
Una ordenada formación espera paciente la apertura de puertas en la Sala del Museo. Puntual,a las 20 hs. se abre el portòn y accedemos al patio con distintos tipos de sillas, de madera más adelante, de plástico blanco atrás y gradas al fondo.
El escenario despojado: jirafas, atriles y algunos instrumentos musicales. El decorado carnavalero que se usa en estas semanas, está cubierto por una tela negra para que no interfiera visualmente.
Por los parlantes suena Aínda y Triángulo, músicas argentinas mientras la gente se acomoda, se reconoce, se saluda.
Al costado de la platea hay un puesto de venta de merchandising con diversos artículos personalizados con las frases icónicas del artista: posters, remeras, tazas, etc. También hay una barra de comida y bebida muy bien señalizada.
El público es heterogéneo, barras de amigas, parejas, familias. Mayoría de mujeres pero no exclusivamente. Edades variadas también, aunque no se ven niños por ahora, siendo que el espectáculo fue clasificado para todo público. Noto que hay mucha diversidad en la audiencia: todo tipo de cuerpos, peinados y looks. Mucho respeto, se siente que todos tenemos derecho de estar allí.
20.29 se empiezan a apagar las luces. La platea está prácticamente llena, los retrasados tendrán que ocupar la tribuna, que quizás reciba un poco más de este vientito que se levantó. Sin embargo algo imprevisto sucede: un desperfecto en la iluminación hace que un técnico deba subir por escalera de mano a la batería de luces, y cambiar un artefacto. Mientras, suena Julieta Rada cantando Visionarios junto a Martín Buscaglia.
Ahora son tres técnicos que alinean los focos hacia la platea. Se ve que Mocchi nos quiere ver bien.
A las 21 una persona sale a revisar cada puesto en el escenario, luego nos enteraremos que es Johny. Se empieza a mover la cosa, aparecen más técnicos y acomodan la guitarra cerca del micrófono en el medio del escenario, y también una tablet en su atril.
21.07 suben las dos violinistas, guitarrista y tecladista a escena y comienzan a tocar. Luego de la introducción instrumental, aparece Mocchi cantando por el medio de la platea, de impecable blazer rojo. La gente aplaude ante varias frases, como consignas.
Se sienta a cantar en la escalera de la tribuna. Ahora veo que para eso quería la luz.
Reclama “nadie se aprendió la letra” y la gente le devuelve el estribillo en coro y con un gran aplauso.
Sube al escenario y recuerda otro concierto ventoso en el mismo lugar. “Hoy no se volarían las letras porque tenemos tablet”, bromea.
Suena la potente balada Menos mal que estamos juntes, del último disco El frío que nos convoca, y luego empieza la charla. Lo más interesante de los conciertos de Mocchi es lo que dice entre canción y canción, y la interacción con el público que ya le conoce y se anima a contestarle a los gritos, o interrumpirle con pedidos de canciones.
“Ustedes saben que me encanta hacer regalos sorpresa, y en la medida que ustedes me habilitan; gracias por financiarme. No me aguanto, se los digo ahora, aunque faltan llegar las últimas diez personas. Será una sorpresa pública y secreta, lo sabrán ustedes y los del balcón de enfrente, que no me falla nunca.
Estuve muchos años sin ser contratado por absolutamente nadie. Eso cambió gracias a ustedes. Ahora me contratan y aparte cumplo con todos los cupos”, dice despertando muchas risas. “Si es por el cupo, y me doy cuenta, digo que no. “Queremos diversidad” dicen… Me encantaría tocar gratis, gracias a algunas contrataciones se ha dado. Por ejemplo, me convocaron para ir a la Fiesta del Río. Entonces pregunté ¿es posible llevar a todo el mundo en un bondi? Me pareció justo alquilar 3 bondis pero era inviable meter a todos sólo en 3. Entonces, a partir de ahora, a la gente que está en el grupo de Whatsapp les va a llegar un link. ¡miren ya! Nos vamos a la fiesta del río. Y a los que no están en el grupo pero al comprar algo en la mesa de adelante, dejaron su número de celular, también les va a llegar. Y a los que no, va a haber un código QR para que se anoten. Serán 3 bondis gratis que saldrán de Plaza Cagancha. Gracias por llevarme: ustedes a mí, a la Fiesta del Rìo”.
Mocchi parece aliviado luego de poder liberarse del anuncio de la sorpresa, y nos cuenta otra intimidad del show: “les deseo amigos como estos, quienes bajaron todos los temas de tono”. Pide un aplauso para Toto, Rostro, Caro y Elo, que trabajaron mucho para este concierto y parecían “un grupo de cover de Mocchi donde canta Mocchi”. Le encanta compartir con nosotros sus chistes internos.
