
Encuentro de Mundos Equidistantes.
Publicado en 2023 tras ser seleccionado por la Fundación Itaú en su convocatoria
2022 de Ayuda a Proyectos Culturales, la importancia del libro se afianza en el tiempo. Un merecido reconocimiento a dos personalidades de nuestra cultura, tan disímiles como próximas en diferentes aspectos. Más allá de los planteamientos estéticos, ambas convergen como símbolos de sus épocas, tanto a través de sus obras, como en las actividades docentes emprendidas, dejando sus huellas sobre diferentes aspectos teóricos de la fotografía. Producto del deseo de testificar esas “dobles exposiciones”, la fotógrafa Cristina Lampariello, ha gestado este libro, tanto como reconocimiento a ambas trayectorias, como para permitir ahondar a los demás, dentro de las visiones o “exposiciones” de cada uno de esos particulares mundos interiores.
¿Cómo visibilizaste la posibilidad de juntar en un libro la obra y las personalidades, así como tan diferentes, tan afines en otros aspectos?
No siempre visibilizamos de entrada nuestros deseos, nuestras inquietudes, a la hora de comenzar un proyecto. Ahora, luego de haberlo concluido, puedo detectar varias líneas de circunstancias que fluyeron muy libremente, se canalizaron hasta dar forma, poco a poco, de lo que hoy tenemos entre manos: este libro doble. Entre esas líneas de circunstancias, la más determinante es haber tenido la suerte, el gusto y el honor de conocer de cerca a estas dos grandes maestras de la fotografía y haber transitado por sus talleres, y de ser receptora de sus miradas, de su arte y de sus enseñanzas.
A Annabella la conocí en el año 2003 y me vinculé a Aquelarre desde entonces. En diferentes años, participé en el taller de Expresión y el de Fotorreportaje. A Diana, si bien la conocía como referente, recién en el año 2018 comencé a participar en su taller Miradas Personales. Otra línea circunstancial fue el hecho de venir trabajando fotográficamente temas vinculados a la memoria. Esto me llevó constantemente a vincular las fotografías con las historias que las generaron o que yacían vinculadas a ellas. Historias que las precedían o que, una vez mostradas las fotografías, comenzaban a resurgir en forma oral, desde los recuerdos, las asociaciones, las coincidencias. Los temas podían variar, pero lo que permanece constante es mi curiosidad y deseo de visibilizar algo más de lo que la fotografía nos muestra: el detrás de la foto. Y la tercera línea circunstancial —y esto tiene que ver más con lo operativo— es que, desde hace muchos años, disfruto de pensar la imagen ligada con un texto. Esto dio lugar a boletines, pequeños librillos, fanzines, agendas temáticas y fotolibros, y en 2018 pude concretar mi primer libro impreso, incursionando de lleno en el diseño editorial clásico, con la invalorable ayuda de Graciela Álvez, correctora de estilo de larga data.
Por lo tanto, a partir de “El pasado en movimiento”, mi primer libro, con todo el conocimiento técnico que incorporé, la idea de reunir la obra de Annabella y Diana, con esa impronta de ir más allá de sus fotografías, empezó a tomar forma rápidamente.
Un libro de «doble faz», por así decirlo, con dos retratos de ellas, uno por lado, y de manera invertida. Para que este pueda ser visibilizado sin saber quién anticipa a quién, y las empareja en esa comunión de afinidades y disidencias.
Juntarlas fue un deseo mío. Por el afecto, la admiración, el reconocimiento a la dedicación de una vida, en ambos casos, a la fotografía. De diferentes maneras, con diferentes miradas, pero con una misma integridad y coherencia entre pensamiento y acción. No podían estar una primera y la otra después. De ahí la solución del libro doble. Me pareció hermoso que se juntaran en el medio.
El libro lo fuiste estructurando de forma aislada con cada una de ellas; quiero decir, primero encaraste la obra y la personalidad de una y a posteriori la de otra, o ¿fuiste compilando material y reflexiones al mismo tiempo?
