
La expectativa era palpable en la previa del show, un mar de remeras negras que se había congregado para ver a Epica, la banda que prometía una noche inolvidable. Pero el golpe de realidad llegó horas antes: el show se cancelaba. El motivo, un resfriado de su vocalista, Simone Simons. La frustración flotaba en el ambiente, y muchos temieron que la noche se perdiera por completo.
Sin embargo, entre la decepción, una banda se puso al hombro la responsabilidad de salvar la jornada. Fleshgod Apocalypse, los teloneros, salieron a escena y, lejos de limitarse a su set habitual, demostraron su profesionalismo y pasión. Con un show más extenso, le dieron a la audiencia lo que buscaba: música y potencia. Su actuación fue un verdadero acto de lealtad al público, que respondió con la energía que solo se encuentra en una noche de metal.
La noche fue una victoria para el metal. Porque aunque la banda principal no se presentó, el espíritu del show se mantuvo intacto gracias a Fleshgod Apocalypse, quienes demostraron que el verdadero protagonista de la noche no era una sola banda, sino la música y su público.
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