Siguiendo con nuestro ciclo de Poetas esta vez entrevistamos a María Laura Pintos. Esta escritora montevideana nació en 1971, sus textos aparecen en la Antología Escritores de medio tiempo y también han sido recogidos en Casa de Poesía.
María Laura es a su vez, coordinadora del ciclo de lecturas denominado Naranjo en Flor.
Sus motivaciones personales que la llevan a manifestarse a través de la poesía, el proceso creativo de su obra, y la relación entre editores y editados, son sólo algunos de los temas que le consultamos, para conocerla un poco más allá de todo lo que nos dice en forma de verso.
“…cualquiera puede leer un poema y sentirse conmovido, dispararse hacia territorios desconocidos o no. La poesía es evocativa, movilizadora, revolucionaria. Y la capacidad de rendirse frente a un verso es intrínseca a cualquier ser humano.“
-¿Cómo es editar poesía hoy en Uruguay?
-Es un desafío. Quienes se atreven saben, tanto los editores como los editados, que la poesía no es de consumo masivo. Y sin embargo lo hacen, porque sí, porque es una necesidad vital.
Soy plenamente conciente que, el acto de editar en sí, de la forma convencional, pasa mucho por la posibilidad “económica” de hacerlo. Y esa restricción hace que muchos poetas busquen formas alternativas de dar a conocer su trabajo.
-¿Cuál es la relación de los poetas y de la poesía en general con las editoriales hoy en Uruguay?
-La mayor parte de las editoriales no se dedica a la poesía, porque no “vende”. Quienes lo hacen, tampoco lo hacen a su propio costo, porque no “rinde”. La edición de un libro de poesía, salvo algunas excepciones, es una cuestión en la que el editado tiene la posibilidad “económica” de buscar un editor y tirarse al agua asido a un libro. Esto no nos dice nada del producto o del valor del mismo. Es un hecho y como tal debemos reconocerlo. No nos aporta elementos de valoración estética con respecto al artista y su creación. Es lisa y llanamente una descripción del estado de las cosas. Si se puede costear la edición el libro sale, si no se puede habrá que buscar alternativas. Por otro lado, entiendo también la posición de los editores. Y en estos términos, conocidas las reglas del juego, se puede hacer un buen trabajo, apoyando al artista en todo el proceso de publicación, monitoreando y apuntalando todo lo que viene después (distribución, presentación, etc.)
-¿Cuál es tu motivación a la hora de escribir? ¿Te encuentras “bloqueada” en algún momento?
-Estoy en una búsqueda constante de mi estilo, pero no tengo un método. Cualquier cosa puede disparar el acto creativo. Hay días de frenética inspiración y semanas en que nada tengo para decir. Siempre la palabra viene ligada a una imagen o una vivencia y tanto llega mansa y reflexiva como imprevista y tormentosa. Por eso nunca sentí esa sensación de bloqueo, porque cuando no hay nada para decir no hay angustia ni necesidad, simplemente no hay nada. Hago mías la reflexión de Juan Carlos Onetti “Puede que no escriba muy bien, pero escribo sobre mí mismo”.
-¿Cuál crees que es el perfil del lector de poesía?
-Durante un tiempo pensé que quienes leían poesía eran aquellos que se definen como amantes de la poesía. Con el tiempo me di cuenta que no existe un perfil, cualquiera puede leer un poema y sentirse conmovido, dispararse hacia territorios desconocidos o no. La poesía es evocativa, movilizadora, revolucionaria. Y la capacidad de rendirse frente a un verso es intrínseca a cualquier ser humano.Esta reflexión, que puede ser o no compartida, la extrapolo a todas las manifestaciones del arte. Como decía el maestro Cándido Portinarí “el arte te traspasa o es una mierda”. Y algo de eso hay, todos fuimos o somos “acribillados” por un acorde, por un trazo o por una palabra, si estamos abiertos y receptivos. Y aun si estamos distraídos.
-En los concursos de poesías ¿Qué tan subjetiva es la elección de un poema para que unos sean publicados en un libro y otros queden afuera?
-Total y absolutamente subjetiva, porque la elección viene de un ser humano que carga con sus propias vivencias, creencias, paradigmas y el hecho de conmoverse frente a un texto y no frente a otro no me dice nada acerca de la calidad de quien es elegido y quien no. Nunca me presenté a un concurso y no creo que lo haga, tal vez porque tengo baja tolerancia al fracaso.
-¿Qué significa para ti la Poesía?
Es, en cierto modo, catártica y sanadora. Mucho más cuando leo que cuando escribo.
-¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
-Anárquico. Puede surgir bajo cualquier circunstancia, cualquier momento, cualquier lugar. Nunca corrijo lo que escribo, salvo pasado mucho tiempo. Porque en el momento, el acto de poner negro sobre blanco es desgarrador y no tengo ni la lucidez ni la perspectiva como para “hincarle el diente” a otras consideraciones más que la pura y dura emoción que allí se plasma. Entonces queda ahí, a veces trabajo la estructura y a veces dejo todo tal y como nació. Mis poemas vienen desde las vísceras, no se si pueden definirse como poesía. Son emociones en su estado más puro. Y desde allí me gusta que sean leídos o decodificados.