Comencé con una estructura pensada, que fuese igual para ambas, aceptando alguna flexibilidad por los diferentes recorridos en la vida de cada una. Esa primera estructura estaba pautada: los comienzos, la obra personal, la docencia, la divulgación y curadurías. Sumé una entrevista mía realizada en el momento previo a la edición del libro. En el índice de cada una, está la estructura final que elegí para hacer los capítulos. Verás que se mantiene la idea primera con pequeñas diferencias que necesité marcar, como el exilio y la vuelta al Uruguay, por ejemplo.
Basándome en esa primera estructura fui acopiando material. Me fueron cediendo sus fotografías, información, folletos, catálogos. Investigué en internet (páginas, videos). Busqué publicaciones anteriores y conseguí antiguos catálogos de sus muestras, revistas con notas como las tuyas. Personas vinculadas a la fotografía, que compartieron con ellas momentos importantes, también me fueron pasando material.
Este proceso duró más de dos años. El vínculo se afianzó. Encontré material que ni se acordaban que estaba. Todo fue conversado, escrito, revisado. Siempre estuvo claro que lo que se publicara estaría revisado y autorizado por ambas.
Respondiendo entonces a tu pregunta. Trabajé en forma simultánea durante más de dos años. Una vez que se lo propuse a Diana, también lo hice con Annabella. Nos embarcamos en esta aventura sin saber si se iba a concretar en un libro físico. Igual era muy válido que existiese en forma digital. Había algo en mí que me decía que iba a ser posible. Contaba con el minucioso trabajo de Graciela Álvez, una vez más, para estar tranquila de que el resultado final sería impecable. Pero no era el momento de pensar en eso: tenía mucho trabajo por delante. Finalmente, me presenté a los Fondos Concursables con la idea del proyecto en 2020. No fui seleccionada. Volví a hacerlo en 2021, ya con 4 capítulos avanzados, y tampoco lo logré. En 2023, con el proyecto casi terminado, me presento a los Fondos de la Fundación Itaú. En setiembre me informan que quedé preseleccionada. Tenemos una entrevista personal para ajustar detalles y en diciembre de ese año me confirman que aprueban el proyecto. Te imaginarás la emoción que me causó esa noticia. Había que dar el toque final al libro, tomar las últimas decisiones y pensar en la presentación-celebración. Porque eso fue lo que yo deseaba: una celebración a la obra de ellas en forma conjunta.

La figura de Dina Pintos aparece referenciada en diversos momentos. Directa o indirectamente. Tanto Annabella como Diana de alguna manera han heredado su legado. Recordemos que Diana acompañó parte de su travesía junto a Dina en el entonces Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras hoy la UCUDAL. En su momento el Cdf realizó una muestra homenaje. Llevándote hacía aspectos de tu inquietud, ¿no piensas que en las nuevas generaciones su obra y pensamiento no están lo suficientemente reconocidos?
No puedo responderte esta pregunta. No conozco la obra de Dina. Lo que conozco de ella fue a través de conversaciones con Diana y Annabella y de un material que, en el proceso de mi investigación bibliográfica para hacer el libro, encontré: una monografía de grado de Rosario Fraga que reunía entrevistas a varias fotógrafas, entre las cuales estaba Dina. Como bien dices, fue una referente en las trayectorias fotográficas de Diana y Annabella. De hecho, hasta el día de hoy, luce una fotografía de Dina en el hall principal de Aquelarre. Quise que formara parte del libro y para pedir autorización a su autor/a quitamos la foto del marco y atrás de la foto estaba su nombre: Rosario Fraga. Coincidía con la autora de la monografía citada. Redes de por medio, di con ella y me autorizó a usar tanto la monografía como la foto de Dina. No me asombra que mucha obra fotográfica de mujeres sea desconocida o poco reconocida. Esta situación comenzó a revertirse a partir de Campo minado, en los 80. Annabella fue curadora de una muestra en su homenaje en el año 2005 y tengo entendido que toda su obra es custodiada por su familia.
