El Museo de Arte Contemporáneo (MACA) ubicado en Manantiales, inauguró temporada con tres grandes exposiciones de artistas con prestigio internacional, sin embargo el resultado no ha sido en todos los casos parejo.
Si bien es un gran suerte para nuestro medio tener la posibilidad de acercarnos a las obras de destacados artistas extranjeros, en esta oportunidad, no se ha llegado al nivel excelencia esperado, en función de los recursos del museo y los artistas seleccionados.
Emil Lukas (Pensilvania, 1964), es un artista con una larga y reconocida trayectoria internacional, que nos congratula tenerlo en nuestro país, no solo su obra, sino que él mismo vino, como lo hicieron los otros dos artistas.
De trato afable, discreto y de bajo perfil, Lukas se ha entregado al trato con el público que se acerca a saludarlo.
Sus obras tienen la característica de que “se crean así mismas”. El artista se desempeña sin saber cuál sera el resultado final, dejándose guiar por fuerzas que el espacio va ejerciendo e influenciando, hasta lograr el acabado de las obras.
Lukas dispone de ciertos materiales diversos que van desde elementos de deshecho industrial, residuos orgánicos y lo que encuentre por su camino.
Utilizando materiales simples, Lukas logra acciones complejas que impactan al espectador obligándolo a planteos que no siempre gozan de respuestas.
A partir de ello, el artista va prestando atención a los elementos, oyéndolos en sus distintas manifestaciones, convirtiéndose en un hacedor, siguiendo las instrucciones que los mismos y la energía del lugar, le van susurrando.
Se vale también de variados procesos para dar vida a sus obras cómo puede ser el caso de la utilización de larvas de moscas vivas, que usa para arrastrar tinta sobre sus telas.
Trabaja dentro de una línea de tiempo geológico a modo de arqueólogo, en sintonía con detalles nimios de la vida del ser humano.
Para esta ocasión, Emil Lukas presentó, acompañado del texto de Martín Craciun, la exposición llamada “Entre dos líneas tenues”, título por cierto acertado pues lo tenue es la característica más destacada de sus obras.
Las piezas mas interesantes son las denominadas “Pinturas de hilo”, donde el artista crea entramados de hilos de colores variados que recubren bandejas de madera con una cierta profundidad que a los ojos del espectador se hace infinita.
A partir de estas propuestas, también sonoras por cierto, pues el silencio también se manifiesta, Lukas invita al espectador a realizar un viaje de intromisión personal provocada por estas enigmáticas piezas.
Si bien la obra de Lukas es muy buena, las grandes salas así como el clásico colgado, no beneficiaron el resultado que deberían de lograr.
Tampoco se logra la efectividad deseada con las piezas con hilo que se pierden en la inmensidad de los espacios.
Sin embargo, el resultado de sus obras en la galería Piero Atchugarry en Pueblo Garzón, logran otro efectivo resultado, donde las pequeñas salas y el ámbito del pueblo, acompañan el espíritu necesario para transitar sus obras y dejarse envolver por las mismas.
También allí, hay otras obras que el artista realiza dentro de la linea de la concavidad, que realiza con yesos que pinta con tenues y sutiles colores, piezas de exquisita presencia que logran el vínculo buscado por el artista.
Siempre es mejor que los espacios se adecuen a las obras y no las obras a los espacios.
En MACA, la propuesta intimista de Lukas se diluye y pierde efectividad. Hubiera sido mejor ocupar un espacio más reducido, de carácter intimista que genere un “viaje” al espectador.
Está demostrado que las sensaciones son los recuerdos más efectivos, y los visuales son los mas fáciles de olvidar, en virtud la enorme cantidad secuencial de imágenes que transitan por nuestra mirada.
Guillermo Kuitca (Buenos Aires, 22.01.1961) por su lado presenta su muestra titulada “Desenlace”, curada por Sonia Becce.
Este artista argentino, perteneciente a una familia judía llegada desde Ucrania, se ha destacado desde muy joven, cuando a los 13 años presentó su primera exposición individual y a los 18, ya tenía su taller propio donde impartía clases.
Siempre nos hemos referido a Kuitca como un joven artista, pues comenzó a destacarse siendo un jovencito, pero los años pasan para todos, y hoy es un hombre maduro, seguramente el artista argentino con mayor proyección internacional de su generación.
Su notoriedad internacional sin embargo, no la va a lograr hasta tanto expone en el MoMA en 1991, como suele suceder en este hegemónico poder del mercado del arte.
Representó a su país en tres ocaciones en la bienal de San Pablo (1985, 1989, 1998), así como en la 52 Bienal de Venecia en 2007 y fue el primer argentino en exponer en documenta de Kassel en la edición IX en 1992 donde presentó una instalación conformada por veinte colchones, elementos que lo han popularizado.