Micrófono en mano suena Ejercicio, del temprano disco Mañana será otro disco. Mocchi suelta la guitarra y nos deja una apasionada versión, casi una letanía, su voz sobre la música de los violines. El público cautivo en respetuoso silencio, me da una vibra como de misa, de templo, de estar compartiendo un tiempo y un espacio de íntima reflexión.
Luego anuncia Compostaje y la gente celebra. Mocchi, rìe, pregunta si vamos a sumarnos a los bondis y la gente grita que si. Una persona de San José ofrece lugares para ir en auto y el artista hace el “match” al instante con alguien de la misma ciudad. Pide datos para que se contacten, “que me busque en la escuela, soy la directora” avisa la primera, y eso da pie para que Mocchi nos cuente anécdotas de su madre maestra y la gente se mata de la risa.
Suena entonces Compostaje sobre música de cuerdas y otra vez ese silencio que recibe la máquina de tirar postas que es este compositor, lleno de palabras esdrújulas y frases que parecen consignas.
Luego del aplauso dice “no queremos seguir teniendo que hacerla más. Ya vamos a hacer canciones felices, ¿quieren escuchar alguna?” La gente le grita varias, y contesta “Vecina me aburrió. Me gusta pero no. Gimena tambièn, porque me da tristeza, angustia. Aprendí que no se puede cantar llorando”. Un niño le pide Días sin vos y le sorprende, le pregunta la edad… “¿10 años y justo me estás pidiendo la canción del porro? ríe y llama a hacer reducción de riesgos. Deja la guitarra, pide bajar un tono y medio, presenta a Tato Cabrera en teclados que hace posible la adecuación.
Le piden una nueva canción y pregunta a sus músicos si se la saben. Él mismo tiene que buscar la letra en la tablet, en la carpeta de canciones que no iba a cantar hoy. Pide ayuda porque no esta ensayada, y nos cuenta que “Tato es el Señor Rockola, hace más tiempo que tocamos juntos, que que no. ¿hacemos Puentes como liebres?” Se van las violinistas, Mocchi termina estirando la palabra “liebres” con un gran control respiratorio y festeja con admiración su propio desempeño vocal, genuinamente, sin falsa humildad.
Ante tanta recepción de parte del artista, la gente se envalentona y grita nombres de canciones que quieren escuchar. Mocchi agradece distendido: “tranquilos, todas las vamos a cantar luego”. Le gritan ¡Urano! contesta ¡Mercurio! Pero luego accede: “podemos tocar Urano porque el coautor es Tato, así él gana una platita más”, dice con picardía. “Es re triste la letra, es de unos que no se van a ver más por problemas con Antel. Nos perdimos una gran historia de amor” y nos cuenta los detalles de la mala comunicación, entre risas.
Canta Urano y festeja al final que logró sostener la respiración, sobre todo porque sospecho esta la hizo un tono más alto.
Mocchi navega por la tablet, tratando de volver al listado de temas “original”. Elige hacer Cuadros, que fue ensayada en el registro más cómodo.
Luego le dedica la canción Carmen a la Carmen del grupo de Whatsapp, aunque originalmente fue hecha para su abuela: “Canto porque me enseñaste/que hay mucha gente que quiere/y no puede cantar”… el humo iluminado de amarillo y naranja se mueve por el viento, envuelve a Mocchi que parece estar en medio de una fogata cuando canta “me voy para prenderme fuego”, en un efecto que ni el mejor puestista pudo imaginar.
Anuncia ahora Viaje, también del disco El frío que nos convoca, en otro tono (lo van a descubrir ahora el tono).
Nos cuenta sobre la tristeza que sufría cuando hizo esa canción y la disparatada historia de la grabación del disco La certeza del dolor. Nos dice “lo importante no es hacer canciones, es hacer las cosas más amables. Yo hago canciones que salen de mi corazón, ustedes me aplauden y yo me voy con el ego inflado y me dan ganas de vivir”.
Nos propone abrazarnos, primero con quien está sentado a nuestra derecha, luego a la izquierda. Todos accedemos, nos abrazamos, nos emocionamos, sonreímos. Nos encanta ser parte de este momento especial, único e irrepetible.
“Cuando no sé cuando voy a volver, es que estoy siendo feliz. Gracias por ser mis managers”. Llevo escrita una carilla desde que empezó a anunciar el tema y podría escucharle hablar toda la noche, oyéndole contar sus experiencias, conociendo y confiando en desconocidos.