Retomando el comienzo, ¿podrías definir la obra de una y otra a partir de su condición militante por reivindicar ciertas posturas libertarias?
Tanto en la obra personal como en la docencia y en la divulgación de la fotografía, Diana y Annabella han mantenido una estricta coherencia en su pensamiento y accionar a lo largo de toda su vida. Considero que la obra de cada una es importante en esos tres ejes. En el caso de Annabella, creo que su obra fotográfica puede definirse por su compromiso con la defensa de los derechos humanos. Para ella la fotografía es memoria, y ha sido una compañera de lucha que denuncia lo que le hace doler o enfurecer al detectar cuando un derecho humano es vulnerado. En su labor docente, que también podemos considerarla como una obra invisible, ha contribuido y contribuye a que muchas generaciones que pasan por sus talleres enriquezcan sus miradas, reflexionen con lo que se ve y con lo que no se ve en una imagen, incentivando a ser más críticos, más lúcidos, a la hora de mirar. En la divulgación de la fotografía, menciono principalmente la enseñanza de trabajar colectivamente. Con gran maestría ha contribuido a la formación de muchos colectivos de fotógrafos apuntando a potenciar el proceso y los resultados de un trabajo planificado, compartido, limando los egos en favor de lo que se quiere expresar. En el caso de Diana, creo que su obra es una invitación a la introspección, en un sentido liberador y de autoconocimiento. Su fotografía invita a preguntarnos, haciéndonos cómplices de algunos juegos estéticos que encierran significados no tan visibles a primera vista. En su labor docente insiste en que nos preguntemos por qué miramos lo que miramos a la hora de fotografiar. La fotografía vehiculizaría esa aventura a conocernos un poco más. Su labor como divulgadora, no solo de la fotografía en general sino de la expresión de las mujeres a través de la fotografía, sin duda que marca un antes y un después de Diana. En los 80, con Campo minado muchas mujeres comenzaron a mostrar sus fotografías, y, año a año, cada vez eran más las que se organizaban para realizar exposiciones que, con una mirada de género, denunciaban o visibilizaban las desigualdades existentes en el ámbito público y en el privado.
Al comenzar me citaste tu participación en varios de sus talleres y algunos cursos. Búsquedas y miradas diferentes en el accionar del «acto fotográfico» de por sí. También tu interés en contar lo que hay detrás de eso. Un backstage de lo previo al disparo, a la concepción o intencionalidad de abordar una historia, un retrato, lo que fuese. Háblame sobre esto. Generalmente, salvo en la comunión de un taller, la actuación del artista es ante todo producto de una reflexión solitaria. Cada uno conoce los demonios a los que aspira exorcizar y a los que no…
Cuando mencioné lo que hay «detrás» de una fotografía, lo hice en un sentido muy amplio. No solamente lo previo al disparo, la intención o el clima, sino también lo generado por esa fotografía, el impacto o el contexto histórico en el que fue realizada. Hay casos, en ambas fotógrafas, en que es sumamente interesante seguir esos recorridos, por ejemplo, en fotos que se transformaron en icónicas, portadoras de su sello personal y traídas una y otra vez, a pesar de los años que han pasado desde su aparición. Un ejemplo claro de esto es la foto Edades, de Diana, con múltiples apariciones y diversas resignificaciones. El libro también recoge las anécdotas y los contextos de muchas de las fotos, surgidos en conversaciones con las autoras. Esto fue un disfrute total para mí y no podía dejar de incorporarlo en el libro. Y los demonios puede que revoloteen entre ellas, aunque no siempre se hagan evidentes.
Has realizado también tres muestras individuales, donde el eje está centrado en la memoria. Cuéntame sobre ellas.
