Wes Anderson es uno de esos directores que junto a, por ejemplo, Paul Thomas Anderson o Darren Aronofsky, se las han arreglado para realizar en la última década un logradísimo cine de autor con un proporcional éxito de taquilla y crítica. Sus propuestas pueden que hoy rocen lo predecible por haber establecido un estilo que al parecer no tiene motivos ni necesidad de cambiar demasiado. Pero aún así cada película suya incluye una historia bien escrita y con una puesta en escena única y difícilmente etiquetable con una paleta de colores infinitamente atractiva. El elenco es tan estelar como el resto de sus películas anteriores. Bill Murray, por supuesto es de la partida. Murray colabora con Anderson desde el mencionado segundo largo Rushmore, y probablemente lo siga haciendo. Pero es realmente sorprendente cómo Bruce Willis o Edward Norton hayan sido incluidos en un proyecto bastante distinto a lo que hayan hecho en sus carreras.
La película está ambientada en 1965 en la isla ficticia Nueva Penzance, en Nueva Inglaterra. El filme cuenta la historia de Sam Shakovsky, un Khaki Scout huérfano de 12 años con una madurez algo prematura, que planeó un encuentro con Suzy Bishop, una chica de clase alta algo mayor que él, dándose a una mutua fuga de sus respectivos hogares luego de un año escribiéndose. Mientras, la policía costera (Willis) y el propio Maestro Scout (Norton) junto a los padres de Suzy intentan localizarlos. Anderson toma como excusa el plan de Sam y Suzy para componer un cuadro humano de dos púberes buscando su lugar, descubriendo el amor y la sexualidad, refugiándose en ellos que es lo único que parece hacerles bien. Pero mientras tanto también Anderson se divierte con ese humor a veces insípido, a veces ambiguo, pero definitivamente omnipresente. Algo nuevamente celebratorio y que ya se va haciendo costumbre en el cine de Anderson es la magistral y coreografiada presentación de los personajes y su entorno. Así como en Life Aquatic (2004) Steve Zissou explicaba mediante un plano secuencia ‘turístico’ cómo estaba constituido su barco. Anderson vuelve a tocar el tema de la familia disfuncional como lo hizo en The Royal Tenenbaums, tanto en Suzy como en el huérfano Sam. Es interesante cómo cada plano es ejercicio de encuadre, una obra en sí, y los recursos cinematográficos utilizados son innumerables. Hasta el uso del Zoom, popularizado justamente en los 60’s pero pasado de moda, es frecuentemente utilizado. Y por supuesto sus clásicos insertos. Los constantes movimientos de cámara recorriendo las minimalistas y orgánicas puestas en escena fluyen con una perfección Kubrickeana. Siempre es interesante cómo plantea situaciones, puestas en escena y guiones en que no se distingue entre la fábula y la realidad, entre lo natural y lo artificial. Y es que en verdad poco importa.
*Estados Unidos, 2012
Director: Wes Anderson
94 min.
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