A partir de los 90, la obra de Kuitca, y luego de su relacionamiento con el cine y el teatro, se fue tornando dramática, dando cabida a escenas teatrales, los mapas, los planos arquitectónicos entre otras temáticas que ha venido desarrollando.
Su vínculo profesional en Europa, junto a la particular coreógrafa Pina Baush, también ha sido de un gran aporte para su carrera.
Kuitca ha expuesto en los principales museos del mundo y sus obras ocupan los acervos de varios de ellos.
En 2003, el MALBA acogió una gran retrospectiva suya llamada “Guillermo Kuitca. Obras 1982/2002”, la cual solidificó el prestigio en su país.
Esta muestra en MACA, no cuenta con varias de sus obras mojones, por lo cual el espectador no logra tener una visión generalizada de su obra.
La muestra carece de elementos que lo han catapultado como son los colchones, mapas y demás obras de carácter mas espectacular.
“Desenlace” está articulado en dos partes: pinturas de los 80, donde están presentes destacadas obras como “Nadie olvida nada” (1982) y “Siete últimas canciones” (1986).
Por otro lado, Kuitca seleccionó para exhibir, una serie de obras de formato pequeño que creó en el período de la pandemia, así como una selección de dibujos realizados en la ultimas dos décadas.
Todo muy bien montado, pero la muestra priva al espectador de calar más hondo dentro de la obra de este gran artista, muy generoso, por cierto, pues promueve becas para jóvenes.
Por ultimo, no por ello menos importante, sino todo lo contrario, y a modo de postre donde lo mas rico se deja para el final, la muestra de Julio Le Parc (Palmira, Mendoza, 1928), titulada “Quintaescemcia” destaca por donde se la mira, bajo a curaduría de Atelier Le Parc.
Con gran generosidad y con una abultada cantidad de obras, el artista nonagenario, quien también se presentó personalmente, cedió una gran cantidad de obras que resumen claramente su espíritu y la evolución artística de su carrera.
Le Parc también comenzó de muy joven a relacionarse con el arte. De jovencito y con 15 años, ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, pero al poco tiempo, desanimado, la abandona. Fue luego de un largo período de procesamiento y madurez en su vida, que retorna al instituto ya con 27 años donde acabará su carrera.
Luego de ganar una beca que le lleva a París en 1958, impulsado por el crítico Romero Brest, su carrera tomará un giro sustancial que le lleva a relacionarse con destacados artistas como Victor Vassarely y los venezolanos Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez.
Allí confunda el GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel – 1960-1968) y su obra desde entonces, se centra en op-art moderno así como en el arte cinético.
El arte cinético ha cambiado toda la historia de la creación dentro del arte.
Los artistas desde el renacimiento se han venido ocupando de recrear el movimiento en las pinturas, propósito claramente logrado por Leonardo da Vinci con Mona Lisa y que luego se ha venido acelarando con el impresionismo, el futurismo, op-art, arte cinético, hasta llegar al videoarte.
La obsesión del arte cinético justamente radica en recrear vibraciones e invitar a participar con la vista y el cuerpo, en pos de lograr una experiencia, mas que de una visualización pasiva.
El enfoque de este gran creador, versa en el involucramiento que a su criterio, debe de tener el espectador con las obras.
Para ello, sus propuestas visuales están munidas de iluminación artificial, efectos, movimientos, así como reflejos, que seducen y hasta hipnotizan al espectador.
En 1966 Le Parc obtuvo el Gran Premio de Pintura en la 33 Bienal de Venecia y en 2013 llevó a cabo una muestra individual en el Palais de Tokyo en París, entre otras exhibiciones de destaque internacional.
A pesar de su edad, La Parc, no cesa de crear y exponer, siempre acompañado por su hijo Yamil. En 2019 llevó a cabo una retrospectiva en el CCK de Buenos Aires.
Es un artista comprometido con la realidad y hoy día está interesado también en el arte inmersivo, que de alguna manera él ya había anticipado con sus obras, las cuales invitan al espectador a ingresar en otra dimensión participativa.
Su interés radica en alterar la realidad, elemento que hoy día ya no sabemos donde se aloja realmente, conduciendo al espectador a situaciones de cuestionamientos sobre la realidad, pues a su criterio, el arte no es contemplación, sino interacción. Para ello es vital el movimiento del espectador alrededor de la obra.
Las salas del MACA han acogido una enorme cantidad de obras de Le Parc, donde figuran varias de la serie Alchemies, Lumière alternées, Lumière en vibration, así como el formidable “Mural Continuel – lumière avec formes en contorsion” de 1966, entre otros.
Si bien no figuran otras obras de envergadura de su carrera, la selección y el excelente montaje, permite tomar una idea cabal de la obra de este gran artista.