En 2009 comencé a fotografiar lo ferroviario: trenes, vías, estaciones o vestigios de todo eso. Me fui adentrando en la historia del ferrocarril en nuestro país y fui teniendo nuevas oportunidades de tomar fotos de locomotoras a vapor y de recorrer tramos de vía. Así, en 2012, pude concretar mi primera muestra individual, Volviendo al riel, en el Centro Cultural La Casa Encantada en la ciudad de Minas. Para esta ocasión había conseguido material sonoro que ambientó la muestra, con los sonidos del tren y ocasionalmente la voz del guarda vendiendo los boletos. Me di cuenta de la emoción que todo este tema causaba en las personas. Comenzaron a contarme pequeñas historias de vida vinculadas al ferrocarril. Comencé a atesorar esas historias y pedí que me las escribiesen. Al año siguiente, tenía nuevo material fotográfico y 18 historias. Con esto armé mi segunda muestra individual: Los rieles de la memoria, en el marco de Fotograma 2013, y la presenté en el Museo del Colegio Pío, en Montevideo. Las fotografías estaban enmarcadas y colgadas en los paneles. Estaba el audio de sonidos ferroviarios y ahora una carpeta con todas las historias. En una mesa, varios marcadores para tomar libremente, en los que había una frase de alguna historia y la referencia para ubicarla en la carpeta, si se quería leer en forma completa. Posteriormente, seguí trabajando en un fotolibros con parte de este material. Fue muy interesante el intercambio con las personas que se acercaron con nuevos comentarios de pequeñas historias de vida asociadas al ferrocarril. Participando en forma colectiva trabajé también en diferentes series fotográficas vinculadas a la memoria.
Creo que el atribuirle a la fotografía la condición preponderante de «memoria» la sitúa ante un reduccionismo tanto investigativo como analítico. La actualidad que hoy la determina ante la infinidad de recursos tecnológicos y plataformas, desbaratan hasta cierto punto, premisas hasta hoy concebidas. El «momento decisivo» de Bresson, por ejemplo. Dónde está ese momento en los videos de los asesinatos terroristas de Hamás en octubre 2023, o en el genocidio que las tropas de Israel cometen sobre la población gazatí, los bombarderos de Rusia sobre Ucrania, los cuerpos de aquellos ahogados porque sus pateras o cayucos se han hundido en el Mediterráneo o el Atlántico…
No creo que la premisa de Bresson se desbarate. Pienso que, por el contrario, toma fuerza frente a la cantidad (diría que incontable) de imágenes por minuto que se generan. Creo que sigue siendo muy importante vincular a la fotografía con la memoria, y no solamente en esos ejemplos que citas, tan trágicos y dolorosos, sino también en los pequeños detalles cotidianos que están enclavados en un tiempo histórico y en una matriz determinante desde lo socioeconómico y cultural.
Para terminar, como autora, una vez finalizado el trabajo y ya con la publicación resuelta, ¿qué cosas te sorprendieron del libro?
Armar este doble libro fue en igual medida disfrute y trabajo. En él hay muchas puertas de entrada a entrevistas, videos, como para seguir conociendo más de cerca a estas dos maestras. He tenido interesantes devoluciones, pero cuando voy a una librería y miro el anaquel en donde están los libros de fotografía, este libro no está, y – salvo raras excepciones – no hay libros de autores uruguayos. Me sorprende lo difícil que es esa llegada, esa presencia de nuestras fotógrafas y nuestros fotógrafos a las librerías. Cuando viajo a otros países trato de conocer a sus fotógrafos en exposiciones o en libros publicados, y por lo general encuentro más de lo que puedo comprar. No ocurre lo mismo en Uruguay.
Título: Doble Exposición. Diana Mines y Annabella Balduvino en la fotografía uruguaya.
Autora: Cristina Lampariello
Corrección de estilo: Graciela Álvez
Mirabilia Ediciones
Proyecto editorial seleccionado por la Fundación Itaú en su convocatoria 2022 de
Apoyo a Proyectos Culturales.
Cantidad de páginas: 276
Cantidad de fotografías: 305
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