-¿Cómo es la relación con el lenguaje, con las palabras? ¿Las buscas, las persigues o ellas llegan?
-Las espero y siempre llegan puntuales a la cita. Son como pozos azules, en apariencia un pequeño espejo de agua que refleja un estado de las cosas, en esencia insondables abismos en los que hay que aventurarse para ir más allá.
-¿Cómo ves la poesía actual en Uruguay? ¿Y en ella a tu generación con respecto a las anteriores?
-Veo una cosa muy germinal. Mucho y muy variado. No existen cánones estrictos, ni una directriz, ni un rumbo fijo. Experimentación y profusión. Esto es muy bueno y a la vez peligroso. Porque a veces predomina el “vale todo” y se corre el riesgo que, la poesía como manifestación, pierda identidad.
Por otro lado, no me siento formando parte de una generación, tal vez esa visión la de la extemporaneidad. Pero siendo contemporáneos, capaz que me identifico con lo escrito por un chiquilín de quince años y con lo escrito por un anciano de noventa. Tampoco creo en una poesía de género, aunque sí, y ahí es donde encuentro un rasgo distintivo, con una forma de decir femenina. Algo que viene como de la matriz, algo así como parir las palabras y a veces parirlas con dolor.
-¿Qué te generó la generación del ‘45?
-La generación del 45 marcó un quiebre en las letras nacionales, así como lo hizo la generación del 900. Resulta sencillo darse cuenta que lo que escribo está absolutamente influenciado por Vilariño, por ejemplo. No creo en el parricidio literario. No busco romper ningún esquema ni alejarme, me alimento de todo lo que me conmueve y me llega de algún modo y desde ese lugar de estar abierto, más allá de lo generacional. La generación del 45 rica y profusa, no sólo en la poesía sino también en la prosa y en la crítica. Onetti, Morosoli, un poco más atrás Felisberto, Real de Azúa, Rama, Rodríguez Monegal. Amanda Berenguer, José Pedro Díaz. Todos ellos, de alguna forma, me han tocado.
-¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
-Elegir diez libros es imposible, es un acto de arrogancia y limitación que no podría llevar a cabo jamás. Recomiendo leer todo lo que caiga en las manos y nos atrape. Incluso la llamada “mala literatura”. Recomiendo leer, no importa qué. De todos lados y en todos los libros, siempre algo interesante, estimulante o movilizador vamos a encontrar. Algo que nos llame a reflexión ya sea por presencia o por ausencia.
-¿Qué libros nunca has podido terminar de leer y por qué?
-Muchos. A menudo me sucede que comienzo un libro y lo dejo para retomarlo más adelante. Y otras veces estoy leyendo varias cosas a la vez. Supongo que en esto de leer, al igual que en la escritura, existe un tiempo exacto. No lo fuerzo, espero que llegue el momento justo de encontrarme con esas palabras. Ya llegará el día de reencontrarme, por ejemplo, con el Ulises de Joyce, uno de los tantos pendientes. Pero es maravilloso tener citas inconclusas con la literatura, porque existe siempre un sitio al que volver, o uno nuevo por descubrir. El universo literario es tanto y tan vasto, que si uno se desesperara por abarcarlo perdería el goce de recorrerlo.
-¿Qué opinas de los ciclos clásicos de nuestro medio, ejemplo Caramelos y pimientos, Ronda de poetas, etc.?
-Maravillosos lugares para el encuentro, para el aprendizaje y para la oportunidad. La energía que circula en estos ciclos es movilizadora. Ya sea diáfana y sanadora como densa y ominosa, todo nutre, todo sirve, todo enseña. Y estos ciclos son parte de ese todo. Más allá de la experiencia personal, considero que quienes apuestan a la cultura, quienes dedican gran parte de su tiempo a generar estos espacios con la disciplina y respeto que merecen, deberían recibir un reconocimiento enorme ya sea por parte de quienes acuden como actores que de quienes acuden como testigos.
-¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía, alguien que ha decidido ser poeta?
-No creo que sea una decisión que se tome a conciencia. No como la elección entre la medicina o la abogacía. Es una necesidad vital, una cita impostergable, algo así como el aire de cada día. Por tanto, quienes experimenten la necesidad de manifestarse a través de la poesía, no desoigan jamás ese llamado. Ni se desestimulen por las críticas, ni se empantanen en los elogios. Simplemente crean y creen. Y sean honestos, no traten de complacer. No siempre lo que decimos es del agrado de los demás, no siempre ni “el que” ni el “cómo”. Pero si se hace desde el corazón, con convicción y con honestidad y humildad, eso de algún modo llega y entonces la poesía adquiere una fuerza y una dimensión que sobrepasan el propio acto de la creación.
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