
CHILLAN LAS BESTIAS – En Sociedad Urbana Villa Dolores
El vierners 14, Chillan las Bestias volvió a tocar en Sociedad Urbana Villa Dolores, casi como un guiño al destino; un día antes del cumpleaños del Darno y a unos metros del Planetario, donde ya habían empezado los festejos del aniversario con una actividad para revisitar su archivo audiovisual. La noche estaba preciosa y empujaba a salir sin pensarlo demasiado. Se le sumaba que era la Noche de las Librerías, fecha que cada año crece en adhesión dado la que las librerías están abiertas hasta tarde y Montevideo se vuelve un mapa de luces cálidas y libros en las veredas con un abanico diverso de propuestas artísticas. Sin ir mas lejos, en la librería Escaramuza habían cortado la calle y montado un escenario donde anunciaban a Los Traidores, actividad que terminó realizándose con muy buena convocatoria.
Sobre las 21 horas, en Alejo Rosell y Rius 1483, la noche recién estaba tomando forma. Villa Dolores tiene esa mezcla de barrio y naturaleza viva, y la Sociedad Urbana VD se integra perfectamente. Un espacio donde apenas entrás, sentís que ya sos parte del ecosistema; hay algo en la recepción, en las caras que cruzas en el pasillo externo y lleno de naturaleza, que transmite una calidez sincera y te invita a ser parte.
Ya lo he contado en otras crónicas; volver a este espacio siempre es un pequeño placer. Alejado del circuito de las grandes salas, mantiene un encanto propio, un pedacito de barrio. La banda no esperó demasiado, a las 21:40 cada integrante fue tomando su lugar en el escenario. El lugar estaba repleto, no es una sala grande, pero estaba a tope, con el característico murmullo previo que anuncia que la noche va a despegar en cualquier momento. No es la primera vez que CHLB se presenta allí, y se nota. Hay algo del espacio que se lleva bien con ellos; una especie de triángulo entre la banda, la sala y la gente. Un público de nicho, emocional, que entiende los climas y se deja llevar. Todo encaja; lo atrapante del lugar, la vibra particular del grupo y la lealtad de quienes los siguen, como si cada oportunidad de ver a la banda rioplatense, fuera una reunión íntima entre personas que hablan el mismo idioma,
Apenas terminan de acomodarse, arrancan con Ruedan por San Telmo que fue la elegida para abrir el show. Una elección precisa; que aporta una solemnidad armónica, que con la voz de Pedro Dalton te sumerge en la atmósfera oscura y seria que es marca de la casa. Después llegó Gardel, con la intro de violín de Marcos Camisani en un nivel altísimo y elegante en la ejecución. La banda le dedicó el show, aclarando que no estaba pasando un buen momento. No supimos más, pero cuando Pedro lo mencionó, se notó la emoción en los ojos del violinista, quien como pudo, retribuyo con un tímido saludo.
La tercera canción fue Hasta el Hueso, donde su violín volvió a destacarse, sostenido por los graves del bajo de Pablo Ferrajuolo. Después de esa primera triada, Pedro saludó con un “…gracias por querernos tanto”. Y con una sonrisa agregó: “Justo tocamos en la Noche de las Librerías, nos enteramos tarde, jejeje. Pensamos que iban a venir cinco… pero no. Gracias por acompañarnos en este que es nuestro último show del año”. Algunos gritos desde el público alentando a la banda, otros dedicándole algunos palabras a Pedro y el show continuó con: Cielo, La Cresta y Nocturno Mediodía, donde casi entramos en trance, es una canción tiene un brillo celta, un poco extraño y lindo al oído que invita a cerrar los ojos y dejarse llevar por la melodías. La grilla continuó con Un viaje, Paz para la jaula y Mecha corta, cerrando la primera mitad del toque. Un recorrido precioso, un setlist brillante, ejecutado con una entrega armónica, precisión y sobriedad.
Es una banda muy cuidadosa con la estética musical, el sonido y los clamas buscados y logrados. La sorpresa llegó en un momento hermoso. Franco Varise dejó los teclados, se colgó el acordeón a piano para tocar Mar sin locos, La vía y C.A.B.A. Y ahí se dio la aparición inesperada; subió Franny Glass (Gonzalo Denis) para cantar Mar sin locos en una versión sublime. Su timbre limpio contrastó con la interpretación clásica de Pedro regalando una sonoridad angelical, apoyado por los agudos de su timbre de voz, tan particular.
Después siguieron Marioneta de Paco, La casa de la risa, Zarpando, Lo oscuro queda claro y La bestia, con el conteo firme de baquetas de José “Pepe” Navarride, siempre tan comprometido, y generando que hasta sus gestos entran en el ritmo. El Porrazo cerró el set planificado. Pero el público pidió una más, y no se iban a ir sin tacar uno de sus hits mas esperados; La red. que contó con el arranque de Marcos en el violín y el bajo de Luis Filippelli —un pilar de CHLB— conectando con la melodía inicial. Sylvia Plathonic dandolo todo desde la percusión y los coros, afinando ritmos y sumando esas texturas que sostienen la atmósfera oscura, solemne y profunda que la banda a generado como identidad.
Fue un show tremendo, en una noche especial y en un lugar maravilloso. Diecinueve canciones como antesala del cumpleaños de alguien fundamental para nuestra música, el querido Eduardo Darnauchans. La banda y El Darno comparten una melancolía muy propia, ese cruce entre palabra y sonido – letra y música que les da una coherencia que los hace creíbles y queribles.
Antes de despedirse, Pedro adelantó lo que viene, un nuevo simple que pronto estará en plataformas, Mar sin Locos, con la colaboración de Franny Glass. Una señal de que habrá camino para seguir andando y música para seguir disfrutando.
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