Hoy fui a ver un show diferente y me di cuenta de que me hizo mucho bien el cambio. Salí por un rato de mi zona de confort y me encontré en una zona nueva que me resultó fascinante. Fui a ver a Alfonsina que hoy viernes 10 de abril de 2015 presentó su disco «El bien traerá el bien y el mal traerá canciones».
Ya de pique fue un placer volver a entrar a la Sala Vaz Ferreira después de la friolera de 26 años. Fue entrar ahí, ver los paneles en el techo, los paneles de madera en las paredes laterales y recordar una enormidad de cosas y especialmente la admiración total que tenían todos los músicos por la acústica de esta sala. Así que entré, busqué la consola del sonidista, y me senté exactamente adelante.
En el escenario había mucho que llamaba la atención. Además de los instrumentos se veía un despliegue muy importante de equipos de amplificación y de monitoreo. Poco rato después esto daría lugar para mí a una ironía muy interesante de la noche.
Mientras iba llegando el público, de edades muy variadas, la música ambiente me encantó. Yo no la habría elegido diferente. Y el volumen era perfecto: se oía pero permitía que la gente se pusiera al día con sus cuentos, al encontrarse quizás después de tiempo de no estar juntos para ver este espectáculo.
Bajaron las luces, la gente se silenció y Alfonsina salió al escenario directo al micrófono a recibir la noche con una tremenda poesía. Ese comienzo fue impactante, fascinante, intrigante. Yo pensaba: «hay que tener tremenda garra para arrancar así y que no te tiemble la voz». Y no le tembló… y arrasó. En ese lapso mínimo se puso al público en el bolsillo. A mí, sin duda.
Inmediatamente tomó la guitarra y comenzó su primer tema, que le presentaría a ella y a todos los presentes un enorme desafío y, como siempre, si hay desafío, hay oportunidad aprovechable. La amplificación de la guitarra no funcionó (he aquí la ironía a la que me refería antes) y Alfonsina se había lanzado con un comienzo super poderoso a presentar su disco. ¿Saben qué? Por unos cuántos acordes yo no me di cuenta de que la guitarra no estaba amplificada. Estaba tan prendida de su voz, de su estampa, de su presencia, de su garra, que sinceramente me conformaba con ese sonido ronco que tenía la guitarra desenchufada en comparación con la voz de Alfonsina.
Cuando me di cuenta, yo no salía de mi asombro del manejo maravilloso de la situación que hizo esta mujer poderosa. Cantó, no sé decir cuánto de la canción de esa manera y en un momento parece que le incomodó la diferencia de volúmenes y se separó del micrófono. Y ahí se acercó al borde del escenario, todo sin perder ni por un minuto su conexión con su música, y generó una intimidad gigante entre ella y su canción y entre ella y el público, el cual con un respeto absoluto le seguía cada movimiento y cada sonido. No creo que muchos artistas de larga experiencia pudieran manejar una situación así con el profesionalismo que lo hizo ella. Sinceramente: chapeau, Alfonsina. Me quedé pensando en la enorme importancia para un artista de su propio convencimiento y de la conexión con su arte para poder atravesar este tipo de imprevistos que siempre pueden darse.
Al terminar el tema se retiró del escenario para dejar que otras personas solucionaran la falla técnica. Pasaron unos cuántos minutos y el que recogió el guante del desafío fue el público: mantuvo el respeto, un silencio relativo, y mucha paciencia. El sonidista tuvo el buen tino de volver a poner un poco de música ambiente para el público que casi llenó completamente la sala. Me divirtió ver llegar a alguien a las 21:44 y mirar sorprendida a su alrededor. Esa persona tuvo una enorme suerte hoy de noche. Un minuto después, recomenzaba el concierto.