“Me vinieron ganas de cantar… a veces hago canciones pensando que las va a cantar otro artista: Lali, Madonna, Sabina… entonces hice una canción para que la cante Silvio Rodríguez.” Expone su teoría sobre el cantor cubano, pero evito contarlo para que puedan disfrutarlo en vivo alguna otra vez. Llama a Caro que es la única que conoce la música de la Canción para Silvio Rodríguez, luego delira sobre la posibilidad de alquilar 3 aviones y llevarnos a todos a un concierto en Cuba…
“¿Quieren hacer Amichi? Nos estamos empezando a despedir” y ante el reclamo de “mañana hay clases” de la directora de escuela, comienza un divague muy divertido sobre la nomenclatura de las notas.
“Cuidate bien el corazón” corea el público totalmente cautivo del magnetismo del artista.
Al terminar un niño se acerca y le pide una canción: Los días nuestros. Mocchi suspira y dice: “bueno, dale, pero vamos a hacer una versión triste”, mientras busca la letra en la tablet. “Comiencen ustedes” le dice a las violinistas que buscan frenéticas en las partituras.
Luego viene Mismo momento del álbum 1990 que al final repite la misma estrofa incansables veces, como una letanía.
Se pone la guitarra y tararea una canción sin que se entiendan bien las palabras. Nos cuenta otra jocosa anécdota sobre “la canción que es de ustedes”: Mi grito, y nos confiesa que la hizo para apoyar la lucha transfeminista.
Ahora sí, vamos llegando al final, Mocchi agradece al equipo de la Sala del Museo, que tuvo que lidiar con las complicaciones del clima. También a todo el personal relacionado con el espectáculo, los trabajadores de la barra, limpieza, seguridad…
“Estoy en un gran momento de mi vida, soy muy feliz, lo cual no favorece mi obra porque no compongo, a mí me gusta hacer canciones tristes”. El público celebra la felicidad y le hace sentir que eso es lo importante.
Suena Folclorito pa la trinchera y es festejado cuando dice “sin ningún amigo en el estado /yo viajo con las canciones”.
Es el momento de presentar formalmente a la banda: Tato Cabrera de Canelones en teclados, Rodrigo “Rostro” Gambetta de Tacuarembó en guitarra, Eloìsa Márquez de Montevideo y Caro Rodríguez de Mar del Plata en violines, pasando por el espacio de cada uno y dejando que se luzcan en sus solos.
Agradece una vez más por la presencia, alguien le grita ¡Duende! y dice “me leíste la mente”. Mocchi baja a nivel de piso, se recuesta en el escenario y por un momento cambian los roles: Tato canta y él le hace los coros, canturreando sin micrófono. Termina a capella con el apoyo del coro del público.
“¿Saben qué me dieron ganas de hacer? Sabrás” y la gente hace ahhh.
Canta con gran dominio vocal mientras desenreda el cable del micrófono, porque claramente quiere bajar del escenario. Pide un inalámbrico y viene Johny su asistente personal (al cuál ha elogiado toda la noche). a hacer el cambio para que baje a hacer Intro, esa gran declaración de principios: “Dicen que no vino nadie, que el teatro está vacío/Yo doy gracias a las canciones porque siempre van conmigo/Dicen que está lleno el teatro (el Museo)/dicen que me lo merezco/yo doy gracias a las canciones que me dan privilegio”, despertando conmovidos aplausos. Mientras canta se traslada a la tribuna y le cede el micrófono a una mujer que improvisa nuevos versos en vivo. Luego sube hasta el último escalón de la tribuna, y canta desde allí. Quienes estamos en la platea debemos pararnos y darnos vuelta para poder apreciar el show, logrando con esa inversión que la tribuna sea la favorecida por una vez. Va volviendo mientras canta Seré yo, la que dice “el cuerpo es el peón de lo que el alma siente/No todas las cosas del mundo se van/algunas las come la muerte o las desaparece algún militar” y termina cantando con una niña al pie del escenario, mientras todo el público de pie se mueve bailando al compás, de lado a lado.
Algunos cantan y hacen contacto visual entre ellos y con el artista, yo me emociono y no sé cómo hace Mocchi para seguir cantando con el nivel de emoción que hay en el aire, y que termina con una gran ovación.
“Vamos a despedirnos con una canción del más grande: Ruben Rada”, dice, para luego pedir aplausos para Sofía en las luces, Ángelo que está grabando, Cuqui en el merch y Belén en el sonido, para dar paso a lo que quiere ser “la versiòn triste” de Quien va a cantar, canción con la que nos vamos canturreando a nuestras casas.
Es medianoche y me arrepiento de no haber levantado la mano cuando preguntò ¿”saben cómo van a volver a sus casas?” No me di cuenta que era tan tarde, escasean los bondis en Ciudad Vieja. Igualmente logro tomarme dos, llegar sana y salva a mi hogar y pienso que la próxima vez me animaré a la aventura de que Mocchi me resuelva el traslado con alguien ya no tan desconocido.
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