
El 3 de junio de 1993, las salas de los cines argentinos se vieron colmadas para asistir al estreno de una película que por diversos motivos marcó una época.
Tango Feroz: La leyenda de Tanguito fue uno de los grandes hitos del realizador Marcelo Piñeyro (Buenos Aires, 1953), quien reunió a una constelación de talentos para contar una historia de ésas que calan hondo en el imaginario colectivo y la identidad popular.
A una década de la recuperación de la democracia, y con una sociedad cuyo entusiasmo por las libertades parecía haber cedido ante un conjunto de medidas que ponían freno a las políticas de la memoria, el rock continuaba quedando a salvo como expresión contestataria, siendo clave en su resistencia ante el poder, las hegemonías y los discursos alineados con el neoliberalismo imperante de aquellos tiempos.
Si La Historia Oficial (1985) y La Noche de los Lápices (1986) habían sido los impactos audiovisuales de la primavera democrática, a principios de los años 90 esa tradición seguía en pie con un film que de algún modo recuperaría el pasado hostil, oscuro, tenebroso, de una juventud que hacia finales de la década de 1960 manifestaba una marcada oposición a la autoridad y los autoritarismos, acompañando el espíritu de una época signada por revueltas como el Mayo Francés, el 68 Mexicano y otras protestas afines.
Tanguito fue Jorge Alberto Iglesias Correa (1945-1972), uno de los pioneros del rock nacional, perteneciente al under porteño, alguien que con su carisma y capacidad logró componer grandes canciones como “La balsa”, acaso el primer hit del género en Argentina compuesto por Los Gatos, en donde brilló Litto Nebbia.
Su vida estuvo atravesada por el abandono, la bohemia y un estilo desprejuiciado, que lo llevaba a cantar en bares y teatros, ganando una trascendencia que creció aún más cuando falleció.
Esa biografía generó la curiosidad de Piñeyro, quien construyó una épica a partir del personaje interpretado por Fernán Mirás, y que según afirma el sitio 90 líneas en un artículo titulado «Tango Feroz, a 30 años de la gran mentira sobre el rock», tiene muy poco de real.
El Tanguito de la película es rebelde, violento, incomprendido y hasta mítico, con frases célebres que lo entronizan en un lugar sobrevalorado para la historia del rock nacional.
Nebbia, aún reconociéndole su influencia, se encarga de cuestionar esa imagen lavada e idealizada de quien supo ser su colega y compañero de composiciones, afirmando que Iglesias era un muchacho sencillo, pacífico y solitario.
En este revisionismo, las más recurrentes objeciones a Piñeyro giran en torno a la construcción de una estrella de algún modo inexistente, a los fines de satisfacer las demandas de la industria cultural mientras se cuenta una aventura de ficción para pleitesía del público juvenil. A tal efecto, el éxito de la taquilla le dio la razón y la película, ciertamente, tiene méritos para ser muy bien considerada como producto artístico, apreciándose en él muchas más virtudes que defectos.
Gran parte del suceso que tuvo Tango Feroz: La Leyenda de Tanguito se debió a cómo retrató a una época de amenaza latente para el país, con razias policiales en boliches, maltratos a adolescentes y abusos de poder, algo que siempre merodea como las escenas más repudiables de la peor Argentina que se conoce: la de violencias institucionales, las torturas y e imposiciones de poder.
El guión contó con la notable actuación de Cecilia Dopazo, partenaire ideal que simbolizaba la aspiración de la clase media universitaria y los sueños de una etapa de la vida que oscila entre los deseos de liberación y las fuerzas opresivas capaces de interponerse a ese tipo de aspiraciones.
La película, filmada en apenas dos meses -durante los meses de octubre y noviembre de 1992-, también se destacó por ser muy transgresora para la época, con escenas de desnudos completos y situaciones explícitas de maltratos.
Uno de sus principales aspectos a destacar fue dar pantalla a promesas como Leonardo Sbaraglia y Federico D’Elía, quienes luego confirmarían en la pantalla chica y grande interesantes trayectorias. También, se encargó de posicionar al hijo de Antonio Birabent para interpretar a su propio padre y difundir su incipiente carrera como músico.
Otra de los logros del largometraje consistió en dar lugar a canciones icónicas y algunas pensadas específicamente para el proyecto, en clave de videoclip, mientras acompañaban distintos momentos de la vida de Tanguito. Entre ellas, se destacan: «Presente», «El amor es más fuerte», «El Oso», «Amor de primavera», «Natural».
Más allá de los cuestionamientos y debates emergentes, Tango Feroz: La leyenda de Tanguito sigue siendo uno de los clásicos del cine local. Intentó rescatar del ostracismo a uno de los protagonistas olvidados de la historia del rock argentino; y tal vez, lo logró a medias, porque el relato que se creó a partir de entonces habla de una persona muy distinta a la que, según confirman allegados que lo conocieron, resultó el personaje. Acaso, lo único cierto fue que había una vez un muchacho al que le gustaba cantar, tenía buena pluma, sabía componer, se hizo un lugar sonando en lugares marginales en tiempos fundacionales del rock argentino, y tuvo un desenlace trágico, con una muerte en dudosas circunstancias, nunca del todo aclarada. En estos asuntos relevantes de su vida, la película no distorsiona. Ni antes, ni ahora, 30 años después.
 
 
 
			 
					



















































 
                







