
Noche de la Nostalgia en clave de rock- Live Era
Los tributos que marcaron la fiesta “Ruido Eterno” organizada por INDIO Producciones
Tren Nocturno – Con Sumo Respeto – La Rikotera
El 24 de agosto en Uruguay siempre tiene un aire distinto. Es la víspera del 25, feriado por la Declaratoria de la Independencia de 1825, y la ciudad entera sabe que esa noche se estira hasta tarde. Para mí es todavía más especial, coincide con mi cumpleaños, lo que hace que cada año esta fecha tenga algo especial, una mezcla de festejo personal y ritual colectivo.
Mientras la mayoría se entregaba a la Noche de la Nostalgia, con las fiestas clásicas repletas, yo opté por otro refugio, Live Era. Allí la propuesta era distinta, un festival de tributos que ponía al rock en el centro. Tres bandas iban a recorrer épocas y memorias, en un espacio preparado para la ocasión: luces y pantalla, sonido impecable y hasta el parche del bombo con el logo de la productora, como una firma discreta que confirmaba que todo estaba bajo control.
La apertura fue de Tren Nocturno, encargados de revivir la artillería de Guns N’ Roses. El arranque con It’s So Easy con un sonido muy fiel a la original, dejó la vara alta y de ahí en más no aflojaron; Mr. Brownstone, Don’t Cry, Welcome to the Jungle y otros himnos que devolvían al público a las tardes de MTV y a los TDK que se gastaban de tanto dar vuelta en el equipo de audio. El guitarrista clavó todos los riff al mejor estilo SLASH, un crack!!! y el batero no se quedaba a tras, si cerrabas los ojos, era golpe de batería de Matt Sorum, con un cantante que se movía entre el histrionismo y la furia, y no se les escapó nada, armaron un setlist poderoso cerrando a lo grande con Paradise City. En la estética, en la energía y en la actitud, había algo de aquella extravagancia original de los Guns.
Luego de un parate que dio para volver a la barra retomar fuerzas y charlar un poco con los amigos, fue el turno de la segunda banda en subir al escenario Con Sumo Respeto, trayendo de regreso la irreverencia de Luca Prodan. El eco de Mañana en el Abasto o Mejor no hablar de ciertas cosas apareció con la misma sintonía que en los ochenta y el público lo vivió como un salto en el tiempo. El cierre con La rubia tarada, Los viejos vinagres y El ojo Blindado terminó de sellar el espíritu de Sumo; directo, crudo y todavía incómodo, incluso desde la distancia de los años. La banda se lució hasta en las entradas del saxo, muy buena estética y un ida y vuelta muy interesante con el publico
El broche de la noche lo puso La Rikotera, que convirtió el festival en un verdadero ritual ricotero. Con las dos bandas anteriores ya se había armado algún pogo, pero con ellos todo se desbordó; se cantó y se saltó sin parar, se percibía una complicidad natural, es una banda que tienen su público y tienen claro que hay canciones y atmósferas que no fallan, apostaron a que todxs compartiéramos un espacio de conexión intensa y lo lograron . Tocaron El pibe de los astilleros, Un ángel para tu soledad y claro, Ji ji ji, que desató la locura total como pasa cuando tocan los Fundamentalistas o La Kermesse. Gente feliz, abrazada, reconectando con esas cosas del pasado que siguen estando ahí, guardaditas y salen en estos momentos de introspección colectiva
La noche me regaló un reencuentro inesperado. En la entrada me crucé con un amigo del pueblo, con quien hace veinticinco años formamos una banda a la que llamamos Morbo, donde, además de juntarnos a compartir con las guitarras, usábamos ese espacio como una forma de expresión a través de las letras; canalizando nuestras frustraciones y broncas propias de una etapa de experimentación adolescente. Este amigo estaba acompañado de su hermana, que por entonces era una niña y a veces presenciaba nuestros primeros intentos de ser rockeros. Esta vez compartimos la velada entre charlas, cerveza, fernet y aquellas canciones que escuchábamos en esa época. Un guiño inevitable a la nostalgia del 24 de agosto; la juventud, los vínculos que resisten el paso del tiempo y la música como puente entre lo que fuimos y lo que todavía somos.
La noche terminó con la sensación de que todo lo vivido seguía presente, los riffs, los coros y los encuentros dejaron su sello, recordando que la música se escucha, se comparte y se siente. El 24 de agosto cerró así, con la energía intacta y ganas de que lo que pasó quede para seguir siendo recuerdo.
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