia.
En el Cosquín Rock del 2009, y a pesar de asegurar que fue lo más lindo que le dió la vida, Pity anunció la separación de Intoxicados. Sin tomarse recreos, a fines de ese mismo año volvió con su antigua banda, Viejas Locas. En el 2011 editaron hasta ahora su último trabajo: Contra la pared.
La última canción del disco Un frasco vacío tiene una fuerte influencia sabinera. A este flamenco podríamos intercambiarle la voz del Pity por la de Sabina y nada sonaría extraño. Pity es un admirador del cantautor español. En una oportunidad quiso conocerlo pero no llegó al encuentro: Sabina lo esperó durante 40 minutos.
La letra de esta canción dice: A este frasco vacío / a esta lapicera sin tinta / A este cuerpo que no siente nada / y todavía camina / se le hace una pesadilla. Si Pity siempre cantó lo que vivía y sentía, estas plabras podrían demostrar algo que sus seguidores manifestan constantemente y que se puede resumir así: pidió ayuda y nadie se la brindó a tiempo.
Al año siguiente nació su única hija, Blondie. No hay mucho que se pueda decir de su faceta como padre. Me rectifico, esto ya es mucho decir. Aunque Mariángeles Giovannone (madre de Blondie y ex pareja del cantante) confiesta que en la actualidad “es un papá de verdad” y que ambos tienen “una relación zarpada de amor”.
Para ese entonces todavía faltaban seis años para que ocurriera el acontecimiento más trágico en la vida de Cristian Álvarez.
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Rey sin corona.
Así lo llaman sus seguidores. Aunque él seguramente esté en desacuerdo. Aunque se haya sacudido de todas las maneras posibles los apodos que lo colocaban en algún tipo de pedestal. Lo llaman Rey sin corona a pesar de él mismo y de sus recomendaciones: Ustedes tienen que ser fanáticos de la gente que vive adentro de sus casas.
En la ventanilla empañada de un ómnibus alguien escribió: préstale más atención a las letras del Pity. De música casi no se ha hablado cuando se habla con o de él. Sin embargo Pity es músico. Sin embargo Intoxicados tiene en Spotify más de un millón y medio de oyentes mensuales. Sin embargo Pity innovó como pocos. En su música también está presente la inclinación a sobrepasar los límites: no tuvo miedo de ir más allá de lo establecido. Con Intoxicados incorporó diversos géneros, hasta la electrónica. Y por su música Spinetta le pidió un autógrafo. Pappo lo invitó a grabar dos canciones. Calamaro quiso cantar con él.
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Es el año 2018. Una mujer llama a la policía y pide auxilio. Le dispararon a un hombre y no sabe si está vivo o muerto.
Pity Álvarez acaba de matar de cuatro tiros a Cristian Díaz. Y esa mujer que pide auxilio es su novia.
No hay nada de todo esto que no se haya dicho en los medios. Y lo que se dijo ya se repitió muchas veces.
Años atrás, es la previa de un show de Intoxicados y el folclore se sucede. Las colas de gente. Las banderas con frases. El reconocimiento con el otro que forma parte de lo mismo. No se conocen pero entienden lo que están sintiendo. Los cánticos “Soooy into-xi-ca-do”. La complicidad.
Unos adolescentes que tendrían la misma edad que Pity cuando éste empezó a tocar cuentan eufóricos que hicieron de todo para poder estar ahí: Vendimos hasta las bicicletas, cobre, de todo loco. Sus sonrisas de oreja a oreja. Están felices. No hay nada que se compare a ese éxtasis.
Pity no se parece en nada a una estrella de rock. Quiero decir, en un punto (o varios) da la impresión de ser común y corriente. Es ese rockero que podrían ser vos o yo. No es virtuoso con la voz y canta. No es virtuoso con la guitarra y toca. Y se convirtió en uno de los protagonistas de la escena del rock argentino. Ese podría ser el mensaje principal que nos deja Pity: no hace falta ser brillante para brillar.
Algo de eso hay en la felicidad que les produce su música y presencia a todos sus seguidores. Y algo de eso actuó como imán desde el principio.
Ahora, ya pasaron cuatro años desde aquélla noche y Cristian Álvarez está a la espera de un juicio que tendrá lugar en el 2023. Da la impresión que sus seguidores ven en Pity algo que los demás no podemos ver y siguen dejándole los mensajes que él mismo escribió: No dejes nunca de brillar.
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