El primer tema tenía mucho de tango y yo tengo un problema personal con el tango, así que no puedo ni opinar al respecto, pues estoy en otro canal. Pero claro, me asusté un poco, pensando que quizás el concierto sería todo homogéneo en ese tenor y yo no la pasaría muy bien. Sin embargo, ese miedo desapareció de inmediato con el segundo tema, que me encantó. Y ahí empecé a notar: el baterista es especialmente bueno [hasta esta noche nunca había tenido el placer de escuchar a Francisco Etchenique], el bajo [Antonino Restuccia] hace buena yunta con la batería y la voz de Alfonsina, en mi opinión, es muy pero muy agradable, especialmente cuando expresa dulzura. Su trato con la guitarra está buenísimo también y le saca un sonido «guerrero» que me impresionó.
El tercer tema fue pura sensualidad. Esta mujer tiene unos graves absolutamente bonitos y unos agudos muy brillantes y disfrutables. El tema rítmico para este tercer tema ya se estaba poniendo muy pero muy interesante. Como dijo Sting, un buen baterista te levanta o te destruye un show y en este caso el baterista aportó mucho al show. Musicalmente, sin ninguna duda, y también -desde mi asiento- parecía estar absolutamente atento a cada detalle y super metido en el alma de las canciones. Una dupla excelente con la cantante.
Creo que fue para el cuarto tema que entró Juan Pablo Chapital, a quien muchos tenemos el placer de haber escuchado varias veces. Salada fuerza y enorme buen gusto el de su participación.
A esta altura perdí la cuenta del orden de las canciones, pero me quedaron especialmente en la memoria y en el cuerpo tres temas que tocaron Alfonsina, Juan Pablo Chapital y Antonino en el contrabajo. Chapital hizo un solo hermoso y «sobre él» Alfonsina improvisó con la voz. ¡Ay! ¡Me dieron ganas de escuchar muchísimo más de esa combinación! Realmente una hermosura.
En el tema siguiente, vi ahí, en Alfonsina, primero bastante de Ella Fitzgerald y al avanzar el tema también algo de Esperanza Spalding. Y en varios momentos del show pensé «tiene pasta para ser otra Madonna». Qué tres mujeres, ¿no? Algo que llama mucho la atención es que uno la ve y parece que está viendo y escuchando a una persona de larga experiencia y si bien puede ser que haga muchos años que esté creando, sin duda es muy joven y esta parece haber sido su primera experiencia en una sala importante, por algo que dijo durante el show. Teniendo todo esto en cuenta, yo la considero, a partir de hoy, una capa.
Las dos críticas de mi parte para lo que presencié hoy, que buscan ser constructivas, son que quizás el volumen de la batería debería estar una pizca más bajo (o el resto de los instrumentos y voz más altos) como para no protagonizar tanto el toque y otra cosa que me llamó la atención fue que los comienzos de todos los temas tienen una seguridad impresionante, arrolladora, que te mete en un par de segundos donde la artista quiere tenerte, pero a los finales les falta un poco de esa misma seguridad, certeza, firmeza. Al menos a mí me hizo falta ese mínimo ajuste de convicción en los finales para quedar completamente boquiabierta.
Las letras de Alfonsina son un mundo aparte. Al haber sido hoy mi primer encuentro, no les presté toda la atención que hubiese querido, pero lo que llegué a agarrar de ellas me generó ganas de incluso leer las letras como si fueran capítulos de un libro y poder apreciar completamente la belleza que sospecho que tienen. Hoy se me escaparon, pero tuvo que ver con que mi foco estaba más en las notas, en las luces, en el rojo, el negro, el blanco, en lo no verbal.
Fue muy disfrutable también el hecho de que nos paseara por diferentes estilos de música y mucha dinámica musical. Teniendo todo esto en cuenta, desde este rinconcito, delante del sonidista, mi deseo personal es que Alfonsina toque mucho más rock and roll y mucho más blues, porque le quedan muy pero muy bien. El poder de los compases rockeros y bluseros que escuché hoy sinceramente me dejaron con ganas de mucho más.
Cuando el público le pidió un bis, tocó y cantó un tema muy bonito ella con su guitarra y su voz. En todo el show tocó con mucha conexión con su creación y con su instrumento. La verdad que me quedé muy contenta de haber ido. Habrá que volver a verla varias veces.
Imagen portada: Alfonsina A. en Sala Vaz Ferreira – Abril 2015 – Foto © Daniela Hernández
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